Tu riqueza debe reflejarse en tus regalos”, replicó la suegra.

**Mi diario personal:**

Hoy ha sido un día agotador. Todo empezó con esa conversación incómoda que siempre surge cuando se acerca el cumpleaños de mi suegra.

Tu riqueza debe reflejarse en los regalos dijo Carmen con esa voz cortante que tanto me irrita. Vosotros ganáis más que Lucía, así que vuestros obsequios deberían estar a la altura.

No tengo ni idea de qué regalarle a mamá suspiró Javier, dejándose caer en el sofá junto a mí.

Yo me encogí de hombros. Elegir algo para Carmen nunca ha sido fácil. Desde que nos casamos, nuestra relación ha sido tirante. Javier lo entendió rápido, y tras hablarlo, decidimos mantener cierta distancia. Nada de deudas sentimentales. Solo llamadas esporádicas y reuniones familiares cuando nos apetecía.

Este año, sin embargo, Carmen decidió celebrar su cumpleaños e invitó a medio parentesco, incluidos nosotros.

En realidad, mamá dijo que estaría contenta con cualquier cosa recordó Javier de repente.

Siempre dice lo mismo, y luego pone mala cara murmuré, amargada por los recuerdos. Tu hermana puede regalarle cualquier tontería, pero nosotras, no.

No olvidaba los comentarios de Carmen sobre cada detalle que le habíamos dado.

¿Recuerdas el Día de la Madre? Le compramos un costoso estuche de cosméticos, y ¿cuál fue su reacción? Lloró y nos acusó de pensar que estaba vieja y fea suspiré. Lo único que valora es el oro o la tecnología, porque así puede calcular el precio.

¿Y si la llamo y le pregunto qué quiere? titubeó Javier.

Como quieras respondí, negando con la cabeza.

Buscando la salida fácil, Javier marcó el número de su madre.

Hijo, no necesito nada. Con que vengáis, me basta contestó Carmen con falsa modestia.

¿Segura, mamá? ¿No te molestará? insistió él.

¡Claro que no! Cualquier detalle me hará feliz rió. Javier decidió creerle.

Mamá dijo que podemos regalarle lo que queramos me anunció.

Lo miré con escepticismo. No confiaba en las palabras de mi suegra. Pero como Javier insistió en elegir el regalo, cedí.

Propongo una aspiradora robot, así no tendrá que arrastrar la escoba sugerí, después de revisar nuestro presupuesto.

Acordamos comprarla. Gastamos mil euros en el regalo y nos dirigimos al cumpleaños con tranquilidad.

Carmen recibió a su hijo con alegría, pero su cara se nubló al ver la caja.

¿Esto? bufó, desilusionada. Hijo, guárdalo en la habitación.

La miré fijamente, sorprendida por su reacción.

Poco después, llegó Lucía con su marido.

¡Mamá, esto es para ti! exclamó, abrazándola.

¡Gracias, cariño! ¡No podíais haber acertado más! gritó Carmen, emocionada.

Intrigada, me pregunté qué tesoro había conquistado a mi suegra. Para mi sorpresa, era un simple estuche de cosméticos que no valía ni veinte euros.

Intercambié una mirada con Javier, quien también había visto el regalo. Su expresión delataba decepción.

Durante horas, Javier contuvo su enfado, pero cuando Carmen empezó a alabar de nuevo el detalle de Lucía, estalló.

Mamá, ¿podemos hablar? la apartó con firmeza.

¿Qué pasa? preguntó ella, inquieta.

¡Que esto no tiene sentido! Te pregunté qué querías. ¿Recuerdas tu respuesta? reprochó.

Claro que sí

¿Entonces por qué ese disgusto con nuestro regalo? Mientras alabas algo que apenas vale nada dijo, frustrado.

No voy a mentir. Vosotros tenéis más que Lucía, vuestros regalos deberían ser mejores gruñó Carmen.

¿Y el nuestro no lo es? Javier frunció el ceño. ¿Quieres que adjuntemos el ticket para que lo valores?

¡Basta! cortó ella. El detalle de Lucía me gustó más, ¿qué le voy a hacer?

¿Porque ignoras cuánto costó el nuestro? replicó sarcástico. Por si te interesa, mil euros.

¿Tanto? fingió sorpresa, pero rápidamente buscó excusas. ¿Sabes por qué valoro más sus regalos? Porque dan según sus posibilidades, no de cualquier manera.

¿En serio, mamá? Javier se llevó las manos a la cabeza.

¿Parece que bromeo? Con vuestros ingresos, podríais haberme llevado a un spa dijo, erguida.

Javier la miró sin pestañear, atónito.

¿Crees que el dinero nos llueve del cielo? estalló.

Su grito alertó a Lucía y a mí, que nos quedamos paralizadas en la puerta.

Mamá no quería una aspiradora, sino un humidificador. El suyo se rompió hace tres días. Si os importara algo su vida, lo sabríais atajó Lucía.

¡Le pregunté qué quería! rugió Javier. ¿Esto es una broma? ¡Se acabaron los regalos! Nos esforzamos por complacerla, y solo recibimos críticas. ¡No basta con la aspiradora, ahora quiere un humidificador! ¡Perdón por defraudarte! ¡Vámonos! me señaló la puerta.

Carmen se derrumbó en llantos mientras Lucía la consolaba. Nos marchamos con el rostro tenso.

Javier cumplió su palabra. Para evitar más humillaciones, decidió no asistir a más reuniones familiares. Al menos así nos ahorramos el estrés.

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Tu riqueza debe reflejarse en tus regalos”, replicó la suegra.