Joven se casa con un anciano para salvar a su familia, pero en la primera noche de bodas él hizo algo espantoso

Hace muchos años, en un pueblo de Castilla, una joven llamada Inés, de apenas diecinueve años, vestía un blanco traje de novia mientras sonreía a los invitados. Todo parecía un cuento de hadas: el lujoso salón de banquetes, los miles de claveles y rosas, el vino que fluía como un río, los distinguidos invitados ataviados con sus mejores galas.
Pero detrás de aquella fachada de esplendor se escondía la verdad: sus padres habían concertado su matrimonio con un adinerado anciano, don Gonzalo de la Vega, que rondaba los setenta años. La familia de Inés no tenía opción; su padre había perdido una fortuna en el juego, y su madre luchaba por mantener el hogar y un mínimo de decencia.
Don Gonzalo les ofreció una solución: el matrimonio. Inés sabía que no era amor, pero no se resistió. Sabía que su sacrificio salvaría a su familia, y aceptó su destino con resignación.
La boda fue espléndida. Los invitados alzaron sus copas, brindando por la felicidad de los recién casados. Don Gonzalo lucía satisfecho, sosteniendo la mano de su joven esposa, mirándola con ojos que ocultaban sus verdaderas intenciones. Entre los presentes, unos murmuraban envidiosos de su “buena suerte”, otros la compadecían en silencio. Nadie imaginaba el tormento que aguardaba a Inés en la primera noche de bodas.
Al caer la noche, cuando los últimos invitados se marcharon, la joven esposa entró en el dormitorio nupcial. Un denso silencio envolvía la habitación. En el lecho, don Gonzalo yacía vestido con una camisa blanca, su cabeza ligeramente alzada sobre la almohada.
Parecía dormido, pero sus ojos estaban cerrados. Inés se acercó lentamente, sentándose al borde de la cama, retorciendo sus manos con nerviosismo. Aguardaba el momento que más temía. Pero entonces, ocurrió algo espantoso.
Los segundos se alargaban como horas. Ella rozó su mano y sintió un frío que le heló la sangre. El corazón le dio un vuelco.
Don Gonzalo… susurró.
No hubo respuesta.
En un arrebato de pánico, sacudió su hombro, pero su cuerpo permaneció inmóvil. El pecho del anciano no se alzaba. Un infarto le había arrebatado la vida justo en la noche de bodas.
Los criados entraron corriendo, llamaron a los médicos, pero todo fue inútil. Inés, de solo diecinueve años, se convirtió en viuda el mismo día que se casó.
Al amanecer, la noticia sacudió a todo el pueblo: la repentina muerte del acaudalado don Gonzalo dejó a todos boquiabiertos. Pero lo más sorprendente estaba por llegar.
Según su testamento, toda su fortuna las tierras, las casas, los carruajes, las joyas, las propiedades pasaba a manos de su joven viuda.
De la noche a la mañana, Inés pasó de ser la hija de una familia arruinada a la mujer más rica de la región. Su vida dio un giro inesperado. Un día antes, se resignaba a pasar años junto a un hombre al que no amaba. Ahora, el destino le abría puertas que jamás hubiera soñado cruzar.

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Joven se casa con un anciano para salvar a su familia, pero en la primera noche de bodas él hizo algo espantoso