Sin opción alguna

**Diario de un padre**

En segundo año de universidad, conocí a una chica encantadora llamada Lucía. Tenía el pelo rubio, unas mejillas siempre sonrosadas y una mirada cálida que me perturbaba. Nos cruzábamos en los pasillos, pero fue en una fiesta de estudiantes donde finalmente hablamos. La invitar a bailar fue la excusa perfecta.

Bailas muy biendije, intentando halagarla mientras ella reía con ganas.

¿Qué tiene de difícil? Solo hay que moverse con ritmocontestó, disfrutando cada paso.

Desde esa noche, empezamos a salir. Nuestro romance ardiente terminó en boda. Vivíamos en la residencia universitaria, compartiendo una habitación que nos asignaron. Poco después, apareció una cuna en nuestra pequeña estancia. Lucía estaba embarazada.

Carlos, ¿cómo vamos a seguir con los estudios cuando nazca nuestro hijo? Una sola habitación Quizá deba pedir una excedencia. Será una pena, terminarás la carrera antes que yo.

Lucía, no te adelantes. Cuando nazca, ya pensaremos. No somos los primeros ni los últimos en esta situación. Mira a Javier, de mi clase, cría gemelos y sigue estudiandorespondí, intentando calmarla.

Llegó el día, y Lucía dio a luz a un hermoso niño al que llamamos Pablo. Éramos felices, aunque los primeros meses fueron duros. Pero Pablo era tranquilo, casi como si supiera que sus padres necesitaban descansar. Dormía bien y apenas nos daba problemas.

Turnábamos las clases y los estudios. Lucía logró evitar la excedencia, aunque cuando Pablo enfermaba, su madre venía desde un pueblo cercano a ayudarnos.

Hija, ¿por qué no lo lleváis al pueblo?insistía su madre.

No, mamá, saldremos adelante. Si es necesario, te llamaremos.

Terminamos la universidad, y aunque pensé que las dificultades nos unirían más, no fue así. Lucía heredó un piso de su abuela, y con nuestros trabajos, nos mudamos. Pablo empezó la escuela infantil.

No supe cuándo comenzaron los problemas. Lucía se volvió fría, distante. Empezó a costarnos entendernos. Me preguntaba si nuestro amor de juventud había sido real o solo un flechazo pasajero. O si seguíamos juntos por Pablo.

Carlos, tenemos que divorciarnosme dijo un día. He conocido a alguien. Te respeto como padre de Pablo, pero esto ya no funciona.

No estoy preparado para estoreplicué. ¿Y Pablo? ¿Has pensado en él?

Siempre pienso en él. Esto será lo mejorrespondió con calma.

¿Lo mejor? ¿Que otro hombre lo críe? ¡Soy su padre!protesté.

Es un niño, pero no va a crecer en una mentira. Nos queremos, pero no como parejadijo con tristeza.

Sabía que tenía razón, pero el corazón me negaba aceptarlo. No quise firmar el divorcio, temiendo perder a mi hijo.

Pablo seguirá siendo tuyoinsistía Lucía. Los padres no se divorcian de sus hijos.

Pero yo no quería ser un padre de fin de semana. Salí a caminar, furioso, preguntándome qué haría. Sabía que ningún juzgado me daría la custodia. Lucía era una buena madre, tenía un piso y un buen trabajo.

Al final, hablé con un abogado amigo.

Puedes negarte, pero ¿qué vida tendréis? Pablo sufrirá, verá discusiones, resentimientome advirtió. ¿Qué ejemplo quieres darle?

Era cierto. Hablé con Lucía otra vez, pero la discusión se torció.

Solo aceptaré el divorcio si Pablo se queda conmigodije.

¡Estás chantajeándome!gritó ella. ¡No te importa él, solo joderme la vida!

Gritamos, nos callamos, y luego empezamos a usar a Pablo como mensajero.

Pregúntale a mamá dónde está mi jersey.

Dile a papá que me recoja hoy.

Pablo notaba la tensión. Lucía le decía que estábamos enfadados, pero no entendía por qué.

Fui a ver a mi madre, desesperado.

Hijo, estás pensando en ti, no en Pablome dijo con firmeza. Si de verdad lo quieres, déjalo ir. No tienes elección.

Sus palabras me calmaron. Regresé a casa y acepté el divorcio, con la condición de ver a Pablo cuando quisiera. Lucía accedió.

Le dije a mi hijo:

Pablo, tu madre y yo viviremos separados, pero te quiero igual. Vendrás a verme, iremos al cine, al parque

Lo entiendo, papárespondió con seriedad. No dejaré sola a mamá, pero te veré.

Eres un hombresonreí, orgulloso.

Ahora vivo solo. Lucía está con Daniel y Pablo. Duele, pero sé que es lo correcto.

**Lección:** A veces, amar significa soltar, aunque duela. La felicidad de un hijo vale más que nuestro orgullo.

Rate article
MagistrUm
Sin opción alguna