No sabía de su existencia hasta hoy. No voy a mandarla a un orfanato. Es mi hija,” dijo el hombre.
Lucía preparaba la cena y tarareaba. Por fin daría la buena noticia a Javier. Llevaban diez años juntos. Al principio no querían precipitarse con un hijo, estaban bien solos. Lucía quería trabajar, ganar experiencia.
Había conseguido un puesto en una empresa prestigiosa y prometió que no planeaba ser madre pronto. El trabajo era bueno, con perspectivas de ascenso. Lucía se había ganado su reputación, estaba a punto de subir de cargo. El sueldo era generoso y la baja por maternidad sería decente. Ahora sí podían pensar en un bebé. Pero no fue tan fácil. Se hicieron pruebas, todo estaba bien con ella y con Javier.
“Tengan paciencia,” dijo la doctora. “Esto pasa. Han logrado mucho profesionalmente, ha costado esfuerzo y nervios. Relájense, no obsesionen con el bebé. Vivan, descansen, todo irá bien.” Sonrió y le recetó vitaminas a Lucía.
Finalmente, quedó embarazada. Al principio no lo creyó, pensó que era error. Compró dos tests más, pero las dos rayas aparecieron en ambos. Esperó una semana más, no aguantó la incertidumbre, fue al hospital y se hizo análisis. ¡Tendrían un hijo con Javier! Ahora le daría la noticia, celebrarían.
Lucía freía carne y se escuchaba a sí misma. Sabía que era pronto, que no podía sentir nada, pero le parecía notar cómo crecía una vida dentro de ella. Iba al espejo, se subía la camiseta y examinaba su vientre. Pero, para su decepción, seguía plano.
Hacía rato que había apagado el fuego, el agua del hervidor se enfriaba, y Javier no llegaba. No contestaba las llamadas. Por fin, sonó la cerradura de la puerta. Por los pasos, Lucía supo que no venía solo. Se sintió frustrada, tendría que posponer la sorpresa. El embarazo era algo íntimo, solo de ellos dos.
Lucía suspiró y salió al recibidor. Su sorpresa fue enorme al ver a una niña de unos diez años, con mirada testaruda y desconfiada. Lucía miró a Javier, que estaba detrás de la niña.
“Perdón por la demora, pasé a buscar a Adriana.” Javier bajó la vista hacia la nuca de la niña.
“¿Quién es? ¿Por qué la traes? ¿Por qué no avisaste?” Las preguntas brotaron sin control.
“Vamos a la sala. Te lo explico,” dijo Javier, empujando suavemente a la niña hacia adelante.
Lucía se quedó inmóvil, viendo sus espaldas. Cuando entró, ya estaban sentados juntos en el sofá. Ella se sentó en una silla, para verles las caras. La niña la miró sin interés y volvió la cabeza hacia la ventana.
“Esta es Adriana, mi hija,” dijo Javier.
Lucía palideció. Él parecía avergonzado, culpable y desesperadamente decidido.
“¿Tu hija? No entiendo nada.”
“Yo mismo acabo de saber hoy de su existencia. Su abuela me llamó y me pidió que la recogiera. Va a ser hospitalizada.”
“¿Y por qué crees que es tu hija?” preguntó Lucía con desconfianza.
Javier dudó un segundo. “Todo coincide. Podemos hacer una prueba de ADN, pero estoy seguro. Mientras su abuela esté en el hospital, se quedará con nosotros. La niña no tiene más familia, su madre murió en un accidente hace seis meses.”
Lucía se levantó y fue a la cocina. Todo en ella se rebelaba contra sus palabras. Pero no podía echar a una niña a la calle. “Será solo unos días. Esto es un sueño, no puede ser real.”
Javier y la niña entraron a comer. Lucía no probó bocado. Adriana apartaba la carne, comiendo solo las patatas.
“¿No te gusta la carne?” preguntó Javier.
Ella asintió.
“¿Y qué te gusta?”
“Macarrones con salchichas.”
“Pues lo siento. Tu padre no avisó que vendrías,” dijo Lucía con sarcasmo, sirviendo el té.
“Lucía, ya basta,” reprendió Javier.
Ella salió de la cocina, escuchando cómo hablaban, cómo él lavaba los platos por primera vez en años. Cuando entró a la habitación, Lucía estaba en el sofá, mirando fijamente por la ventana. Él intentó abrazarla, pero ella apartó su mano.
“Adriana debe dormir,” dijo Javier.
“Prepara el sofá.”
La niña los observaba desde la pared, con recelo.
EsCuando Adriana se acercó tímidamente a acariciar la mejilla de su hermanito recién nacido, Lucía sintió que, al fin, su corazón había encontrado el camino hacia aquella niña que también necesitaba su amor.