La mujer entregó a su nieto recién nacido a desconocidos. Esto es lo que pasó después.
Soñaba con una casa y con una mujer que se parecía mucho a la que ahora tenía frente a él. Esos sueños los tenía cuando era niño y lloraba por las noches, enfermo de fiebre. La mujer en sus sueños no tenía rostro, solo unos ojos que brillaban como llamas. Le daba miedo, le parecía un fantasma. Entonces lloraba y llamaba a su madre. Ella se acostaba a su lado, lo abrazaba contra su pecho y lo santiguaba.
Así era la vida.
Los chiquillos del pueblo ya no pasaban por su casa en Navidad pidiendo aguinaldo. Ahora corrían donde les daban unas monedas en lugar de un panecillo. El licor que tenía Martina tampoco era de los buenos, casero y fuerte. Solo Félix, el vecino, cuando ya andaba bien bebido y apenas podía sostenerse, se atrevía a asomarse por su puerta:
¡Echa, Martina, que llueva alegría y salud para el año nuevo! balbuceaba, repitiendo la cantinela de siempre.
Ella le servía y se tomaba un par de copas con él, así dormía mejor. Lo único malo era que Félix, con el alcohol, soltaba palabras que dolían más que un pellizco.
Así es como vamos acabando, Martina. Mi vieja y yo somos como dos troncos secos en el monte. Pero al menos no tenemos a nadie que nos eche de menos. ¡Nadie! Pero tú tienes una hija
¡Bebe y cállate, que hablas más que el Perro cuando ladra! ¡Claro que tengo una hija! ¡Aunque solo Dios sabe dónde anda! Así que vete a tu casa y no seas bocazas. ¡Lárgate! le espetó, casi empujándolo.
Félix no se movía, aunque ella ya lo estaba echando a empellones.
Sé por qué estás enfadada Lo sé. Y todo el pueblo sabe que entregaste a tu nieto a extraños. Dime que no es verdad. ¡Dímelo! Ja ¿Sabes lo que dicen las viejas? Que ese niño te visita en sueños. Por eso tienes los ojos encendidos de noche, ¡porque le temes! ¿Eh? ¿Le tienes miedo? se burló, acercándose a su cara.
¡Escucha, borracho maloliente! ¡Lárgate y no vuelvas más! ¡Olvídate de este camino! Martina lo agarró por el cuello de la camisa mugrienta y lo echó a la calle como si fuera un gato asqueroso.
¡Te has vuelto loca, Martina! ¡Déjame! forcejeó, pero no pudo zafarse.
¡Nunca más! ¿Me oyes? ¡Nunca vuelvas! le gritó.
Él solo se rió. Pero cumplió su palabra y no volvió, ni a pedir copa ni a charlar. Quizás por vergüenza, quizás por miedo. Ella lo habría perdonado si hubiera aparecido de nuevo, porque, como dice el refrán, “mal de muchos, consuelo de tontos”. Nadie supo lo que le dijo pero era verdad. Y la verdad duele.
A ella, en efecto, le visitaba un niño en sueños. Nunca podía verle la cara, solo unos ojos brillantes. Se quedaba en el umbral, pidiendo entrar, pero nunca avanzaba. Lo soñó tantas veces que ya no sabía si era un sueño o algo más.
* * *
El sol ya estaba alto cuando Martina entendió que Félix no vendría ese día. Recordó aquel altercado y hasta le pareció sentir en los dedos el tacto grasiento de su camisa. Se sentó sola a la mesa y se sirvió una copa. ¡Era Navidad!
En el patio, el Perro empezó a ladrar como loco, y la puerta chirrió. Alguien entraba.
Felices fiestas. ¿Puedo pasar a cantar el aguinaldo? en el umbral había un joven apuesto.
Martina se levantó de un salto y se quedó tiesa ante él:
Pase, si es su voluntad
Para salud y alegría en el año nuevo el desconocido esparció unos granos de trigo.
Ella no le quitaba ojo. Notó que, mientras cantaba, sus ojos recorrían cada rincón de la casa. “¿Vendrá a robarme?”, pensó, asustada. Ojalá estuviera Félix
¿Buscaba algo en concreto? ¿O solo vino a cantar? ¿Quién es usted? preguntó, insegura.
Dicen que al que canta el aguinaldo hay que convidarle. Pero no se preocupe, yo traigo de todo dijo, acercándose a la mesa y sacando de su bolsa vino, embutidos y dulces.
Martina, aturdida, sacó de la cocina una cazuela de patatas con chorizo y se sentó frente al invitado, que ya había puesto la mesa como si fuera su casa.
“Será algún hijo de Luisa pero es muy joven. ¿Para qué lo habrá mandado?”, pensó mientras servía la comida.
El joven llenó dos vasos de vino, y ella no supo cómo reaccionar. Algo tenía que decir.
No es de por aquí, ¿verdad? ¿Busca a alguien?
Sí ¿Usted es Martina Jiménez?
La misma.
¿Su marido era Pedro García?
Era ya falleció.
¿Y su hija es Luisa Mart