Murci ha desaparecido: La conmovedora historia de un gato perdido en España

**Murillo desapareció**

¿Natalia, estás en casa? Igor entró corriendo en el piso y se quedó paralizado al ver a su esposa en el recibidor. Estaba agachada, sollozando desconsoladamente. No entendí nada de lo que me dijiste. Llorabas tanto que no se te entendía. Y luego, como si fuera poco, el móvil se quedó sin batería. ¿Qué ha pasado, Natalia? No te reconozco.

Murillo ha desaparecido logró articular Natalia entre lágrimas. No está en casa.

¿Cómo que ha desaparecido? Igor frunció el ceño. ¿Adónde podría haber ido? Explícamelo bien. ¿Seguro que no se ha escondido en algún rincón?

No. Tu hermana Vicky En fin, dijo que Murillo salió corriendo al portal cuando ella salió con Miguelito a dar un paseo. Pero tú lo sabes, Igor, nuestro Murillo él jamás se escaparía por su cuenta. ¿Para qué iba a querer salir a la calle, si ahí fue donde casi muere? Creo que lo soltó a propósito

¿Qué? Igor apretó los puños. ¿Dónde está ella ahora? ¿Dónde está Vicky?

Creo que ha ido al supermercado No lo sé. He estado buscando a Murillo todo este tiempo, pero no aparece por ninguna parte. Nadie lo ha visto. ¿Cómo puede ser, Igor? ¿De verdad una persona es capaz de tanta bajeza? Arrojar a un ser indefenso a la calle. En pleno invierno. ¿Es eso de humanos?

Un ser humano, no. Pero Vicky Vicky sí puede. Sobre todo porque ya ha hecho algo parecido antes. No te preocupes, hoy mismo le cierro la puerta. Ay, por qué demonios la dejamos entrar

***

Un mes atrás

Igor caminaba hacia la parada del autobús cuando algo gris bajo la nieve llamó su atención.

Al principio pensó que era una piedra. Pero era extraña: no solo estaba allí, sino que además temblaba como una vieja nevera soviética.

Tal vez fue eso lo que lo atrajo. Nunca había visto, y menos oído, que una piedra temblara de frío.

Para satisfacer su curiosidad, se apartó del camino y se acercó.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que no era una piedra, sino un pequeño gatito gris.

Vaya murmuró Igor, rascándose la nuca. ¿Qué haces aquí, pequeñín?

Aunque era una pregunta retórica.

Cualquiera sabía qué hacía un animal doméstico en la calle. Sobrevivir como podía Y aquel gatito no era una excepción.

No maullaba, no pedía ayuda No. Solo estaba allí, temblando.

Parecía haberse resignado a que nadie se fijara en él. Por eso ni siquiera intentaba llamar la atención. En cambio, se limitaba a buscar un poco de calor.

Igor lo levantó con cuidado, quitándole la nieve del pelaje, y lo metió bajo su abrigo. Sosteniéndolo con una mano, corrió hacia la parada, donde acababa de llegar el autobús.

Durante el trayecto a casa, recordó que Natalia llevaba tiempo queriendo un gatito así, gris y atigrado, pero nunca encontraban el momento de ir juntos a un refugio.

Y ahora el destino se lo había puesto en el camino. Y cuando el destino te da algo, hay que aceptarlo.

Natalia, tengo una sorpresa para ti anunció Igor al entrar en el piso.

Ay, últimamente me mimas demasiado sonrió su esposa, saliendo al recibidor. Primero unos pendientes de oro, luego el móvil nuevo que tanto quería, ahora entradas para el cine. ¿Qué será esta vez? ¿Un viaje a una estación de esquí?

¡Algo mejor! Igor abrió la cremallera de su abrigo y sacó al gatito. ¡Mira! Lo encontré en la calle. ¿No querías uno así? ¿Gris y atigrado?

Dios mío susurró Natalia. Está helado, pobrecito. Dámelo, lo calentaré. Y tú, quítate el abrigo, lávate las manos y ven a la cocina. La cena está lista.

Natalia miró al gatito y sonrió. Es precioso

Así fue como Igor y Natalia conocieron a Murillo. Dieron vueltas al nombre, barajando opciones, pero al final se decidieron por el “clásico”.

Creo que Murillo le queda mejor que Tomás o Lucas.

Estoy de acuerdo, cariño.

Este feliz suceso ocurrió a finales de noviembre, cuando cayó la primera nieve. Así que el gatito no llegó a conocer los “encantos” de la vida callejera en invierno.

Y menos mal. Porque para muchos, esa prueba es la última

En las dos semanas que Murillo llevaba en su nuevo hogar, Natalia e Igor se habían encariñado muchísimo con él.

O, más bien, lo habían querido desde el primer día, pero con cada jornada ese cariño crecía.

El gatito también los adoraba a ellos eran buenas personas. De esas que no harían daño ni lo abandonarían, como sus anteriores dueños. Por eso se sentía seguro.

Incluso cuando, por accidente, tiraba algo de la mesa o del armario, no lo regañaban, solo le pedían que tuviera más cuidado la próxima vez.

«¡Por supuesto!», maullaba Murillo en respuesta, saltando por décima vez en el día sobre la cómoda del dormitorio y tirando el mando de la tele.

En fin, todo iba bien hasta que un día llamaron a la puerta.

¿Quién puede ser un domingo por la mañana? Igor se frotó los ojos y miró el reloj de pared: eran las seis y media.

Afuera aún estaba oscuro.

¿Los vecinos? sugirió Natalia. ¿A lo mejor les pasa algo?

Voy a ver.

Cuando Igor abrió la puerta, se encontró con su hermana Vicky. Y no estaba sola: llevaba a su hijo Miguelito, que entonces tenía cinco años.

Hola, hermanito sonrió ella. Hemos venido de visita. ¿No te importa, verdad?

Bueno, la verdad

Ya, ya, sé que hay que avisar. Pero es que ha sido todo tan rápido que no he podido llamar. Y a estas horas, seguro que no coges el teléfono. Así que he decidido venir. ¿Nos dejas pasar? Y ayúdame con la maleta, que subirla al cuarto piso casi me mata.

Igor, por supuesto, les dejó entrar. Pero la maleta lo desconcertó. Porque la gente no suele llevarlas cuando va de visita.

¿Te ha pasado algo?

¿No se nota? respondió Vicky con otra pregunta. Mi marido me ha echado de casa. Se ha buscado otra, ¿te lo imaginas? Y yo no tengo adónde ir. Si no te importa, me quedaré un tiempo con vosotros. Hasta que decida qué hacer. Además, así pasamos juntos la Nochevieja. ¿No mola? Hace cuatro años que casi no hablamos. Y al fin y al cabo, somos familia.

Sabes por qué no hablamos No se puede construir una relación sobre mentiras.

Ay, déjalo ya. “A quien recuerda lo pasado, se le nubla la vista”, que dice el refrán. ¿Cuánto vas a seguir reprochándomelo? Cometí un error, ¿y quién no? Todos nos equivocamos.

Igor iba a contestar, pero en el último momento cambió de idea.

No quería empezar el día con una pelea.

Además, Natalia no aprobaría que se pusiera “tan duro” con su hermana, recién echada de casa por su marido.

Aunque Vicky se lo merecía.

La cuestión era que, cinco años atrás, había muerto el padre de Igor y Vicky. Llevaba tiempo sin vivir con ellos, pero siempre les ayudaba. Y en la ciudad tenía un

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