Un diálogo difícil por delante

Ante ella se avecinaba una conversación difícil. Por la ventana, las luces de los coches parpadeaban mientras los transeúntes iban y venían, perdidos en sus asuntos. Marcos se quedó solo con sus pensamientos. Hoy se sentía especialmente desanimado, aunque nada en su actitud lo delataba.

Pensaba en Lucía. Llevaban varios años juntos, y en apariencia, todo había sido perfecto. Él hizo lo imposible por hacerla feliz: compraba regalos caros, organizaba cenas románticas, siempre atento y cariñoso. Pero últimamente notaba algo distinto. Lucía se alejaba, se perdía en sus pensamientos, y sus conversaciones eran cada vez más breves y escasas.

Marcos intentaba entender qué había pasado. ¿Habría hecho algo mal? ¿O quizá se cansó de su afecto excesivo? No encontraba respuestas, y eso lo sumía en la desesperación.

Recordó cómo se conocieron. Fue en una fiesta, como tantas en las que solía estar. Lucía captó su atención al instante, con su belleza y seguridad. No era como las demás mujeres que conocía. Lucía tenía su propia visión de la vida, sus pasiones e intereses. Él sintió que quería conocerla más, y pronto empezaron a salir.

Al principio fue maravilloso. Compartían viajes, eventos, tardes enteras juntos. Marcos disfrutaba cada momento con ella, convencido de que su relación iba por buen camino. Pero poco a todo notó cambios en su comportamiento. Sonreía menos, respondía menos sus llamadas. A veces tenía la sensación de que solo aguantaba su presencia.

Era una idea dolorosa, pero Marcos evitaba mostrarlo. Seguía esforzándose por recuperar lo que tenían. Sin embargo, cada vez que intentaba hablar de sus sentimientos, ella esquivaba el tema, alegando cansancio o trabajo.

Hoy había sido especialmente difícil. Lucía se fue con sus amigas, dejándolo solo otra vez. Sabía que era normal necesitar espacio, pero el dolor en su pecho no se iba. Sentía que la perdía y no sabía cómo evitarlo.

Amaba a Lucía y deseaba su felicidad, pero temía que sus esfuerzos ya no sirvieran de nada. En lo más profundo, esperaba que algún día ella le abriera su corazón y le dijera la verdad. Mientras tanto, solo podía esperar.

Lucía estaba sentada en una terraza mientras la ciudad bullía a su alrededor. Podría estar junto a Marcos, su novio, quien en teoría lo tenía todo: guapo, inteligente, cuidadoso… el sueño de cualquier mujer. Pero, curiosamente, se sentía vacía.

Todo empezó años atrás, cuando conoció a Marcos en una fiesta. Él destacaba entre la multitud, seguro de sí mismo, con esa chispa que enamoraba. Supo impresionarla desde el principio, y la idea de que alguien así la eligiera halagaba su orgullo.

Recordó el día en que sus miradas se cruzaron por primera vez. Entonces creía que el amor era algo intenso y repentino. Pero con Marcos fue distinto. Su relación avanzó poco a poco, casi como un plan bien trazado. Más tiempo juntos, más detalles, más compromiso. Todo parecía correcto, pero algo dentro de ella no encajaba.

Le gustaba que Marcos la respetara, que la ayudara, que estuviera ahí. Pensaba que el respeto y la confianza eran la base de todo. ¿El amor? Eso llegaría con el tiempo, ¿no?

Pero el tiempo pasó, y el amor no apareció. En su lugar, creció una irritación silenciosa. Cada gesto de Marcos le parecía forzado, hasta su sonrisa la incomodaba. Y lo peor era que empezó a compararlo con alguien más: con Pablo.

Pablo, su amigo de toda la vida, torpe, divertido, siempre metiéndose en líos. Siempre lo consideró solo un amigo, alguien con quien reírse y compartir secretos. Pero ahora era él quien ocupaba sus pensamientos. Recordaba sus charlas interminables, sus risas tontas, su apoyo en los peores momentos. Lucía sabía que Pablo la había amado siempre, pero nunca le dio importancia.

Intentando entender su confusión, repasó los últimos días. La paciencia se le agotaba. Los gestos de Marcos, antes tiernos, ahora le pesaban. Su necesidad de complFinalmente, Lucía tomó aire y decidió decirle la verdad a Marcos, entendiendo que solo siendo honesta consigo misma podría encontrar la paz que tanto anhelaba.

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