Corté lazos con mi madre porque se puso del lado de mi exmarido y me culpó por nuestro divorcio.

Corté la comunicación con mi madre porque se puso del lado de mi exmarido y me culpó de nuestro divorcio.

Mi madre dejó claras sus prioridades mucho antes de que yo me marchara definitivamente de mi primer esposo. Lo elevó a los altares, mientras a mí me pintaba como la responsable de todas las discusiones y malentendidos. Tras el divorcio, siguió en contacto con él y no perdía oportunidad de contarle a mi actual marido lo “perfecto” que era su primer yerno.

Naturalmente, esos comentarios solo envenenaban mi relación tanto con mi esposo como con mi madre. En un momento dado, tomé una decisión: si mamá valora tanto a mi ex, que se quede con él. Yo, mientras, me borraba de ese drama.

Con Sergio nos casamos nada más salir de la universidad. Tuvimos un romance apasionado, todo fue muy rápido y, en cuestión de meses, celebramos una boda de escándalo. Mi madre estaba encantada con su yerno, casi lo cargaba en brazos. Al principio me parecía tierno, luego empezó a sacarme de quicio.

Los primeros seis meses fueron idílicos: cariño, amor, ternura. Pero algo se rompió después. Mi marido empezó a mostrarse agresivo, irritable, incluso cruel. Las peleas se volvieron constantes. Varias veces me escapaba a casa de mi madre, buscando apoyo, pero solo recibía reproches. Ella siempre tomaba su partido.

Cuando venía a visitarnos, nada más entrar ya soltaba: “La casa no está recogida, la comida no está bien hecha, la ropa sin planchar”. Y da igual que le explicara que estaba agotada del trabajo o que me encontraba mal. “¡Una mujer debe ser el alma del hogar! Si no te gusta, ¡que te lo diga tu marido! Él es un primor, y tú… ni esto ni lo otro, y encima con ese carácter”, repetía como un mantra.

Intenté recordarle que ella misma se había divorciado dos veces, pero solo conseguí un torrente de insultos. Sergio y yo estuvimos casados poco más de dos años. La gota que colmó el vaso fue la primera vez que me pegó. Recogí mis cosas en silencio y me fui. A la mañana siguiente, presenté los papeles del divorcio.

Mi madre se puso hecha una furia. Dijo que si un hombre te levanta la mano, es porque tú lo has empujado a ello. Luego vino Sergio, pidiendo perdón, amenazando con quitarse la vida. Mi madre presionó todo lo que pudo. Pero me mantuve firme. A los pocos meses, me mudé de su casa: ya no soportaba escuchar que era una mujer inútil por no haber retenido a “un marido así”. Me costó un año entero reponerme.

Y entonces apareció Max en mi vida. Cariñoso, atento, comprensivo. Salimos mucho tiempo y, tras año y medio, nos casamos. Oculté la relación a mi madre, sabiendo cómo reaccionaría. Y, como esperaba, en cuanto lo conoció, empezó a compararlo con Sergio. Y, claro, Max siempre salía perdiendo.

Mi madre no tuvo reparos ni en su propio cumpleaños. Invitó a mi exmarido y se pasó la noche soltando pullas, alabándolo a él y humillando a Max. Nosotros no aguantamos y nos fuimos. Después, mi madre empezó a llamarme con el doble de empeño para soltar: “Te has casado con un don nadie que no está a tu altura”. Por más que le pedía que parara, solo conseguía más insultos.

Un día me desperté y lo entendí: mi madre estaba destruyéndome como persona, mi familia y mi salud mental. Empecé a temer por el futuro. Por mi marido, al que amo. Por los hijos que podríamos tener y a los que ella también menospreciaría. No quiero que nadie les diga que “no son como deberían”, como me decían a mí.

Así que tomé una decisión: no volvería a hablar con mi madre. Quiero vivir mi vida. No quiero que este matrimonio acabe como el primero, envenenado por ella. Si mi ex le importa tanto, que se quede con él. Yo me quedo con quien de verdad me quiere y me valora.

Y sabes qué… por primera vez en años, me siento libre.

Rate article
MagistrUm
Corté lazos con mi madre porque se puso del lado de mi exmarido y me culpó por nuestro divorcio.