Nunca he amado a mi esposa y se lo he dicho en varias ocasiones. No era culpa suya, de hecho, vivíamos bastante bien. Ella nunca montaba escenas ni me reprochaba nada, siempre era amable y atenta. Pero el problema seguía ahí: no había amor.
Cada mañana, me despertaba con la idea de marcharme. Soñaba con encontrar a una mujer a la que de verdad amara. Pero jamás habría imaginado cómo el destino lo cambiaría todo.
Con Lucía, me sentía cómodo. No solo llevaba la casa a la perfección, sino que además era radiante. Mis amigos me envidiaban y no entendían cómo había tenido tanta suerte con mi mujer.
Yo tampoco lo entendía. ¿Qué había hecho para merecer su amor? Soy un hombre corriente, sin nada especial comparado con otros. Y, sin embargo, ella me amaba ¿Cómo era posible?
Su amor y entrega no me dejaban en paz. Pero lo que más me atormentaba era pensar que, si me iba, otro ocuparía mi lugar. Alguien más rico, más atractivo, más exitoso.
Cuando la imaginaba con otro hombre, me volvía loco. Era mía, aunque nunca la hubiera amado. Ese sentimiento de posesión era más fuerte que la razón. Pero, ¿se puede pasar toda una vida con alguien a quien no se ama? Creía que sí, pero me equivocaba.
«Mañana se lo digo todo», decidí al acostarme. Por la mañana, durante el desayuno, reuní valor.
Lucía, siéntate, necesito hablar contigo.
Claro, te escucho, cariño.
Imagina que nos divorciamos. Me voy, vivimos separados
Lucía se rio:
¡Qué ideas más raras! ¿Es un juego?
Escúchame hasta el final. Es en serio.
Vale, lo imagino. ¿Y luego?
Responde con sinceridad: ¿encontrarás a alguien más si me voy?
Javier, ¿qué te pasa? ¿Por qué piensas en irte?
Porque no te quiero y nunca te he querido.
¿Qué? ¿Estás de broma? No entiendo nada.
Quiero irme, pero no puedo. La idea de que estés con otro no me deja tranquilo.
Lucía reflexionó un momento y luego respondió con calma:
No encontraré a nadie mejor que tú, así que no te preocupes. Vete, no estaré con nadie más.
¿Lo prometes?
Por supuesto me aseguró Lucía.
Espera, pero ¿adónde debería ir?
¿No tienes ningún sitio?
No, siempre hemos estado juntos. Probablemente debería quedarme cerca de ti dije con tristeza.
No te preocupes respondió Lucía. Después del divorcio, cambiaremos el piso por dos más pequeños.
¿En serio? No esperaba que me ayudaras así. ¿Por qué lo haces?
Porque te quiero. Cuando amas a alguien, no puedes retenerlo en contra de su voluntad.
Pasaron unos meses y nos divorciamos. Poco después, descubrí que Lucía no había cumplido su promesa. Había encontrado a otro hombre, y los pisos que heredó de su abuela nunca los había pensado compartir. Me quedé sin nada.
¿Cómo puedo confiar en las mujeres ahora? No tengo ni idea.
¿Qué opinas del comportamiento de Javier?