¿Pueden los hijos rechazar a un padre tras el divorcio? Mis hijos no quieren saber de mí por haberme ido alguna vez

¿Pueden los hijos dar la espalda a su padre tras un divorcio? Mis hijos no quieren saber nada de mí porque un día me marché.

Con Natalia vivimos juntos doce años. Creía nuestro matrimonio sólido hasta que empecé a notar cómo nos distanciábamos. Tras el nacimiento de nuestras hijas, Elena y Alba, mi esposa se sumergió por completo en la maternidad. No la culpo por ello; entiendo que los niños requieren atención. Pero comencé a sentirme como un espectro, como si a mi lado no estuviera mi esposa, sino solo la madre de mis hijas, y nada más.

Prácticamente no hablábamos. Durante años dormimos en habitaciones separadas. Me faltaba calor, apoyo, una simple mirada donde sintiera que importaba. Y entonces conocí a otra mujer, Sofía. Era más joven, me escuchaba, se interesaba por mi vida, me miraba como hacía tiempo que mi esposa no lo hacía. No quería engañar a nadie. Volví a casa y se lo dije con honestidad a Natalia: me marcho.

Esperé gritos, lágrimas, un drama. Pero Natalia reaccionó en silencio. Solo asintió y dijo que lo comprendía. Ni una súplica para que me quedara, ni un reproche. Nos divorciamos. Me casé con Sofía. Al principio todo parecía nuevo y luminoso: ella me apoyaba, me cuidaba, estaba ahí. Luego, poco a poco, todo se desmoronó otra vez—incomprensión, frialdad, distanciamiento.

Mi hija mayor era adolescente entonces; la menor iba a primaria. Natalia decidió que no era bueno que las niñas me vieran. Decía que estarían más tranquilas sin sobresaltos. A través de mi madre, que mantenía contacto con ella, les enviaba regalos y dinero. Al menos así seguía presente, aunque fuera a través de otras manos.

Después nació mi hijo, Manuel. Con él quise hacerlo todo diferente. Lo cargaba en brazos, le enseñaba a hablar, jugaba con él cada tarde. Pero Sofía también se fue. Él solo tenía cuatro años. Encontró a alguien más joven, más exitoso, según supe después. Puso condiciones: visitas con horario, control estricto, dinero para cada capricho. Luego, su nuevo marido decidió que no había lugar para mí en sus vidas. La conexión con mi hijo se rompió.

Ahora tengo sesenta y siete años. Mis hijas tienen sus propias familias, sus hijos—nietos que nunca he abrazado. Mi hijo ya es adulto, pero no sé dónde está, cómo vive, en qué se ha convertido. Ninguno me llama. Ninguno escribe. Es como si yo no existiera. Cometí errores, me marché—sí. ¿Pero merezco que me borren de sus vidas para siempre?

Intenté estar cerca. Ayudé todo lo que pude. Pero todo hombre tiene un límite. No busco excusas, solo quiero que me escuchen. Sí, me fui, pero no dejé de ser su padre.

Ahora estoy solo. Sin familia, sin hijos cerca. Las fiestas son vacías. El teléfono no suena. A veces hasta temo morir—y que nadie se entere. A veces pienso: ¿quizá escribir una carta? ¿Llamar? ¿Pero qué decir? ¿Perdón por ser débil? ¿Perdón por no saber retener a mi familia?

¿Acaso no merezco al menos una llamada? ¿No tengo derecho a saber cómo están mis hijos? ¿Por qué su silencio me duele como una condena?

A veces me siento en el banco frente a casa y veo a otros abuelos pasear con sus nietos. Escucho cómo les llaman: “¡abuelo, ven aquí!” A mí nadie me dice eso.

El tiempo pasa. No quiero morir sintiendo que fui un extraño para quienes amé más que a la vida misma. No fui perfecto, cometí errores. Pero ¿acaso el amor se mide solo por los aciertos?

No sé si me perdonarán. Pero sigo esperando. Todavía aguardo…

Rate article
MagistrUm
¿Pueden los hijos rechazar a un padre tras el divorcio? Mis hijos no quieren saber de mí por haberme ido alguna vez