Un obstáculo en el amor

**Obstáculo para el Amor**

Yana rompió con su novio Max, con quien había salido durante mucho tiempo y luego incluso vivieron juntos. Descubrió que una cosa era salir, tener citas y despedidas, y otra muy distinta compartir techo. No pudo soportar la convivencia.

—Resulta que somos totalmente incompatibles, y yo que creía que era amor —pensaba cada noche al volver del trabajo.

—Ahí está otra vez, tirado en el sofá, la cocina llena de platos sucios, migas por todas partes y él absorto en el móvil. Todo en él me irrita. Hoy termino esta relación —decidió firmemente.

Entró en el piso y, como siempre, todo estaba patas arriba. Max seguía en el sofá, “buscando trabajo” desde hacía dos meses. Pero Yana ya entendió que eran excusas: le convenía demasiado vivir a su costa.

—Max, otra vez lo mismo. El sofá, el desorden… Llevo meses aguantando esto. Se acabó. Haz tus maletas y vete —dijo con firmeza, alzando la voz.

—¿Pero tú estás loca, Yana? ¿De qué vas ahora? Si todo iba bien… —Max se incorporó, sorprendido.

—No es de repente. Llevo tiempo pensándolo. No vamos por el mismo camino. Vete, y no me hagas discutir.

—Te arrepentirás. ¿A dónde voy a ir a estas horas? —amenazó.

—A donde quieras. Tus padres viven aquí, así que vete con ellos.

Yana entró en la cocina, lavó los platos con brusquedad y los guardó. Al asomarse a la habitación, vio a Max cerrar su mochila. No tenía muchas cosas. Al pasar junto a ella, murmuró con rencor:

—Lo lamentarás.

Y la puerta se cerró de golpe.

—Cada puerta que se cierra es una nueva oportunidad para encontrar la correcta —recordó Yana de repente. Sonrió, echó el cerrojo y se dejó caer en el sofá. —Por fin. Vida nueva. Debí hacerlo antes. Hasta me siento más ligera. Su negatividad me agotaba, y siempre conseguía que yo acabara sintiéndome culpable.

Sus padres, que detestaban a Max, se alegraron al saber que lo había echado.

—Por fin te libraste de ese gorrón. ¿No te daba rabia que viviera a tu costa? “Buscando trabajo”… ¡Venga ya! —le reprochó su madre, Irene—. Y ya tienes veintisiete años, Yana. Es hora de que encuentres un hombre serio y formes una familia.

Yana lo sabía. Trabajaba como enfermera en el hospital general de la ciudad. No era uno de esos centros tranquilos donde las guardias transcurren sin sobresaltos. No. Atendía a pacientes graves, con traumatismos, llegados a cualquier hora. Cada minuto exigía atención, y a veces ni siquiera tenía tiempo para comer.

Tras las guardias, volvía a casa agotada y hambrienta. Vivía sola desde hacía años, así que cocinar era su responsabilidad. Pero después de trabajar, lo único que quería era descansar. Y Max siempre exigía comida. Ahora, sola, compraba un bocadillo en el quiosco de enfrente, cenaba y se iba a dormir.

Pasaron cuatro meses desde la ruptura. Entonces conoció a Dani. Una tarde, llevó a un amigo herido en un accidente al hospital. Al ver a Yana de guardia, supo al instante que esa enfermera era su destino.

—Qué ojos tiene… Tengo que conocerla —pensó, antes de ocuparse de su amigo.

Cuando todo se calmó, esperó en el pasillo, indeciso. Pero ella salió de la sala y él no lo dudó.

—Perdona, me llamo Dani —fue lo único que se le ocurrió. Ella sonrió.

—¿Y? Ese nombre no me dice nada.

—¡Yana, tráeme el registro del consultorio vecino! —gritó una compañera, y ella salió corriendo.

—Vaya, aquí no hay tiempo para conversar —pensó Dani. Cuando ella pasó de nuevo, preguntó—: ¿A qué hora terminas?

—Mañana por la mañana.

A las ocho, Dani esperaba en la entrada del hospital. Cuando Yana apareció, se sorprendió.

—¡¿Tú?!

—Sí, yo —respondió él, sonriendo—. ¿Cómo te llamas?

—Yana. Y tú eres Dani.

No esperaba volver a verlo. Estaba agotada tras la guardia, pero, curiosamente, no sentía tanto cansancio. Dani le había gustado desde el primer momento. Alto, pelo castaño claro y ojos azules.

—¿Puedo acompañarte a casa? Entiendo que tras doce horas de tensión… No sé cómo aguantáis.

—Estoy acostumbrada. ¿Tú a qué te dedicas?

—Transportes. Mi padre tiene una empresa y yo soy su brazo derecho. Pero tengo tiempo libre.

Quedaron esa noche. Cenaron en una terraza, caminaron por el paseo marítimo y él la llevó a casa en coche. Así comenzó su romance, intenso desde el principio.

Su madre la interrogó:

—Hija, ¿por qué no vienes a vernos?

—Mamá, estoy enamorada. No tengo tiempo.

—Al menos preséntanos a ese hombre —insistió Irene.

—Vale, cuando podamos, iremos —prometió Yana.

Unas semanas después, Yana y Dani fueron a visitar a sus padres.

—Hola, mamá, papá… Este es Dani.

Su madre lo miró y palideció.

—Hola. Pasad.

Durante la cena, Irene apenas habló. Solo su padre hizo preguntas. Dani se sentía incómodo, y Yana no entendía nada.

No se quedaron mucho rato. Al llegar a casa, Dani preguntó:

—Yana, ¿tus padres no me quieren? ¿O siempre son así?

—No, suelen ser alegres. No sé qué pasó.

El problema era que Dani era hijo de los enemigos jurados de sus padres. En su juventud, Alba, la madre de Dani, le había robado el novio a Irene. Ahora, su hijo había cruzado su umbral. Irene jamás perdonó a su ex amiga, aunque Alba se mudó con su marido, un empresario próspero. Irene seguía su vida con envidia: su marido, el padre de Yana, era un capataz de obra que bebía demasiado.

Cuando Yana presionó a su madre para que explicara su rechazo, Irene finalmente confesó:

—La madre de Dani tampoco querrá verte si sabe quién eres. ¿No la conoces aún?

—Sí, me recibieron con cariño.

—Porque no saben que eres mi hija.

Irene no mencionó las calumnias que había difundido sobre Alba. Su ex amiga, más noble, ignoró los rumores.

—Mamá, ¿esto es como Romeo y Julieta? ¿Nuestras familias se odian?

—Nadie dijo odio. Pero jamás perdonaré a Alba. Y tú siempre eliges hombres… Primero Max, ahora Dani.

—Dani es maravilloso. Nos amamos. No me prohibirás estar con él.

—Entonces elige: tu madre o Dani.

Yana dudó cómo contarle a Dani el pasado familiar. Al final, lo hizo. Él la escuchó y dijo:

—Los hijos no pagan por los padres. No es tan grave. Nos casaremos y tu madre se acostumbrará. Además, viviremos solos.

Dani también habló con Alba:

—Mamá, ¿sabes de quién es hija Yana?

—No, pero espero conocerla pronto.

—Es hija de Irene, tu ex amiga. Su madre me rechaza.

Alba guardó silencio un momento.

—No lo sabía. Pero el pasado es pasado. Vosotros tenéis vuestra vida. Todo os irá bien.

Se casaron. Ambos padres los felicitaron, pero mantuvieron distancia. Alba estaba genuinamente contenta; Irene, seria

Rate article
MagistrUm
Un obstáculo en el amor