El abuelo me dejó una casa en ruinas en las afueras en su testamento, y cuando entré, me quedé boquiabierto…

**El abuelo me dejó una casa en ruinas en las afueras en su testamento, y cuando entré, me quedé sin palabras**
El abuelo me dejó una casa vieja en el pueblo, casi derruida, como herencia, mientras que mi hermana recibió un apartamento de dos habitaciones en pleno centro de Madrid. Mi marido me llamó inútil y se fue a vivir con ella. Habiendo perdido todo, me fui al pueblo, y al cruzar la puerta de la casa, me quedé completamente pasmada
La notaría olía a polvo y papel viejo. Ana se sentó en una silla incómoda, con las manos sudorosas de nervios. Junto a ella, Elena, su hermana mayor, vestía un traje carísimo y llevaba las uñas perfectas. Parecía que había ido a una reunión de negocios, no a escuchar un testamento.
Elena no levantaba la vista del móvil, como si ya supiera lo que le esperaba. Ana, en cambio, retorcía la correa de su bolso gastado. A sus treinta y cuatro años, seguía sintiéndose la hermana pequeña tímida frente a la exitosa Elena. Trabajar en la biblioteca municipal no daba para mucho, pero a ella le encantaba.
A los demás, eso les parecía un pasatiempo, sobre todo a Elena, que trabajaba en una multinacional y ganaba en un mes lo que Ana en un año. El notario, un hombre mayor con gafas, carraspeó y abrió una carpeta. El silencio se hizo más denso. Un reloj de pared marcaba el ritmo de la tensión.
De pronto, Ana recordó las palabras del abuelo: *”Las cosas importantes de la vida ocurren en silencio.”*
El testamento de Nicolás Fernández Morán anunció el notario con voz monótona.
Lego el piso de dos habitaciones en la calle Gran Vía, número 27, piso 43, con todo su mobiliario, a mi nieta Elena Victoria Fernández.
Elena ni pestañeó. Como si ya lo supiera. Ana sintió un pinchazo en el pecho. Otra vez segunda. Como siempre.
Elena siempre fue la mejor: notas brillantes, universidad de prestigio, marido con dinero. Ella tenía *todo*. Y Ana siempre a la sombra.
Y además, la casa en el pueblo de Valdelospina, con todas sus dependencias y mil doscientos metros de terreno, la dejo a mi nieta Ana Victoria Fernández prosiguió el notario.
Ana se sobresaltó. *¿Una casa en el pueblo?* ¿Esa ruina donde el abuelo vivió sus últimos

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MagistrUm
El abuelo me dejó una casa en ruinas en las afueras en su testamento, y cuando entré, me quedé boquiabierto…