Natalia Petrovna, hola. Soy Yana, tu futura nuera. Me encantaría quedar para charlar. ¿Cuándo y dónde te viene bien?

¡Hola, Natalia! Soy Lucía, tu futura nuera. Me encantaría quedar contigo para hablar. ¿Cuándo y dónde te viene bien?

Natalia se tensó al escuchar “futura nuera”. ¿Qué clase de noticia era esa? Álvaro no le había dicho nada de casarse con ella.

Hola, Lucía. Esta tarde a las 6 en mi casa, te espero.

“¿De qué querrá hablar? ¿Estará embarazada? Claro, seguro que lo ha hecho a propósito para que Álvaro se case con ella, ya sabemos cómo va esto.

¿En qué está pensando mi hijo? Ella no está a su altura. Álvaro es arquitecto, con un gran futuro, piso propio, coche, guapo e inteligente. Cualquiera estaría encantada de tenerlo, pero no, elige a esta chiquilla…”

Natalia ordenó la casa y fue al supermercado. No podía quitárselo de la cabeza.

Había visto a Lucía un par de veces y, desde el primer encuentro, no le cayó bien. Álvaro la llevó para presentarla, luego para tomar un café, charlar Y cada vez, Natalia le soltaba su opinión sobre ella.

Hijo, ¿no hay otras? ¿Por qué ella? ¿Qué tiene de especial? Es sencilla, delgadita, bajita. Antes a los hombres les gustaban mujeres diferentes. ¡Y encima no es tu tipo!

Mamá, la quiero, y para mí es la más maravillosa. ¡Y cocina de muerte! Su cocido madrileño es una delicia.

Eso le dolió. Antes siempre alababa a su madre por su comida, y ahora esa chica hacía cocidos “divinos”.

Lucía llegó puntual, con unas pastas de té que a Natalia le encantaban. “Qué lista, queriendo caerme bien…”

Natalia, iré al grano. Álvaro me ha pedido matrimonio y he aceptado. Quiere encontrar el momento para decírtelo, pero teme que no te lo tomes bien.

Claro, cariño, ¿por qué iba a alegrarme?

Quiero hacer un trato contigo. Escúchame, por favor.

Sé que criaste a Álvaro sola. Te casaste porque supiste del embarazo, pero no tuviste una vida familiar feliz. Tu marido te dejó. A mí también me crió mi madre sola; mi padre murió joven. Así que sé lo que es crecer en una familia incompleta.

Dedicaste toda tu alma y amor a tu hijo. Muchas gracias. Es educado, bueno, cariñoso. Es tu mérito. Tienes motivos para estar orgullosa.

Natalia asintió. Era cierto. Su hijo era así gracias a ella.

Lucía continuó.

Sueñas con que Álvaro se case con una chica guapa, exitosa, con dinero. Y aquí estoy yo. Pequeña, sencilla, de familia humilde. Con un sueldo normal. Para ti, no soy la mejor opción. Ahora no sabes qué hacer, cómo disuadirlo, ¿verdad?

Natalia encogió los hombros. Exacto.

Mira lo que puede pasar. Álvaro no te hará caso. Está decidido. Si insistes, os peleareis. No irás a la boda, claro. Desobedeció a su madre, ¿no?

Sí, así será.

Le contarás a todo el mundo lo mal hijo que es, todo lo que hiciste por él y cómo te lo agradece. Algunos te compadecerán, otros se reirán.

Mientras, nosotros seremos felices. Tú nos ignorarás, ofendida. Tendré un hijo, Álvaro te lo dirá, pero te negarás a conocer a tu nieto. Si no reconoces nuestro matrimonio, tampoco a tu nieto.

Mi madre lo mimará, lo cuidará, le contará cuentos, lo malcriará. Será su abuela favorita.

Tú estarás sola en tu piso, viendo la tele, resentida, pensando que la vida te ha tratado mal.

En Navidades te sentirás sola. Todos celebran en familia, tú no. El rencor te consumirá. Tu salud empeorará, acabarás en el hospital.

A otros los visitarán sus familias. A ti solo una vecina o amiga. Con tu hijo y su “pésima” mujer no quieres hablar.

Al final, vivirás sola, sin ver crecer a tu nieto, sin que nadie te llame abuela, sin felicitaciones. Y será tu decisión.

O puede ser diferente. Cuando me vaya, lo pensarás. Y, como madre inteligente y cariñosa, aceptarás su elección. Si me quiere, será por algo.

No soy tan mala. En el trabajo me quieren, mi madre me adora, soy una buena persona. Seré una gran esposa y madre. Y, sobre todo, quiero a tu hijo, y él me quiere a mí.

Cuando Álvaro te lo diga, felicítalo, acepta su decisión. Sé que no me querrás, pero al menos sé educada.

Yo tampoco siento cariño por ti, pero estoy dispuesta a cambiar.

En la boda te sentaremos en el lugar de honor. Verás a tu hijo feliz, y un poco a mí. Cuando nazca nuestro hijo, serás bienvenida. Tendrá dos abuelas que lo adoran, y eso es maravilloso.

Nunca hablaré mal de ti, y tú no lo harás de mí.

Tenemos algo en común: hacer feliz a Álvaro. Colaboremos. Piénsalo y llámame. Gracias por el café, Natalia. ¡Hasta luego!

Cuando Lucía se fue, Natalia se sentó junto a la ventana, pensativa. ¡Tenía razón! Así sería todo.

¿Qué ganaba peleando? Nada. Solo amargura, mientras otra abuela disfrutaba de su nieto. Ella también quería eso.

Hola, Lucía Acepto tu trato. No quiero acabar sola. Quiero estar cerca de mi hijo, y eso incluye a ti. Y me dejarás al nieto los fines de semana, ¿eh? Ah, y ¿qué le pones al cocido que le gusta tanto a Álvaro?

Lucía rio.

Natalia, tu cocido es igual de bueno, te lo juro. El secreto está en las especias. Me alegro de que aceptes. Será lo mejor para todos. Álvaro tenía razón: eres una madre inteligente y cariñosa.

Tres años después

Álvaro, mira a Javiercito, ¡es tu copia! Qué niño más bueno, ¡qué suerte tener un nieto así! Lucía, gracias por aquel trato. Tenías razón

¿Qué trato? Es la primera vez que lo oigo.

Cositas nuestras, hijo.

Natalia y Lucía se miraron y guiñaron un ojo, cómplices.

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MagistrUm
Natalia Petrovna, hola. Soy Yana, tu futura nuera. Me encantaría quedar para charlar. ¿Cuándo y dónde te viene bien?