—¡Mamá, no quiero ir a casa de la abuela! —gritaba Lucía, de siete años, retorciéndose para zafarse de los brazos de su madre—. ¡Ella no me quiere! ¡Solo quiere a la tía Ana!
—Lucía, no digas tonterías —contestó Carmen, cansada, mientras le abrochaba el abrigo—. La abuela quiere a todos sus nietos por igual.
—¡Mentira! —La niña dio una patadita al suelo—. ¡Ayer le compró un helado al hijo de la tía Ana, a Javier, y a mí no me dio nada!
—Quizás tenías dolor de garganta —intentó justificar Carmen.
—¡No! ¡Es que no me quiere porque no soy hija del hijo de verdad!
Carmen se quedó helada con el peine en la mano. ¿Cómo sabía una niña de siete años algo así? ¿Quién se lo había dicho?
—Lucía, ¿quién te ha hablado de eso?
—Nadie —murmuró la niña, volviéndose hacia la ventana—. Yo me he dado cuenta. Javier dice que su papá y el mío son hermanos. Y yo sé que mi papá no es mi papá de verdad. Mi papá de verdad vive lejos.
El corazón de Carmen se encogió. Se sentó junto a su hija en el sofá.
—Cariño, escúchame bien. Papá Jorge es tu padre de verdad. Te quiere muchísimo, te cuida desde que tenías dos años. Y la abuela Pilar también te quiere.
—Entonces, ¿por qué siempre elogia a Javier y a mí me regaña? —Las lágrimas brillaban en los ojos de Lucía.
Carmen no supo qué responder. Porque Lucía tenía razón. Su suegra, efectivamente, trataba a su hija de manera muy distinta que a su nieto, el hijo de su hijo mayor.
—Carmen, llegamos tarde —Jorge asomó la cabeza por la puerta—. Lucía, vístete rápido, que la abuela nos espera.
—¡No quiero ir a casa de la abuela! —volvió a llorar la niña—. ¡Ella no me quiere!
Jorge miró a su esposa, desconcertado.
—¿Qué pasa?
—Luego te explico —susurró Carmen—. Lucía, vístete. Iremos todos juntos.
Caminaron en silencio por el parque. Lucía iba rezagada, resoplando de vez en cuando. Jorge cargaba una bolsa con comida para su madre, y Carmen pensaba en cómo transcurriría la visita.
Pilar siempre había sido una mujer difícil. Cuando Jorge llevó a casa a Carmen con su hija de dos años, la suegra los recibió con frialdad.
—¿Para qué quieres una niña que no es tuya? —le decía a su hijo—. Encuentra una chica normal y ten hijos propios.
Pero Jorge era terco. Se enamoró de Carmen y de Lucía como si fuera su hija. Se casó, la adoptó y le dio su apellido.
Pilar se resignó, pero nunca logró querer a su nieta. Sobre todo cuando su hijo mayor, Luis, le dio un nieto “de verdad”: Javier.
—¿Está mamá? —preguntó Jorge al llamar a la puerta.
—Sí, sí —contestó una voz desde dentro—. Pasad.
Pilar abrió y abrazó a su hijo al instante.
—Jorgito, ¡cuánto te he echado de menos! —Le dio un beso en la mejilla y asintió a Carmen—. Hola, Carmen.
—Buenas tardes, Pilar.
—¿Y mi nieta? —La suegra reparó en Lucía, escondida tras su padre.
—Aquí estoy —susurró la niña.
—Pasad, pasad —los invitó al salón—. ¿Qué tal estáis? Jorge, ¿has adelgazado?
—No, mamá, igual que siempre —rió él—. Carmen me alimenta bien.
—Me alegro. ¿Y Lucía? ¿Cómo va en el cole?
—Bien —masculló la niña.
—Lucía, responde con educación —la reprendió Carmen.
