**Historia de una suegra.** —No van a creer con quién acabo de encontrarme—
Lucía entró corriendo a casa, se lavó las manos rápidamente y se dirigió directo a la cocina. Sus padres ya estaban sentados a la mesa.
La joven se disculpó por llegar tarde a la comida y comenzó a contar con entusiasmo su increíble noticia. «¡No van a creerlo! Mi hermano tiene novia. Es guapísima, alegre, pelirroja… ¡Un sol! Se llama Nuria. Trabaja en el lavadero donde llevamos el coche. Allí se conocieron. Parece que va en serio entre ellos. ¡Qué bien!», parloteba Lucía sin parar. Antonio, su padre, levantó la vista del plato y, con una sonrisa satisfecha, comentó que era una buena noticia, pues ya empezaba a dudar de la orientación de su hijo. Pero Elena, la madre de Lucía, se indignó ante el comentario de su marido y se entristeció al saber que su hijo había encontrado a su novia en un lavadero de coches.
«¿Y quién trabaja en esos sitios? Solo los que no valen para nada más. Sin estudios, sin modales, sin educación. Y además, todas son poco presentables. Solo lavacoches, eso es lo que son. Ninguna está a la altura de nuestro hijo», protestaba Elena sin calmarse. Antonio no estuvo de acuerdo con su esposa y la defendió: «No digas eso. La gente es diferente. Quizá la chica trabaja allí mientras estudia. No es malo que alguien trabaje, al contrario, sabrá lo que valen las cosas. Y no le pedirá dinero a nuestro hijo. Pero a ti nunca te gusta nada. Ni siquiera la conoces. Puede que sea encantadora. No creo que nuestro hijo elija a cualquiera».
Pero Elena estaba decidida a interferir: «Iré a ver a esa “maravilla”. A ver con qué hechizos ha enredado a mi hijo. Haré que la despidan, no puede ponerse a mirar a chicos con dinero. Que busque a alguien de su nivel».
Al día siguiente, Elena fue al lavadero. Nada más entrar, montó un escándalo. Gritó pidiendo que llamaran a una tal Nuria, la que se colgaba de su hijo. Exigió que la despidieran por liarse con los clientes. Pero Marina, la chica que la atendió, le dijo que no conocía a ninguna Nuria, quizá trabajaba en otro turno, y le sugirió que volviera al día siguiente. Elena, furiosa, quería humillar en el acto a esa “descarada”, pero no tuvo más remedio que irse con las manos vacías. Aun así, juró que volvería.
Marina se acercó a Nuria y le advirtió que no era buena idea liarse con los clientes, podían despedirla por eso. Pero Nuria le explicó que llevaba un año con Javier. Al principio, ella ni quería hablarle, pero él insistió tanto que no tuvo opción. Ahora él quería presentarla a sus padres, pero ella prefería esperar: primero terminar la universidad, conseguir un buen trabajo y luego conocerlos.
Necesitaba ese empleo porque estudiaba y vivía en una residencia, sin querer pedir dinero a sus padres. Marina prometió no hablar con el encargado, pero le pidió a Nuria que hablara con su novio para que calmara a su madre y evitara más escándalos.
Esa misma noche, Javier llegó a casa y, con voz firme, le espetó a su madre: «¿Qué buscas con esto? ¿Quieres que rompa con Nuria? En el lavadero trabaja temporalmente. Además, cualquier trabajo es respetable. Ni siquiera la conoces. Es buena e inteligente. La amo. Si vuelves a aparecer allí, me iré de casa, me mudaré con ella y no nos verás nunca más. No te metas en mi vida. Quiero casarme con ella. Y no voy a cambiar de idea».
Elena no respondió. Conocía el carácter de su hijo: cuando ponía un ultimátum, no era en vano. No quería perderlo, así que decidió no volver al lavadero.
Dos años después, Javier y Nuria se casaron. A los invitados les encantó la boda. Elena, orgullosa, contó que su nuera había ayudado a organizarlo todo. Había resultado ser una chica brillante: se graduó con honores, consiguió un buen trabajo y ganaba tanto como su hijo. Además, esperaban un bebé, Nuria estaba de tres meses. Javier casi tuvo que rogarle para casarse, ella prefería vivir juntos sin papeles. Menos mal que Elena había hecho caso a su hijo y no arruinó su relación.
Antonio se acercó a su esposa y la sacó a bailar. Le susurró al oído que tenía mucha suerte con ella, al igual que su hijo. Se unieron al baile de los recién casados y se dejaron llevar por el vals.
¿Creen que una madre debe elegir a la esposa de su hijo?