Después de ocho años de amor, se fue sin más… Dijo que «así será mejor»

Tras ocho años de amor, simplemente se fue… Dijo que “sería lo mejor”.

Hola. Me llamo Valeria, tengo 27 años, vivo en Sevilla, y ahora mismo estoy en ese estado en el que el alma grita, pero nadie escucha. Lo que me ha pasado podría parecer una historia común, incluso trivial. Estoy segura de que hay miles así. Pero cuando el dolor te toca a ti, ya no parece ni ordinario ni cotidiano. Te desgarra por dentro, te roba el sueño, y no sabes cómo levantarte cada mañana.

Viví ocho años con alguien a quien creía mi para siempre. Se llamaba Adrián. Nos conocimos cuando tenía solo diecinueve años, y desde entonces no nos separamos ni un día. Juntos pasamos de todo: el primer piso alquilado, la pobreza universitaria, las noches en vela antes de los exámenes, los primeros trabajos, las primeras equivocaciones. Crecimos juntos. Él me conocía como nadie. Yo creía—si algo era eterno, éramos nosotros.

Y luego, hace una semana, todo terminó.

Simplemente se sentó junto a mí y dijo:
—Valeria, quiero que terminemos. Ya no siento que tengamos un futuro. Te amo, pero esto ya no es lo mismo… Necesitamos separarnos. Será lo correcto. Será mejor para los dos.

Me quedé helada. El aire de la habitación parecía haberse esfumado. No entendía qué estaba pasando. No habíamos peleado. No hubo infidelidades. No hubo drama, traición, mentiras. Éramos, o eso creía yo, felices. Él me decía cada día que me amaba. Cada noche me abrazaba al dormir. ¿Acaso todo había sido mentira?

—¿Hay alguien más? —pregunté.

Bajó la mirada:
—No. Solo que… todo ha cambiado. No puedo explicarlo. Ya no siento lo mismo que antes.

Y yo sigo sintiéndolo. Lo amo. No como en la juventud—loca y con un huracán en la sangre. Sino distinto—profundo, tranquilo, como el aire, como la costumbre de respirar. Él era mi familia. Era mi persona. O al menos, eso creía.

En mi cabeza hay mil preguntas. ¿Miente? ¿Se enamoró de otra? ¿O se sintió atrapado en esta relación y le asustó la responsabilidad? ¿Alguien le habrá dicho que a los treinta la vida apenas comienza, y pensó que yo era parte de un guion viejo que había que tachar?

Pero ¿por qué no dijo la verdad? ¿Por qué me dejó en este vacío, donde todo se derrumba pero no hay nada a qué aferrarse?

Intenté hablar con él. Le rogué que me explicara. Quise entender. Quise que al menos me diera una oportunidad—de luchar, de recuperar lo perdido, de intentarlo de otra forma. Pero él permaneció sereno. Demasiado sereno. Y esa calma era lo que más me mataba.

—Simplemente llegamos al final —dijo—. No hay culpables.

Pero si no hay culpables, ¿por qué me siento castigada?

Ahora estoy sola. Entro en casa y todo me recuerda a él. Ahí está su taza, que nunca lavaba. Su almohada, que no puedo tirar. Su cepillo de dientes, que mi mano se resiste a botar. Hasta el silencio en el piso suena a su voz.

Trabajo, salgo a cumplir con mis obligaciones, sonrío a los conocidos. Todos piensan que todo está bien. Pero por dentro hay un vacío. Tan profundo que dan ganas de aullar.

Leo historias en internet. Alguien sufrió una infidelidad, otro la muerte de un amor, otro un divorcio con hijos. Leo e intento convencerme de que mi dolor no es el peor. De que saldré adelante. De que el tiempo pasará y dolerá menos. Pero, por ahora, no duele menos.

Lo que más duele no es la pérdida, sino la incomprensión. Éramos dos. Éramos uno. ¿Cómo pudo levantarse y simplemente… irse? Sin explicaciones. Sin intentar salvar nada. ¿Cómo pudo amarme ocho años y así—poner un punto final?

No escribo esto para provocar ira. No. Solo no sé cómo sobrevivir en este silencio. En esta imposibilidad de entender. En esta pregunta sin respuesta: ¿por qué?

Si alguien lee esto y ha pasado por algo similar—díganme, ¿cómo lo superaron? ¿Cómo volvieron a creer que el amor no es un capricho, ni un sentimiento pasajero, sino algo real?

Aún no sé cómo seguir. Pero sé una cosa—yo no fingí. Lo mío fue verdadero. Amé de verdad. Y si él no supo conservarlo—perdió más que yo. Porque yo aún sé amar. Y él… solo huyó.

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Después de ocho años de amor, se fue sin más… Dijo que «así será mejor»