Creía que mi marido tenía una amante, así que instalé una cámara oculta, pero la realidad fue peor: ojalá solo hubiera sido infiel.
Desde hacía tiempo, sentía que algo no iba bien con mi marido. Estaba nervioso, se quedaba hasta tarde en el trabajo, hablaba en voz baja por teléfono y colgaba en cuanto me acercaba. Su mirada estaba ausente, evitaba el contacto, como si me tuviera miedo.
Intenté no pensar lo peor, pero los celos me consumían por dentro. Todo apuntaba a una infidelidad: llegadas tarde a casa, mensajes extraños que borraba al instante, el aroma de perfume en su ropa. Estaba segura: tenía a otra.
En mi desesperación, tomé una medida drástica: instalé una cámara oculta en su lugar de trabajo. Pensé que, si veía a otra mujer, me dolería, pero al menos sabría la verdad.
Cuando vi las grabaciones, mi corazón se detuvo. Hubiera preferido verlo con una amante que lo que descubrí…
Apreté el play con nerviosismo. En la pantalla apareció una mujer con un vestido rosa chillón, joven, atractiva, con pendientes brillantes y un maquillaje cargado. Pensé de inmediato: es ella, la amante.
Mi marido se acercó a ella con calidez. Se abrazaron como viejos amigos y empezaron a hablar animadamente. Le sonreía de una forma que no había visto en meses. Mi corazón se rompió.
Casi quise apagar el vídeo para no seguir viendo, pero algo me obligó a continuar.
Tras unos minutos, empezaron a susurrar. La mujer sacó una carpeta de su bolso y le mostró unas fotografías. Casi no podía creer lo que veía.
Eran imágenes de distintas personas, con fechas y anotaciones extrañas. Mi marido las examinó detenidamente, hizo preguntas y luego comenzaron a discutir detalles.
Este habla demasiado dijo la mujer de rosa. Mejor eliminarlo antes de fin de mes.
Mi marido asintió y anotó algo en una libreta.
Sentí cómo la sangre se helaba en mis venas. Hablaban de asesinatos: cómo borrar huellas, cuánto costaría y quién cobraría. Esas sonrisas, esos comentarios bromistas… Todo se convirtió en puro terror.
Al principio, estaba celosa de otra mujer. Ahora solo desearía que fuera eso. Porque la verdad es que mi marido se había convertido en cómplice de esa mujer de rosa… y juntos planeaban verdaderos crímenes.