¿Qué le espera a la mujer que ahorra en sí misma? Una aguda observación que podría firmar el mismísimo Miguel Delibes.
– “Cuando pides poco, te dan poco. Primero ahorras en ti, luego todos ahorran contigo…”
Hay una frase que resuena como un campanazo: «Una mujer que se escatima a sí misma solo inspira una cosa en los hombres: ¡ganas de escatimarla aún más!». Primero nos privamos, luego la vida nos priva a nosotros.
La modestia, la educación y la bondad son virtudes que suenan bonitas en las novelas, donde además son recompensadas (siempre entre páginas, claro). En la vida real, la cosa pinta distinta: para cualquiera con malas intenciones, esas cualidades son como un chollo a explotar.
No todas las virtudes brillan igual: a veces, en manos equivocadas, se convierten en herramientas del mal. Si eres bueno como el pan pero te rodeas de gente que no lo es, tu bondad alimentará su egoísmo. ¡Toma nota!
Toda persona amable y modesta debería aprender a leer a los demás, para que no la tomen por tonta. Pero para entender a otros, primero hay que entenderse a una misma: ¿por qué las mujeres se privan tanto y qué ganan con ello?
Nadie te va a dar las gracias por sacrificarte. Y no hablamos solo de dinero: renunciar a descansar, desvivirse por los demás, enterrar tus deseos… eso es ahorrar en tu propia vida.
La gente se acostumbra: si pides migajas, te darán migajas. Primero te limitas tú, luego todos te limitan a ti. Al final, llega el cansancio y la decepción. Cuando una mujer le pregunta al destino por qué su vida es para otros y nada para ella, el silencio será su única respuesta.
A nadie le importará que estés agotada, que hayas perdido la alegría o que te sientas vacía. Nadie te premiará por privarte. Ni tú, ni los demás.
Los malos hábitos llevan a una mala vida:
– Los buenos hábitos no garantizan la felicidad, pero los malos la arruinan sin falta. La costumbre de sacrificarse nace con el amor: pareja, hijos… De repente, tu mundo gira en torno a ellos. Una madre adora a su hijo hasta el punto de olvidarse de sí misma. Una mujer enamorada renuncia a su tiempo, comodidad y sueños con tal de estar junto a su amor. Los hijos y la pareja se acostumbran a que te desvivas por ellos… porque tú les enseñaste a hacerlo.
¿Y si un día decides recuperar tu vida? Los que se beneficiaban de tu entrega se enfadarán. ¿Esperabas un «¡Gracias por todo, ahora nos toca a nosotros!»? Olvídalo. Solo oirás reproches: ¿cómo te atreves a quitarnos lo que siempre fue nuestro?
Si el miedo al conflicto te paraliza, pasarán años, décadas… hasta que un día despertarás preguntándote: «¿Dónde diablos se fue mi vida?». Si no quieres que tu existencia se esfume tras la sombra ajena, deja de escatimarte. Todos merecemos ser felices.
La inseguridad ha matado millones de oportunidades:
– ¿Qué significa «ahorrar en ti misma»? Creer que no vales para ese trabajo soñado, que otros son mejores. Pensar que nunca aprenderás a bailar sevillanas o pintar como Sorolla porque «ya hay gente talentosa». Comparar tu nariz con la de Penélope Cruz y darte por vencida.
Privarse es una costumbre que te condena a conformarte. Que te enseña a temer el rechazo: si algo sale mal, en vez de insistir, bajas la meta.
Es el hábito que te impide soñar, que te aleja de lo que parece inalcanzable… incluso de la felicidad.
No escatimes en tiempo para ti, en tardes perdidas con un buen libro, en tus ilusiones o en esos pequeños placeres que te hacen feliz. El tiempo disfrutado nunca es tiempo perdido: es gasolina para el alma.
A veces parece que la gente cree ser inmortal: esperan que las oportunidades caigan del cielo, se comparan sin parar, posponen sus sueños… y así, mientras, se ahorran a sí mismas.
No recortes tus posibilidades ni te compares. Si yo me midiera con otros escritores, acabaría usando folios de segunda y tinta aguada… ¡por creerme indigno de lo mejor!
Atentamente, un Miguel Delibes cualquiera.