**Diario de Lucía Mendoza**
Al terminar la carrera de Magisterio, Lucía regresó a su pueblo natal con el sueño de enseñar en el mismo colegio donde estudió. Todos sus compañeros y profesores lo sabían.
“Lucía es tenaz, llegará lejos”, decían de ella.
Entró en el colegio como una mujer segura de sí misma. Cruzó el pasillo y llamó a la puerta del despacho de la directora.
“Buenos días, Doña Carmen”.
La directora alzó la vista por encima de sus gafas. “Lucía Rivas… ¿eres tú?”.
“Sí, cumplí mi promesa. Aquí están mis papeles”.
“Me alegra verte, Lucía Mendoza. Profesora de Historia, ¡qué orgullo!”.
Sus alumnos la probaron al principio, pero con el tiempo ganó su respeto. Poco después, conoció a Javier, ingeniero en la fábrica local. Se casaron, aunque decidieron esperar para tener hijos.
“Un par de años, no más”, dijo Lucía.
Pasaron tres años hasta que alguien le susurró al oído que Javier tenía un romance con una compañera. Él lo admitió entre lágrimas, prometiendo no volver a fallarle.
“Perdóname, Lucía. Nunca más”.
Con el tiempo, volvieron a ser felices. Y cuando nació su hija Martina, Javier se convirtió en el padre más cariñoso.
Los años pasaron. Martina creció, estudió Ingeniería y un día anunció: “Mamá, papá, cuando me gradúe, me caso con Adrián”.
Pero la salud de Lucía empeoró. La llevaron al hospital, donde le diagnosticaron una enfermedad incurable. Javier y Martina la cuidaron hasta el último día.
Después del funeral, Martina encontró una carta en un viejo sobreg. Al leerla, se le heló la sangre.
Lucía confesaba que Javier no era su padre biológico. En su juventud, tras la infidelidad de Javier, ella se había vengado con un profesor de visita, Roberto. Martina era hija de él.
“Martina debe conocer su origen”, escribió Lucía.
Con el corazón en un puño, Martina enfrentó a Javier. Él, devastado, le dijo:
“Te he querido como a mi hija. Eso no cambiará nunca”.
Martina lloró, pero entendió que el amor de su padre era real. Decidió no buscar a Roberto. Javier era todo lo que necesitaba.
Un año después, Martina se casó con Adrián. Ahora tienen un hijo al que Javier adora.
Y aunque las sombras del pasado permanecen, el amor los une más que nunca.