Despedida Apresurada: Un Adiós Desde el Coche y el Regreso a Casa
Bajó del coche y se despidió cariñosamente de su amante antes de dirigirse a casa. Al llegar, se quedó un momento frente al edificio, pensando cómo revelárselo todo a su esposa. Subió las escaleras y abrió la puerta con la llave.
Hola dijo Javier. ¿Estás en casa, Lourdes?
Aquí respondió su esposa, indiferente. Hola. ¿Empiezo a freír los filetes?
Javier se prometió a sí mismo que lo diría sin rodeos, con firmeza, como debe actuar un hombre. Era hora de terminar con su doble vida, antes de que los besos de su amante perdieran calor, antes de que la monotonía lo atrapase de nuevo.
Lourdes carraspeó Javier, tengo que decirte que debemos separarnos.
Lourdes recibió la noticia con una calma sorprendente. Siempre había sido difícil de alterar, por lo que Javier la llamaba cariñosamente *”Lourdes la Fría”*.
¿En serio? preguntó Lourdes desde la puerta de la cocina. ¿Entonces no frío los filetes?
Como prefieras dijo Javier. Si quieres, fríelos. Si no, no. Me voy, estoy con otra persona.
Ante semejante declaración, la mayoría de esposas le habría arrojado algo. Pero Lourdes no era como las demás.
Bueno, tú y tus tonterías contestó ella. ¿Trajiste mis botas del arreglo?
No Javier se sintió incómodo. Si es tan importante, ¡puedo ir a buscarlas ahora mismo!
Ay, Javier murmuró Lourdes. Si mandas a un tonto por botas, volverá con las viejas.
Javier se molestó. Todo iba muy frío, como si su anuncio no importase. Pero, ¿qué esperaba de una esposa llamada *Lourdes la Fría*?
¡Lourdes, parece que no me escuchas! exclamó. ¡Me voy a vivir con otra mujer y tú solo hablas de botas!
Claro respondió ella. A diferencia de mí, tú puedes irte cuando quieras. Tus botas no están en la zapatería. No tienes ataduras.
Llevaban mucho tiempo juntos, pero Javier nunca sabía si hablaba en serio o con ironía. En su día, se enamoró de Lourdes por su carácter tranquilo, su habilidad para evitar conflictos y su economía de palabras. Además, sus dotes domésticas y su atractivo físico habían pesado mucho.
Lourdes era segura, leal y fría, como un ancla. Pero ahora Javier amaba a otra. ¡Una pasión ardiente, prohibida y dulce! Era hora de poner punto final y empezar una nueva vida.
Lourdes, quiero agradecerte todo, pero me voy porque amo a otra, no a ti.
¡Vaya sorpresa! exclamó Lourdes. No me amas, ¡qué novedad! A mi madre le encantaba el vecino, mi padre adoraba el dominó y el vino. ¿Y qué fue de mí?
Javier sabía que discutir con Lourdes era inútil. Cada palabra suya pesaba como una losa. Su determinación inicial se desvaneció.
Eres increíble, Lourdes dijo con resignación. Pero amo a otra, de forma apasionada. Me voy, ¿entiendes?
¿Otra? preguntó ella. ¿Es Carmen Ruiz?
Javier retrocedió. Hace un año, tuvo un romance con Carmen, ¡pero nunca pensó que Lourdes lo supiera!
¿Cómo? empezó, pero se detuvo. Da igual. No es Carmen.
Lourdes bostezó.
¿Será entonces Laura Méndez? ¿Te irás con ella?
Un escalofrío recorrió la espalda de Javier. También tuvo algo con Laura, pero ya era pasado. Si Lourdes lo sabía, ¿por qué no dijo nada? Claro, era de acero, nada la hacía hablar.
No, no es Carmen ni Laura. Es otra, la mujer de mis sueños. No puedo vivir sin ella. ¡Estoy decidido!
Entonces es Sonia refunfuñó Lourdes. Vamos, Javier ¡Qué mal guardas los secretos! ¿Tu sueño es Sonia Herrera? Treinta y cinco años, un hijo, dos abortos ¿A que sí?
Javier se agarró la cabeza. ¡Era cierto! Tenía un lío con Sonia Herrera.
¿Cómo lo sabes? balbuceó. ¿Alguien te contó? ¿Me seguías?
Sencillo, Javier respondió Lourdes. Soy ginecóloga y he examinado a casi todas las mujeres de esta ciudad, mientras tú solo a unas pocas. Bastó con ver lo necesario para pillarte.
Javier respiró hondo.
¡Supón que tienes razón! Aun así, me voy con Sonia.
Qué ingenuo eres, Javier dijo Lourdes. Podrías haberme preguntado antes. No hay nada especial en Sonia, todo igual que las demás, y te lo digo como médica. ¿Has visto el historial de tu musa?
N-no confesó Javier.
Pues bien. Ve a ducharte. Mañana hablaré con el Dr. Morales para que te atienda sin espera dijo Lourdes. Luego hablamos. ¡No es normal que el marido de una médica no sepa elegir una mujer sana!
¿Qué debo hacer? preguntó Javier, abatido.
Voy a freír los filetes respondió Lourdes. Tú, dúchate y haz lo que quieras. Si buscas una musa perfecta, dime, puedo recomendarte alguna







