**Traición**
—¡Lucía-aaa…! —gritó Rita en el teléfono, entre sollozos.
—¿Por qué lloras? ¡Habla claro! ¿Qué ha pasado? ¿Es algo de Adrián? Rita, ¿por qué no dices nada? —vociferó Lucía, apretando el auricular.
—Ufff… Luis… Ayyy… —volvió a gemir Rita.
—¿Le ha pasado algo a Luis? ¿Un accidente? —Lucía imaginó a Rita sacudiendo la cabeza, como si ella pudiera verla a través de la línea.
—Basta. Se me acaba la paciencia. Cuelgo, ¿me oyes? Estaré ahí en diez minutos —dijo Lucía, esperando un instante mientras escuchaba los sollozos de su amiga. Al no obtener respuesta, cortó.
Se vistió rápido, cogió el bolso, revisó que no olvidara el móvil y salió del piso, cerrando con llave. Rita vivía a una parada de autobús, así que Lucía caminó deprisa, acelerando a ratos y refunfuñando: «Siempre igual, incapaz de explicar nada. Si resulta que no es para tanto, le voy a matar…».
En cinco minutos estaba frente al portal, pulsando el botón del telefonillo. Un chirrido salió del altavoz.
—Rita, soy yo, ábreme —gritó Lucía. Otro ruido, un pitido, y el cerrojo se abrió. Entró corriendo. La puerta se cerró tras ella, envolviéndola en una oscuridad repentina. No había tiempo para esperar a que sus ojos se acostumbraran, así que avanzó a tientas hacia el pequeño rellano del ascensor. Tropezó, casi cayendo, pero logró agarrarse a la barandilla.
—Maldita sea, podrías matarte aquí. ¿No pueden poner una bombilla decente? —murmuró, irritada.
Mientras esperaba el ascensor, repasó mentalmente todas las posibilidades, repitiendo: «Solo quiero que estén bien…». Antes de llamar al timbre, se detuvo un momento. No se escuchaban llantos. Buena señal. Respiró hondo y pulsó el botón.
La puerta la abrió Rita, con la cara hinchada de tanto llorar. Como un zombi, se giró y caminó hacia la cocina, arrastrando los pies. Lucía suspiró, dejó las zapatillas junto a la entrada y la siguió.
Rita se derrumbó en una silla, la cabeza gacha, las manos inertes sobre las rodillas. Parecía resignada, como si el mundo se hubiera desmoronado a su alrededor.
—Rita, ¿qué pasa? Me asustaste —dijo Lucía, acercándose y poniéndole una mano en la espalda—. Cuéntame algo, porque no sé qué pensar. Vine corriendo como una loca.
—Luis me ha dejado —respondió Rita con voz apagada.
—¿Se ha ido? ¿Por otra?
Rita asintió.
—¿Qué ocurrió? ¿Te lo dijo él o te lo imaginaste? —Lucía no estaba sorprendida. Luis era un hombre atractivo. Siempre le había advertido a Rita que habría otras detrás de él, que debía mantenerse alerta.
—Dijo que amaba a otra, hizo las maletas y se marchó. Lucía, dime, ¿por qué? Yo lo cuidaba, cocinaba, limpiaba, le di un hijo… Hasta dieta hice para recuperar la figura después del parto, ¡y aun así me dejó!
—Uf —resopló Lucía—. Todos están vivos y tú llorando como en un funeral. Ya volverá, después de su aventura.
—¿Crees que volverá? —Rita alzó la mirada, repentinamente esperanzada.
—No lo sé. Pero dime, ¿quién es ella? ¿Es guapa? ¿Joven?
—De mi edad. Gorda, pelirroja y bizca —Rita encogió los hombros—. Lucía, ¿qué le faltaba? Yo soy mil veces mejor, y él… —Otro sollozo le cortó la voz.
—No te culpes. Son las hormonas, la crisis de los treinta… Ya se le pasará.
Rita negó, los hombros sacudiéndose con nuevos llantos.
—Deja de llorar. Si vuelve y te ve así, saldrá corriendo —dijo Lucía. Pero Rita solo gimió más fuerte.
—Rita, las lágrimas no arreglan nada. ¿De verdad crees que si vuelve todo será igual? —Cambió de táctica—. Piensas que lo perdonarías, pero no. Vivirás celosa, atormentándolo a él y a tu hijo. Ahora mismo, ¿dónde está Adrián?
—Lo dejé con la vecina.
—Menos mal. No necesita verte así.
—¡No quiero vivir sin él! —gimió Rita—. Me duele tanto… Preferiría morirme.
—¡Eso ni pensarlo! ¿Tienes algo de beber? —Lucía abrió la nevera y sacó una botella medio vacía—. Venga, bebamos. Te sentará bien.
Rita bebió de un trago, como si fuera agua.
—Él y yo soñábamos con mudarnos a un piso más grande. En su trabajo estaban construyendo viviendas para empleados… Ahora vivirá allí con ella, y Adrián y yo aquí.
—No llores, ¡que se te arruga la cara! —bromeó Lucía.
—Duele tanto…
—¿Y si te matas? ¿Crees que Luis lo lamentará? No. Se sentirá más importante. Y esa otra se creerá la ganadora. Además, ¿qué será de Adrián? ¿Un orfanato? Jamás te perdonaría.
Rita dejó de llorar y la miró.
—No pienso matarme —dijo, más serena—. No le daré ese gusto.
—Menos mal, por fin hablas con sentido. ¿Otra copa? —Sirvió la última de la botella.
—Gracias por venir —murmuró Rita—. Sabes qué decir. Quédate, por favor. Me siento mejor contigo.
—Claro.
Pasaron la noche hablando. A la mañana siguiente, Rita parecía más centrada.
***
En público, Rita fingía fortaleza. Pero en casa, el dolor seguía ahí. Luis no llamaba. Ni volvía.
Un día, humillando su orgullo, lo llamó.
—Luis, ¿puedes venir? Necesitamos hablar… Adrián te echa de menos…
Él llegó al anochecer. Adrián corrió a abrirle. Rita lo observó desde la cocina, con el corazón acelerado.
—¿De qué querías hablar? —preguntó él, frío.
Rita tragó saliva.
—No puedo vivir sin ti. Tenemos un hijo… Vuelve, te lo suplico —su voz tembló.
—Rita, no. Ella está embarazada.
—¿Y Adrián? —gritó ella, indignada.
—Sigue siendo mi hijo. Vendré a verlo, si no te opones.
—¿Y si me opongo? ¿Serás el padre de domingo? Juegas con él un rato y te vas con tu nueva familia…
—Entonces iré a los tribunales.
—¡Eres un monstruo! —Rita estalló—. ¡No mereces nada bueno! ¡Ojalá sufras como yo!
Se abalanzó sobre él, aferrándose a su brazo. Luis forcejeó. Una pelea. Un golpe. Rita cayó inconsciente contra la mesa.
Luis llamó a la ambulancia, asustado. Cuando Rita despertó, Adrián había desaparecido.
Lo encontraron horas después, temblando de frío en un parque. Rita lo abrazó, jurando no volver a asustarlo.
Luis se quedó. Pero al día siguiente, Rita le pidió que se fuera. No podía permitir más dolor.
Con el tiempo, Luis se divorció y formó una nueva familia. Rita siguió adelante, esperando el día en que él dejara de venir.
Había habido amor. Y ahora solo quedaba traición. ¿Quién tenía la culCon el tiempo, Rita comprendió que su verdadero amor no era un hombre, sino la fuerza que encontró dentro de sí misma para seguir adelante.