El hombre se apresuraba hacia el aeropuerto. Pero lo que vio por el camino le sorprendió tanto que tuvo que detenerse.
Todo transcurría con normalidad aquel día, excepto por la intensa lluvia que caía sin cesar. Iba camino al aeropuerto para tomar su vuelo cuando, de repente, divisó a una mujer bajo la lluvia con un niño pequeño en brazos. Por un instante, intentó seguir su camino sin distraerse, pero un remordimiento de conciencia le hizo frenar, bajarse del coche y acercarse a ellos.
Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarles? ¿Por qué están aquí bajo la lluvia con este pequeño? preguntó.
No tengo adónde ir respondió la mujer con voz temblorosa. Mi marido nos echó de casa y no sé qué será de nosotros.
Sin dudarlo, el hombre sacó las llaves de su piso y le pidió al conductor que los llevara allí, asegurándose de que tuvieran todo lo necesario hasta su regreso. El chófer los recogió y partió hacia la vivienda, mientras él continuó su viaje al aeropuerto.
Dos semanas después, al volver de su viaje, se dirigió a su casa. Llamó a la puerta, pero nadie respondió. Al notar que no estaba cerrada, entró con cautela.
Lo que encontró dentro lo dejó sin palabras
Quedó paralizado en el umbral, con el corazón acelerado. En el salón había una mujer con un niño, pero sus rostros no eran los mismos que había visto bajo la lluvia.
Los juguetes estaban ordenados en el suelo, la mesa estaba puesta con una cena recién hecha, y sobre el piano había una pequeña nota: *”Gracias por su bondad. Ya estamos en casa.”*
Sin embargo, su mirada se fijó en un rincón de la habitación. Allí, envuelto en una manta suave, había otro niño acurrucado.
Era un desconocido para Javier, pero de algún modo le resultaba familiar. Tenía los mismos ojos que el niño de aquel día, solo que ahora parecía tener casi siete años.
La mujer alzó la vista y le sonrió con dulzura, aunque en sus ojos se escondía inquietud: Nos encontró solo. Lo llamamos nuestro milagro.
Javier sintió cómo la tensión abandonaba su cuerpo, pero en su interior crecía una extraña sensación. No era solo gratitud, sino algo más profundo: un misterio que guardaba un descubrimiento asombroso.