Lamenté haber dejado a mi sobrino vivir en nuestro piso — ahora hay más enemigos en la familia que vecinos
Luisa y su hermana menor Carmen nacieron en un pequeño pueblo de provincias al sur de España, donde todos se conocen y los rumores corren más rápido que el viento. Sus vidas tomaron rumbos muy distintos.
Luisa fue la estrella del colegio — terminó con matrícula de honor, se fue a Barcelona y entró en la universidad. Allí, años después, conoció a su futuro marido, se casó y se quedó a vivir en la ciudad, heredando junto a él un pequeño piso.
Carmen se quedó en la casa familiar. Dos matrimonios — ambos fracasados. Un hijo de cada uno. Quizás fue su carácter, o quizás su mala suerte con los hombres, pero tras los divorcios volvió con sus padres, cargando con dos niños.
A Luisa y a su marido también les costó salir adelante. El dinero venía y se esfumaba. Pero poco a poco, ladrillo a ladrillo, construyeron su futuro. Compraron primero una habitación, luego la vendieron para invertir en un piso de dos habitaciones. Lo pensaron como un comienzo para su hijo Javier. El chico entró en medicina, estudiaba con ahínco. Soñaban que, al terminar y casarse, se mudaría allí con su esposa para empezar su vida lejos de ellos.
Pero nada salió como esperaban.
Cuando el hijo de Carmen, Álvaro, acabó el instituto, también quiso mudarse a Barcelona. Entró en un ciclo formativo y buscó trabajo para pagar un alquiler. Pero el dinero no alcanzaba. Entonces Carmen, con su tozudez característica, le pidió a su hermana que acogiera a su hijo “un par de años”. Prometió que pagaría los gastos, encontraría trabajo y que ella le ayudaría en lo que pudiera. Luisa confió. Y aceptó.
Dos años pasaron volando. Javier se enamoró, le pidió matrimonio a Marta. Empezaron a preparar la boda. Luisa avisó a su sobrino:
—Álvaro, para verano tendrás que irte. En otoño Javier y Marta se mudarán al piso.
Parecía justo. Pero entonces empezaron las llamadas.
—El nuevo trabajo paga una miseria…
—Mi novia está embarazada…
—Nos vamos a casar…
Luisa y su marido cedieron de nuevo. Le permitieron quedarse hasta septiembre. Después, reformas y la mudanza de su hijo. Todos lo sabían. Hasta Carmen. Asentía, decía:
—Claro, le ayudaremos. Lo entendemos.
Pero el verano terminó. Llegó agosto. Carmen llamó:
—No tengo para ayudar a mi hijo. Mi hija va a dar a luz, necesita más. Y su boda está a la vuelta de la esquina…
Luego, las llamadas de los abuelos. Rogaban por comprensión.
—¡Es tu sobrino! ¡Sangre de tu sangre!
Luisa y su marido volvieron a doblarse. Dijeron: hasta finales de noviembre, y punto.
Llegó el invierno. Se celebraron las bodas. Nacieron los niños. Pero Javier y Marta seguían viviendo con sus padres. Y en “su” piso estaba Álvaro con su mujer Laura y un bebé. Sin intención de marcharse.
Siempre con excusas nuevas.
—Me retrasan el sueldo…
—Encontramos un alquiler, pero está en mal estado…
—Perdí el móvil, por eso no contesté…
—Me puse muy enfermo, casi acabo en el hospital…
Luisa llamaba — en vano. Una vez fue a hablar en persona — no abrieron la puerta. Aunque sabía que estaban. La segunda vez fue con su marido. Álvaro abrió y… se abalanzó sobre su tío a puñetazos. Aquello fue la gota que colmó el vaso.
Luisa temblaba de rabia y humillación. Por primera vez sintió que los lazos de sangre no eran sinónimo de amor. Sino de abuso. De manipulación. De convertirte en el pozo sin fondo de los demás.
Luego vino la presión. La abuela y Carmen empezaron a llamar a Javier.
—¡Qué falta de vergüenza!
—¡A la mujer de Álvaro se le ha cortado la leche del estrés!
—¿Cómo podéis echar a una familia con un bebé?
Pero Luisa y su marido ya no iban a ser cómodos. Presentaron una denuncia. Fueron a la policía. Dos meses después, el desahucio.
Javier y Marta por fin se mudaron a su piso. Empezaron de cero. Y Luisa… simplemente ya no contesta las llamadas de su familia. Ni de su hermana, ni de su abuela. De nadie.
La familia son solo los que te apoyan. No los que, con una sonrisa, te hunden en la miseria.
¿Y tú qué piensas? ¿Los lazos familiares son una obligación que exige sacrificio o un intercambio basado en el respeto?