**No desafíes al destino**
Desde la altura de su experiencia, Esperanza ha llegado a entender, incluso a creer firmemente, que en la vida nada ocurre por casualidad. Cada encuentro, cada persona que cruza tu camino, está escrito en el libro del destino.
Y por mucho que hablen de coincidencias o casualidades, no es así asegura con convicción. Algunos piensan que el destino se puede cambiar o engañar, pero nadie lo ha logrado jamás. Todo el mundo tiene un esqueleto en el armario, enterrado muy hondo, del que nadie debe enterarse reflexiona a veces en voz baja. Yo también lo tengo, como cualquiera. Pero no quiero que nadie lo descubra.
Miraba por la ventana el cerezo silvestre en flor y recordaba un mayo igualmente radiante. El aroma de las lilas llenaba el aire cuando Esperanza y Fe volvían del instituto, cursando el último año. En aquel entonces, era el curso final, y las chicas se preparaban para los exámenes. Desde niñas, habían sido inseparables: vecinas, compañeras de clase. Cuántos secretos guardaban entre ellas. Fe era más tímida y delicada, con mejillas que siempre enrojecían como amapolas, tan tímida que, quizás por eso, sus mejillas parecían manzanas maduras. Esperanza, en cambio, era vivaracha y audaz, siempre defendiendo a su amiga de cualquier situación.
Fe, ¿en serio no puedes contestar o devolver el golpe como es debido? Así nadie se metería contigo. No te cortes, dale un libro por la cabeza a ese Fede de una vez, y verás cómo deja de atar tu trenza a la silla le enseñaba Esperanza.
Fe tenía una trenza larga, y ese Fede, que se sentaba justo detrás de ella, la ataba disimuladamente al respaldo de la silla sin que ella se diera cuenta. Cuando intentaba levantarse, caía de golpe, provocando las risas de la clase. Claro, nadie sospechaba que Fede estaba secretamente enamorado de ella, y esa era su torpe manera de llamar su atención. A Fe no le gustaba; le parecía demasiado revoltoso y poca cosa.
Espe, no puedo pegarle con un libro, me da pena, aunque se lo merezca respondía Fe.
Pues mira, la próxima vez me ocupo yo prometía Esperanza.
Bueno, déjalo, no le hagas caso contestaba su amiga con timidez.
Tras acabar el instituto, ingresaron juntas en un ciclo formativo para estudiar comercio. Seguían siendo inseparables, aunque Fe había ganado algo de seguridad. Esperanza salía con Quique, de otra clase, y pasaba las tardes de citas, mientras Fe se quedaba en casa.
Oye, Fe, ¿por qué no te presento a un amigo de Quique? Es buena gente, aunque un poco payaso, siempre soltando chistes se reía Esperanza. Podríamos salir juntos. Sergio ya preguntó si tenía alguna amiga.
No, Espe, no quiero que me presenten a nadie. Ya sabes que quiero enamorarme de verdad, para siempre.
Pues te quedarás esperando al príncipe azul. ¿Vienes mañana al cine con nosotros? insistía.
A Fe no le gustaba entrometerse; creía que tres eran multitud. Y no quería forzar nada, confiaba en que el destino la llevaría a conocer a alguien cuando fuera el momento.
Un día, Fe notó que su amiga estaba rara:
¿Te pasa algo, Espe? Estás como triste.
Me he peleado con Quique. Fuimos al cine juntos, pero al llegar vio a dos chicas y se fue corriendo hacia ellas, riéndose. Yo me quedé allí como un mueble. Pasaron diez minutos antes de que se acordara de mí. Y luego, durante la película, no dejaba de girarse para mirarlas. Al salir, le solté todo lo que pensaba.
¿Y él qué dijo? preguntó Fe, intrigada.
¿Qué iba a decir? Me mandó a paseo y encima me soltó que ya estaba harta de mí. Yo tampoco me quedé atrás y lo mandé a freír espárragos Fin de nuestra historia. Que no se le ocurra acercarse contestó Esperanza con rabia.
Quique no volvió a dirigirle la palabra. Aunque al principio le dolió, pronto lo superó. Cerca del final del curso, las amigas decidieron pasear por el parque. Era primavera, hacía buen tiempo. Charlaban animadamente, Fe llevaba un libro en la mano. De pronto, un chico que pasaba rozó su brazo sin querer, y el libro cayó al suelo. Él se agachó rápidamente, lo recogió y dijo, disculpándose:
Perdona, fue sin querer pero al ver sus sonrisas, también sonrió. Toma. En serio, no fue a propósito.
Bueno, te perdonamos contestó enseguida Esperanza, mientras Fe callaba.
El chico era alto y atractivo, con ojos azules y pelo ligeramente rizado que le caía sobre la frente. Sus miradas se cruzaron, y ambos sintieron al instante una atracción mutua.
Esto sí que no me lo esperaba pensó Fe, mientras él no apartaba los ojos de ella.
Pero, recuperándose, dijo:
Jorge, pero me dicen Jorgito.
Esperanza dijo la otra, tendiendo la mano, y esta es Fe.
Encantado respondió Jorge. ¿Tenéis prisa?
No, solo estamos dando un paseo contestó Esperanza.
A ella le gustó Jorge al instante. Ya había decidido que no lo dejaría escapar. Pero también notó cómo su amiga lo miraba de reojo, con las mejillas encendidas como cerezas.
Vaya, parece que a Fe también le gusta pensó. Bueno, con ella me las arreglaré, es tan tímida que cederá.
A Jorge le llamó la atención Fe. Aunque su amiga charlaba sin parar, él no dejaba de mirarla a ella.
Es increíblemente dulce y reservada. Justo como me gustan pensaba él.
En voz alta, preguntó:
Yo tampoco tengo prisa. ¿Os importa si me uno? mirando a Fe, que por fin sonrió y asintió.
Esperanza respondió al instante:
¡Claro que sí! Será más divertido. ¿Tú estudias o trabajas?
Llevo casi un año trabajando en un colegio, doy clases de física.
Ah, entiendo. A mí no me gustaría ser profesora, demasiado ruido, los alumnos son un desastre.
Esperanza no paraba de hablar, mientras Fe sonreía en silencio. Jorge también hablaba, pero no dejaba de mirar a su amiga.
Fe, ¿por qué no dices nada? preguntó.
Estoy escuchando contestó ella, con las mejillas arreboladas.
Nada se le escapaba a Esperanza. Entendió que Jorge gustaba de Fe, y ella de él. Pasearon largo rato, y él las acompañó hasta casa. Al despedirse, dijo con una sonrisa:
Me alegra que viváis cerca. Hasta mañana, ¿no? Quedamos en ir al cine guiñó un ojo a Fe y se marchó.
Las chicas quedaron impactadas.
No está mal el chico comentó Esperanza. ¿Qué te parece Jorge? Formal y con trabajo.
Está bien contestó Fe, entrando en el portal.
Esperanza no podía dormir, la imagen de Jorge no se iba de su cabeza.
No tiene nada que ver con Quique, que era un ligón. Jorge es serio y divertido.
A Fe tampoco le venía el sueño. De pronto, se dio cuenta de que se había enamorado, y nada menos que a primera vista.
¿De verdad pasa esto? Me gusta mucho Jorge. Pero seguro que Esperanza no lo dejará escapar. Bueno, será lo que tenga que ser.
Al día siguiente, fueron al cine