—Bah, déjala —Pilar agitó la mano—. Los niños son niños. Javier suspendió matemáticas ayer. Luis estuvo toda la tarde ayudándole.
—Lucía saca sobresalientes en mates —dijo Jorge con orgullo.
—Qué bien —respondió la abuela, sin entusiasmo—. Luis vendrá hoy con Javier. Le hace ilusión verte.
Carmen notó cómo Lucía se entristecía. La niña sabía perfectamente que su abuela esperaba con más emoción a un nieto que al otro.
—Mamá, ¿te acuerdas de cuando vinimos el mes pasado? Lucía te recitó una poesía —recordó Jorge.
—Sí, me acuerdo —asintió Pilar—. Estuvo bonita.
—¿Quieres que te recite otra? —propuso Lucía tímidamente.
—Claro, dime.
La niña se plantó en medio del salón y empezó a declamar con voz clara un poema sobre la primavera. Carmen veía el esfuerzo de su hija por agradar a su abuela.
—Muy bien —felicitó Pilar cuando terminó—. Ahora lávate las manos, que vamos a comer.
Lucía obedeció, y Carmen se quedó en la cocina para ayudar a su suegra.
—Pilar, ¿podemos hablar? —dijo en voz baja.
—¿De qué?
—De Lucía. Ella nota que usted la trata diferente.
La suegra dejó un plato con brusquedad.
—No sé de qué hablas.
—Sí lo sabe. Los niños perciben todo. Hoy lloraba porque no quería venir.
—¿Y qué hago yo mal? —Pilar se giró—. La alimento, la invito…
—Pero usted sabe que hay diferencia. Cuando viene Javier, lo besa, lo abraza, le trae regalos. A Lucía la trata como si fuera de fuera.
—¡Porque lo es! —estalló Pilar—. ¡Yo no la parí! Que se ocupe su otra abuela.
—Pilar, Lucía no tiene la culpa de no ser hija biológica de Jorge. Lleva cinco años siendo su nieta. Jorge la adoptó legalmente.
—Papeles —espetó la suegra—. La sangre es sangre. Javier es mi nieto de verdad; esta… es una niña acogida.
Carmen sintió un nudo en la garganta.
—¿Nunca podrá quererla?
—¿Para qué? Que tengan hijos propios, y hablamos.
En ese momento, Lucía entró corriendo.
—Mamá, ¿por qué la abuela dice que soy una niña acogida? —preguntó con voz temblorosa—. ¡Soy su nieta!
Carmen supo que lo había oído todo. Pilar enrojeció.
—Lucía, ve con tu padre —pidió Carmen.
—¡No! ¡Quiero saber por qué no me quiere!
—Cariño, yo te quiero —intentó justificarse Pilar.
—¡Mentira! ¡Dice que soy de fuera! ¡Pero yo soy la hija de papá Jorge!
La niña salió llorando. Carmen lanzó una mirada furiosa a su suegra y la siguió.
En el salón, Lucía estaba abrazada a Jorge, que la acariciaba sin entender.
—¿Qué ha pasado? —preguntó.
—Tu madre la llama “niña acogida” —dijo Carmen con dureza—. Y no lo oculta.
Jorge palideció.
—Mamá, ¿es verdad?
Pilar salió de la cocina, avergonzada.
—Jorgito, no quería… Fue sin pensar.
—La abuela dijo que soy de fuera —sollozó Lucía—. Que tengo otra abuela.
Jorge se levantó. Carmen vio cómo apretaba la mandíbula.
—Mamá, ¿cómo has podido?
—Hijo, es que…
—¿Qué? ¿Herir a una niña?
—Tú no lo entiendes. Javier es mi sangre; ella…
Jorge abrazó fuertemente a Lucía mientras decía con firmeza: “Mamá, si no puedes aceptar que Lucía es mi hija tanto como Javier, entonces prefiero que no nos veamos hasta que entiendas que el amor de familia no se mide por la sangre, sino por el corazón”.