RAZÓN PARA AMAR

MOTIVO PARA AMAR

—¿Qué te pasa que estás tan brusca? —preguntó Javier, sorprendido al ver a Lucía haciendo las maletas—. ¿Qué ocurre?

Lucía deslizó los dedos por los lomos de los libros en la estantería, esos que él solía llamar con sorna “novelas cursis para mujeres”.

—¿Recuerdas que prometiste enseñarme a distinguir los vinos?

—¿Y?

—Pues nada —respondió ella secamente, dejando las llaves del piso sobre la mesa—. Como siempre.

—¡No es por maldad! —se defendió él—. Es que tengo mis cosas.

—Y yo, Javier, tengo mi vida. Y estoy harta de esperar a que decidas formar parte de ella.

Lucía siempre había soñado con un amor de novela. El clásico flechazo, ese “¡es Él!” al primer vistazo. Pura química, pasión desbordada, miradas que lo dicen todo. Y si había problemas, que fueran externos, nunca entre ellos.

—Hija, el amor a primera vista solo existe en los cuentos —le decía su madre con dulzura—. En la vida real, el amor necesita motivos. Y más de uno.

Lucía solía refunfuñar: —¿Motivos? ¡Eso es cálculo, no sentimientos!

—Solo se quiere sin condiciones a los gatitos y a los bebés. Pero hasta al gato más mono le pides que use el arenero si se hace pis en tus zapatillas. ¿Y un hombre? Querrás a alguien que te cuide, que sea tu apoyo. Los ojos bonitos están bien… para empezar. ¿Y luego?

Su madre tenía razón. Pero Lucía aún no lo sabía.

Siguió buscando a su hombre ideal, ignorando a los que sí estaban ahí. Hasta que un día apareció un nuevo camarero en su café favorito. Alto, ojos color miel, voz seductora. Y cuando esa primera noche le sir-vió una copa de vino y empezó a hablar de notas de cereza y vainilla, el corazón de Lucía dio un vuelco.

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