No soy la criada de mi suegro

**Diario de un domingo complicado**

No soy la criada de mi suegro.

Cuando mi suegra, Carmen López, salió un momento de la cocina, mi suegro, Francisco Jiménez, se giró hacia mí y, con tono autoritario, me espetó: “Lucía, ve a calentarme ese pollo que ya está frío”. Me quedé paralizada, sin creer lo que oía. ¿Acaso me había convertido en su empleada? Si tanto lo necesitaba, que lo hiciera él mismo. Tuve ganas de gritárselo, pero, acariciando al gato que se rozaba contra mis piernas, respondí con calma: “Francisco, no soy tu sirvienta. Si quieres, lo calientas tú”. Me miró como si hubiera cometido una herejía, mientras yo sentía hervir la sangre dentro de mí. Aquello no era solo un pollo frío, era un límite que no estaba dispuesta a cruzar.

Mi marido, Javier, y yo vivimos aparte, pero cada domingo vamos a comer a casa de sus padres. Carmen cocina de maravilla, y siempre voy con gusto: por la paella, las croquetas, las historias de familia. Francisco suele estar callado, sentado a la cabecera de la mesa como un general, gruñendo más que hablando. Ya estaba acostumbrada a sus órdenes: “pásame el pan”, “recoge los platos”. Nunca le di importancia—cosas de la edad, pensaba. Pero esta vez se pasó.

Esa tarde, estábamos comiendo pollo asado con patatas. Carmen, como siempre, iba y venía sirviéndonos, mientras yo la ayudaba a recoger. Cuando salió al patio por la bebida, Francisco vio su oportunidad. Estaba acariciando a su gato, Bigotes, que ronroneaba en mi regazo, cuando me soltó el mandato: “¡Calienta el pollo!”. Al principio, creí haber oído mal. Me miraba como si fuera mi obligación saltar y correr al microondas. Y eso que yo venía cansada del trabajo, con mi vestido de domingo, de visita, no de criada.

Mi respuesta lo dejó blanco. Frunció el ceño y masculló: “Esta juventud no respeta nada”. ¿Respeto? ¿Y el mío? No me importa ayudar, pero aquello no fue una petición, fue una orden, como si fuera su mucama. Carmen volvió, sintió la tensión y preguntó: “¿Qué pasa?”. Iba a contestar, pero Francisco se adelantó: “Nada, que Lucía no quiere ayudar a un viejo”. ¿Ayudar? ¿Ahora calentar el pollo es un favor? Respiré hondo y dije: “Carmen, yo siempre ayudo, pero no soy la asistenta”.

De camino a casa, se lo conté a Javier. Como siempre, lo quitó importancia: “Cariño, no es mala gente, solo está acostumbrado a que mamá lo haga todo. No le des vueltas”. Fácil para él, que no recibe órdenes. Le recordé que no me molestaba ayudar, pero el tono de su padre era inaceptable. Javier prometió hablar con él, aunque sé que huye de los conflictos. “Se lo diré a mamá, ella lo entiende”, añadió. Carmen seguro que me defiende, pero no quiero problemas por mi culpa.

Ahora no sé qué hacer. Una parte de mí quiere plantarme y no mover un dedo la próxima vez—que Francisco se caliente su maldito pollo. Pero sé que es infantil, y no quiero hacer sufrir a Carmen, que no tiene culpa. Otra parte quiere hablar claro: “Francisco, te respeto, pero no soy tu empleada. Tratémonos con educación”. Pero temo que lo tome a mal y arme un drama. Mi amiga Laura me aconsejó: “Responde con humor, dile que el microondas es muy obediente”. ¿Reírme? Quizá, pero todavía estoy demasiado enfadada.

Recuerdo cuando Francisco era más amable. Al principio, hasta elogiaba mis tortillas y contaba anécdotas de su juventud. Ahora, parece creer que debo estar a sus órdenes, como Carmen. Pero yo tengo mi trabajo, mi vida, y voy allí de invitada, no de sirvienta. Quiero a su familia, pero no pienso aceptar humillaciones, aunque sea por mantener la paz.

Por ahora, he decidido ser amable pero firme. La próxima vez que me ordene algo, sonreiré y diré: “El microondas está en la esquina, señor”. Y si hace falta, hablaré con Carmen—ella lo entenderá. No busco peleas, pero tampoco callaré. Su casa es suya, pero yo no soy de su propiedad. Y en cuanto al pollo, que lo caliente él. Yo prefiero seguir acariciando a Bigotes. Al menos él sí me entiende.

**Lección del día:** El respeto no se pide, se exige con dignidad. Y a veces, un gato es mejor compañía que ciertas personas.

Rate article
MagistrUm
No soy la criada de mi suegro