Mientras yo esté…

Mientras yo viva…

Aitana siempre había sido una niña obediente. Sacaba buenas notas y no daba problemas ni a su madre ni a su abuela. Pero en el último año de instituto, se enamoró, y todo cambió. Empezó a faltar a clase, a contestar mal, a maquillarse demasiado. Verónica, su madre, encontró por casualidad maquillaje caro en el cajón de su escritorio.

—Me lo han regalado —dijo Aitana.

—¿Y quién es tan generoso? —preguntó Verónica.

—Javier.

—¿Ah, sí? ¿Y de dónde saca él dinero? —Verónica supuso que Javier sería algún compañero de clase.

—Bueno, él ya trabaja.

Así descubrió Verónica que su hija no solo tenía novio, sino un novio adulto, con carrera y trabajo.

—¿Te das cuenta de que eres demasiado joven para estar con un hombre mayor? —empezó Verónica.

—No soy una niña. A ti te dejaron, ¿y a mí no?

Verónica parpadeó, confundida.

—Yo no salía con… Espera, ¿estás embarazada?

—Sí, mamá —gritó Aitana, desesperada—. Tú también me tuviste a los dieciocho. De tal palo, tal astilla, ¿no? Siempre dices que me parezco a ti —añadió en voz baja.

Verónica la miró aterrorizada.

—Bueno, me voy —dijo Aitana, pasando junto a su madre hacia la puerta.

—¿Adónde vas? ¡No hemos terminado! —Verónica corrió tras ella—. ¿Y los deberes? Los exámenes están cerca —dijo, plantándose frente a su hija mientras esta se ataba los cordones de las zapatillas.

Aitana se enderezó de golpe, apartó un mechón de pelo de la cara y la desafió con la mirada.

—Los deberes… ¿En serio, mamá? ¿Y tú con quién te quedas por las noches? ¿Crees que no me entero?

Verónica creía haber sido discreta, que su hija solo pensaba en sí misma y no sospechaba nada. Aitana le lanzó una mirada triunfal y salió del piso.

—¡Aitana! —gritó Verónica, impotente, a la puerta cerrada.

Volvió despacio al salón y se dejó caer en el sofá. Su hija había crecido, y con ella, los problemas. Embarazada… ¡Dios mío, no podía ser! Debía haber hablado antes con ella, pero Verónica seguía viéndola como una niña. No, todavía no era tarde, tenía que hacer algo. ¿Con quién podía hablar y pedir consejo? Claro, con su madre.

—Mamá, ¿qué hago? Aitana sale con un hombre mayor. Está embarazada… —soltó Verónica por teléfono, desbordada.

—¿No estarás exagerando?

—No. Lo ha admitido ella. No sé cómo hablar con ella…

—Es igual que tú. Tampoco a mí me hacías mucho caso. Deberías haberte casado con aquel… ¿Cómo se llamaba?

—No lo amaba. Y no se trata de mí.

—Justamente de ti. Si te hubieras casado a tiempo, Aitana tendría padre y no lo buscaría fuera.

Verónica comprendió que su madre tenía razón.

—Mamá, ¿por qué no me dejaste abortar? —preguntó en voz baja.

—¿Te arrepientes de haber tenido a Aitana?

—No, claro que no, pero…

—Ahí tienes la respuesta. Imagina tu vida sin ella. Y no la regañes ni la presiones, solo empeorarás las cosas.

Hablar con su madre la calmó, pero Verónica no podía dormir esperando a su hija. Cuando Aitana regresó, Verónica entró en su habitación. La chica se quitaba un jersey por la cabeza, y Verónica miró su vientre desnudo. Aitana siempre había sido delgada, pero ahora le pareció más redondeado. Así que no mentía. A Verónica le subió el calor a la cara.

—¿Cuánto llevas? ¿Tres o cuatro meses? —preguntó con voz apagada.

Aitana se sobresaltó y cubrió su vientre con el jersey.

—Hija mía… —Verónica se acercó y la abrazó—. No voy a regañarte. Quiero saberlo todo para ayudarte.

Aitana alzó la mirada, con lágrimas en los ojos.

—Él dijo que no pasaría nada —susurró.

—¿Lo sabe?

Aitana asintió.

—¿Y qué harán?

—Perdóname, mamá.

—No llores. ¿Cómo os conocisteis? ¿Dónde trabaja?

—En… Mamá, es buena persona. Nos casaremos después de los exámenes. Tiene un piso alquilado cerca.

—¿No es de aquí?

—No, terminó la carrera el año pasado.

—¿Vas a tenerlo? ¿Y tus estudios? ¿No vas a ir a la universidad?

—Iré, más tarde… —dijo Aitana, evitando su mirada.

—Vale. Es tarde. Acuéstate. Mañana será otro día. —Verónica salió de la habitación.

No podía dormir. ¿Quién podría, con semejante noticia? Revivió su propia historia.

En el instituto, le gustaba un compañero, pero nunca salieron. Todo fue casual. Él invitó a varios amigos a su casa una noche que sus padres no estaban. Bebieron, bailaron. Verónica se mareó y él la llevó a su habitación, la tapó con una manta. Se durmió. Y luego… Todo pasó muy rápido. Pensó que no habría consecuencias, pero las hubo.

Cuando se lo contó a su madre, ella fue a hablar con los padres del chico. Ellos culparon a Verónica: había seducido a su niño, pero no arruinarían su vida… De tal palo, tal astilla…

—¿Qué insinúan? Mi marido murió cuando Aitana tenía tres años. De un infarto. Y ustedes deberían enseñar a su hijo a asumir sus actos, no culpar a una chiquilla —dijo su madre antes de irse con la cabeza alta.

Hizo que Verónica estudiara a distancia, la convenció de no abortar. ¡Fue tan difícil! Luego, Verónica culpó muchas veces a su madre, pero Aitana creció y todo quedó atrás. O eso creía. Ahora su hija sería madre. Verónica soltó una risa amarga: «¡Seré abuela a los treinta y seis!».

Los padres del chico lo mandaron a otra ciudad. Verónica tardó años en confiar en alguien, hasta que su jefe, viudo, empezó a cortejarla. La pidió en matrimonio, pero ella no lo amaba, así que rechazó la oferta y dejó el trabajo.

El año pasado, un chico guapo entró en su nueva oficina. Desde el principio le lanzó miradas. Verónica lo ignoró, diciendo que había chicas más jóvenes e interesadas, y que ella le llevaba diez años, ¡con una hija casi adulta! Pero no se rindió. Llevaban seis meses viéndose en su piso. A veces, Verónica perdía la noción del tiempo y llegaba tarde, inventando excusas, pero Aitana lo sabía todo.

Javier le propuso matrimonio enseguida, pero Verónica tenía miedo. Miedo de presentarle a su hija. Porque Aitana se parecía a ella, pero era más joven. ¿Y si se fijaba en ella? No soportaría otra traición.

Se sentía culpable. Debía haber pasado más tiempo con Aitana, pero se enamoró… Al día siguiente, Verónica volvió a hablar con su hija, intentando convencerla de abortar.

—Piénsalo, no arruines tu vida. Lo digo por experiencia. Dentro de unos años madurarás, verás las cosas distinto, incluso a tu novio. Reflexiona…

—¿Te arrepientes de tenerme? —preguntó AitFinalmente, Verónica entendió que la vida, con todos sus errores y sorpresas, seguía adelante, y que lo más importante era aprender a vivirla sin miedo, rodeada de quienes de verdad la amaban.

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MagistrUm
Mientras yo esté…