El plan salió mal

**El chiste no salió bien**

Siempre alegre y bromista, Juana no podía pasar un día sin gastar una broma. En el colegio era la reina de las risas, y en la universidad, participaba en el grupo de humor. Solo salía con chicos que tuvieran sentido del humor.

—Juani, cambias de novio como de camisa —le dijo una vez su amiga Carmen—. Uno hoy, otro mañana, y ya veo que hablas con un tercero.

—Carmen, ya sabes que para mí el humor es esencial. No soporto a quienes no saben reírse. El primero, Alejandro, jamás sonreía. Y el segundo, Pablo, se desternillaba por cualquier tontería… demasiado.

—Te costará encontrar a alguien que cumpla todos tus requisitos —sonrió Carmen.

—Me gusta reírme, hacer bromas. Quiero a alguien que las comparta —respondió Juana.

—Pero la vida no es solo bromas, Juani. Yo prefiero a alguien serio.

—Cada cual es como es. A mí me gustan los chicos que saben reírse de sí mismos, que ven el lado bueno de las cosas. Lo importante es que las bromas no sean crueles.

Juana adoraba el Día de los Inocentes. En la oficina, siempre intentaba gastar alguna broma a sus compañeros, y rara vez caía en las suyas. Tenía esa intuición.

Había salido con varios chicos: Alejandro era un serio empedernido, y Pablo, aunque al principio parecía gracioso, no entendía su humor. Todo terminó rápido.

**La ruptura**

Cuando conoció a Iván, pensó que era el indicado: alguien con quien compartir risas. Un 28 de diciembre, se escondió tras una esquina y, al pasar él, saltó gritando “¡Buu!” para asustarlo. No funcionó, pero esperaba su venganza.

Sorprendentemente, Iván no respondió. Pero dos días después, mientras Juana llevaba dos tazas de café y una tableta de chocolate, él lanzó a sus pies una serpiente de juguete tan realista que se movía. Ella asustada, soltó la bandeja.

—¡Iván, ¿qué haces?! ¡El café estaba caliente! —gritó indignada.

—Solo era la revancha. No pensé que te asustarías tanto —dijo él tranquilo.

Discutieron, pero se reconciliaron. Sin embargo, un mes después, Iván “bromeó” de nuevo: esta vez con una serpiente viva (inofensiva, pero real). Juana, al verla arrastrarse hacia ella, tiró el té, gritó y se subió a una silla.

Iván se rio, recogió la serpiente y la guardó en una caja.

—¿Tan grave es? Ni siquiera es venenosa —dijo, confundido—. Te gustan las bromas, ¿no?

—¡¿Así se bromea?! Llévate tu serpiente y tus cosas. Fuera de mi piso. Y esta vez lo digo en serio.

Así terminó todo. Juana amaba las bromas, pero inofensivas. En la oficina, todos sabían que era difícil pillarla: mantenía una cara impasible al bromear. Su colega Marcos lo intentaba, pero ella siempre le ganaba.

**El Día de los Inocentes**

Ese 28 de diciembre, Juana llevó pastelitos de manzana (hechos por ella) pero a uno le puso sal y pimienta solo para Marcos.

—Marcos, toma un café. Hice pastelitos —dijo, dejando el “especial” frente a él.

—El café me lo pongo yo. De ti no me fío —se rio él, pero mordió el pastel sin sospechar. Al primer bocado, se llevó las manos a la boca y salió corriendo.

—Juani, ¿nos has puesto algo a nosotros también? —preguntaron los compañeros, nerviosos.

—No, tranquilos. Solo fue para Marcos —contestó ella, riendo.

Él regresó, fingiendo seriedad:

—Me relajé. Sabía que tú no perdonarías esta fecha.

Todos rieron, pero Juana sabía que Marcos no se quedaría sin su revancha.

**La broma descontrolada**

Casi al terminar la jornada, Juana fue a por té a la cocina. Marcos entró y, cortando una manzana, gritó:

—¡Ay, me corté! Juani, ¡tráeme una toalla!

Ella, que odiaba la sangre, buscó frenética una toalla. Al acercarse, la “mano cortada” de Marcos se desprendió y cayó al suelo. Juana palideció y se desmayó.

Al abrir los ojos, vio a todos mirándola con preocupación. Marcos, pálido, se disculpaba sin parar.

—Perdón, no sabía que eras así. ¡Es una mano de plástico!

Ella sonrió débilmente.

—Vaya broma… ¿fracasó o triunfó?

Todos rieron, menos Marcos, que seguía angustiado. Tras el susto, Juana no estaba enfadada, solo avergonzada.

**Algo cambió**

Mirando a Marcos, pensó: *”Es un buen chico. Cariñoso, gracioso… ¿Por qué no lo vi antes?”*

Pronto empezaron a salir. Él incluso confesó:

—Juani, siempre me gustaste. Contigo nunca hay aburrimiento.

—Algo hizo clic —admitió ella.

Se casaron entre risas, incluso la oficiante se rio con ellos. Su matrimonio estuvo lleno de bromas y alegría. Como dicen: *”Si puedes callarte y reírte con alguien, superarás todo”*. Y así fue. Juana y Marcos siguen riendo, porque la risa alarga la vida.

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El plan salió mal