El anciano no dejaba de repetir un nombre. Cuando descubrimos de quién se trataba, las lágrimas rodaron por nuestras mejillas sin poder evitarlo.
Parecía que el viejo no sobreviviría la noche. Su respiración era débil, la tos lo consumía y la fiebre le había dejado los labios secos. Pero ahí estaba, murmurando una y otra vez:
Toby Toby
Al principio, pensamos que hablaba de un ser queridoun hijo, quizás, o un viejo amigo. Con cuidado, le pregunté:
¿Quién es Toby?
Con un hilo de voz, respondió:
Mi fiel compañero Lo echo tanto de menos.
Ahí lo entendimos todo: hablaba de su perro. Llamé a su hija, que venía apresurada desde otra ciudad. Cuando mencioné a Toby, rompió a llorar:
Es nuestro golden retriever, tiene trece años. ¡Dios mío!
Mientras su padre estaba en el hospital, Toby se había quedado con su hermano.
Decidimos organizar un reencuentro. Una enfermera convenció a los médicos, y al cabo de unas horas, la puerta de la habitación se abrió. Entró Toby.
Cuando el perro vio a su dueño, ocurrió algo que nos dejó a todos sin palabras.
El anciano, por primera vez en días, abrió los ojos y susurró:
Toby, ¿la encontraste?
Intercambiamos miradas con su hija. Ella preguntó:
¿A quién?
No hubo respuesta. Pero en ese momento, Vicenteasí se llamaba el viejopareció tranquilizarse. Su respiración se calmó, y sus dedos se aferraron al pelaje del perro.
Ya me salvó una vezmurmuró. En la nieve, cuando nadie me creía.
Días después, la salud de Vicente mejoró. Toby no se separó de su cama ni un segundo.
Una tarde, me llamó y me preguntó:
¿Crees que un perro puede salvar a una persona?
Miré a Toby y contesté:
Pues parece que sí.
Toby no me salvó a mídijo Vicente. Salvó a una chica de la calle de al lado. A Lucía.
Fue hace trece años. Ella tenía dieciséis, y todos creyeron que se había escapado. Pero yo sabía que algo iba mal.
Me contó cómo, día tras día, buscó a Lucía con Toby en los bosques y barrancos. Nadie le hizo caso.
Hasta que, una tarde, el perro se detuvo al borde de un matorral y empezó a ladrar. Allí encontraron una bufanda y a Lucía, casi helada, pero con vida.
Resultó que su padrastro la había maltratado, y ella intentó huir. La dejaron en el bosque, y de no ser por Toby, jamás la habrían encontrado.
Lucía vivió un tiempo con Vicente, hasta que una familia de acogida se la llevó. Se escribieron durante un tiempo, pero luego perdieron el contacto. Y Toby la esperó toda su vida.
Le conté la historia a una amiga, y ella encontró un viejo recorte de periódico: «Perro guía a hombre hasta joven desaparecida».
Hasta había una foto.
Publiqué la historia en internetsin nombres, solo la historia de Toby, Vicente y Lucía. Al cabo de unos días, llegó un mensaje:
Me llamo Lucía. Creo que hablan de mí.
Fue al hospital con su hija de cinco años. Con timidez, preguntó:
¿Señor V.?
Vicente sonrió:
Toby, la encontraste. De verdad que la encontraste.
Desde entonces, Lucía lo visitó cada día.
Ustedes siempre fueron mi familiale decía. Déjeme cuidar de usted.
Con permiso médico, Vicente se mudó a su casa.
Toby volvió a ser felizcon jardín, sol y una nueva amiguita que le leía cuentos.
Vicente vivió un año y medio más, rodeado de cariño. Cuando partió, Toby se acostó a su lado y no se movió en horas.
En el funeral, Lucía dijo:
Vicente no solo me salvó la vidame dio fe en mí misma. Y Toby me encontró dos veces.
En su jardín, colocaron una placa:
«Tobyángel de la guarda. Buen chico, para siempre.»
Y abajo, una frase pequeña:
«No paraba de llamar a Toby. No sabíamos quién era. Ahora nunca lo olvidaremos.»