Naturaleza creativa con pasión por el impacto

Hoy escribo esto en mi diario, recordando cómo el destino teje nuestras vidas con hilos invisibles.

—¿No te arrepientes? —preguntó Javier a Carla, que descansaba sobre su pecho.
—No. ¿Y tú? —Carla alzó la mirada hacia él.
—Soy feliz. Sabes, cuando viniste a casa con Lucía, supe que era el destino. Todo lo que pasó antes de conocerte ocurrió para que nos encontráramos. Después de que ella se fuera…

Carla le tapó los labios con un dedo.
—No hablemos del pasado. Ahora todo irá bien.

Un año antes…

Carla extendió un mantel bordado en la mesa del salón. Trajo platos, cubiertos y dos copas de cristal.

—¿Segura que no querías salir? Con los amigos habría sido más divertido. Aún podemos ir a casa de Pablo —dijo Adrián cuando ella regresó a la cocina.

—Segurísima. Lleva esto. —Le entregó una bandeja de jamón serrano y queso manchego.— Mañana nos veremos con ellos. Llevamos tres años juntos y nunca hemos celebrado Nochevieja solos. Y como empiezas el año, así lo pasas.

—¿O sea, quieres condenarnos a un año de encerrona voluntaria? —bromeó Adrián, apoyado en el quicio.

—Sería perfecto. Lástima que no durará —suspiró Carla.

—Bueno, probémoslo. —Se rindió y salió con las manos llenas.

Ella sacó una botella de cava y otro plato de ensaladilla.

—¿Qué tal? Creo que quedó bonito. —Adrián señaló la mesa.— ¿Podemos empezar ya? Que si no, me muero de hambre.

—Espera cinco minutos. Quiero ponerme el vestido nuevo.

—¿Para qué, si no viene nadie? —masculló él, robando una loncha de jamón.

—¡Porque es Navidad! —contestó desde el dormitorio.

«Esta mujer y su amor por el drama», pensó Adrián, comiendo otra loncha.

Minutos después, Carla apareció radiante: vestido azul cielo, melena suelta. Él la miró de arriba abajo y asintió. Ella giró sobre los tacones, haciendo volar la falda.

—Ahora sí —dijo, mirando el reloj—. A despedir el año.

—Tanta comida para dos… ¿Llamamos a Álvaro? Está con su madre.

—Mañana. Abre el cava. —Sus ojos brillaban.

«Hoy está rara», pensó él mientras descorchaba la botella.

—Estás… —buscó la palabra—, nerviosa.

—Un poco. Ya lo sabrás. —La noticia quemaba dentro de ella, pero esperaría a las campanadas.

Bebieron, comieron. Adrián, saciado, se recostó. En la tele, una comedia intrascendente.

—¿Por qué no has bebido? —preguntó, viendo su copa casi llena.

—No quiero dormirme. Quiero ver el concierto.

—Voy a fumar. —Salió al balcón.

Copos de nieve caían lentamente. Luces y guirnaldas brillaban en los edificios. Alguien lanzó petardos en la plaza; risas infantiles, pero ningún fuego artificial a la vista.

—Adrián, entra, que va a hablar el presidente —llamó Carla.

Él apuró el cigarrillo y lo lanzó. La brasa se extinguió en la oscuridad.

Dentro, el discurso presidencial sonaba de fondo. Adrián sirvió más cava, distraído.

—¿Otra vez sin beber? —preguntó al ver su copa intacta—. ¿Y el deseo?

—Adrián, tengo que decirte algo. —Ella se irguió.— Sírvete.

Cuando lo hizo, continuó:

—Este año no somos dos… Somos tres. —Sus ojos brillaron como estrellas.

Él la miró, desconcertado.

—¿No lo adivinas? Estoy embarazada. Es diminuto, pero ya está aquí.

Adrián bebió de un trago.

—¿No te alegras? —preguntó ella, la voz temblorosa.

—Sí, pero… Queríamos esperar.

—Tres años juntos. Tengo veintiocho. Quiero este bebé. —Contuvo las lágrimas.— ¿Para qué esperar? Ya está aquí.

—Pero… Tomas la píldora.

—La dejé el mes pasado. No suele pasar tan pronto, pero… ¿No es maravilloso?

—Por eso no fuiste a casa de Pablo.

—Sí. Creí que así me pedirías matrimonio. —Su voz se quebró.— Bueno, supongo que solo queda una cosa… —Dos lágrimas cayeron.— Aún llegas.

Se levantó corriendo.

—¡Carla! No dije que no me alegraba, solo me pilló por sorpresa. —La siguió.

Ella se encerró en el balcón.

—¡Qué tontería! ¡Vas a resfriarte! —Forzó la puerta, casi tirándola.

—¿Por qué no me avisaste?

—Porque me habrías convencido. Esto no es una familia. ¡Vete de fiesta! —Gritó, encerrándose en el baño.

Los petardos estallaban fuera.

—Perdona. No estoy preparado… —Susurró contra la puerta.

Regresó al salón. Bebió su copa. «Navidad arruinada. ¿Por qué? Éramos felices». La rabia creció. Se vistió y se fue.

Carla escuchó el portazo. Recogió la mesa, se puso el pijama y se acurrucó en el sofá. La tele seguía encendida.

Adrián no volvió. Ni esa noche, ni al día siguiente. Su amiga Laura la consoló.

—Los hombres le huyen a la responsabilidad. Volverá.

Tres días después, apareció. Se disculpó, pero la tensión persistió. Él revisaba constantemente el móvil.

—¿Nada que decirme? —preguntó Carla.

—¿Qué quieres oír? Sí, me voy. Fuiste desleal.

—Pues vete.

—Pensé que se te pasaría.

—¿Querer un hijo es una tontería?

—No sé cómo hablarte…

Se fue. Ella lloró toda la noche. Esa madrugada, un dolor agudo. La ambulancia llegó tarde.

Volvió al trabajo en la escuela de música, vacía por dentro. Lucía, su alumna más talentosa, había dejado de asistir. El director le explicó que el padre la había retirado.

—¿Por qué? Tiene un don. Denme su dirección.

Aquella tarde, caminó bajo el frío hasta su casa. Un hombre alto abrió.

—Soy la profesora de música de su hija. ¿Podemos hablar?

Lucía corrió a abrazarla. Javier, el padre, le sirvió té caliente.

—Vine porque Lucía tiene mucho talento.

—Su madre nos dejó. Trabajo todo el día. No tengo tiempo para traerla.

—Puedo darle clases en su casa. O llevármela conmigo.

—¿En serio?

—Sí. Yo… también estoy sola. Mi pareja me dejó al saber del embarazo.

Lucía volvió a las clases. Carla la recogía, le daba de merendar, hacían deberes. A veces, Javier llegaba tarde, y ellas esperaban en su piso, tocando el piano.

Una tarde, Adrián apareció.

—¿Quién es? ¿Das clases?

—Sí. ¿Viniste por tus cosas?

—No… Quería hablar. ¿Podemos?

En ese momento, llamaron a la puerta. Era Javier.

—¿Ya tienes reemplazo? —Adrián estalló—. ¿El bebé era suyo?

—¡No hay bebé! ¡Lárgate!

—¡Me mentiste! ¡BuAl año siguiente, mientras Carla sostenía en brazos a su recién nacido y Javier besaba su frente bajo las luces del árbol, supo que los dolores del pasado habían valido la pena para llegar a esta felicidad.

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