«¿Tengo 60 y no le importo a nadie? ¡Es lo mejor que me ha pasado!»

«¿Tengo 60 años y ya no le importo a nadie? ¡Es lo mejor que me ha pasado!»

Siempre supe que llega un momento en la vida de una mujer en el que la sociedad la da por perdida. Cuando dejas de ser interesante, necesaria, deseable. Cuando los hijos crecen, los nietos vienen menos y las amigas solo llaman por Navidad. A muchas les duele. Se aferran desesperadas a la juventud, intentando demostrar al mundo que aún sirven, que son útiles, que las necesitan. Pero yo no. Yo no lucho. Porque no estoy perdiendo nada. Estoy ganando.

Me llamo Carmen Rodríguez, tengo sesenta años. Vivo en Valladolid, en un piso acogedor que decoré cuando me jubilé. ¿Y sabes qué? No sufro. Disfruto. Nadie me llama diez veces al día quejándose, nadie exige que vaya corriendo a cuidar niños, a prestar dinero o a escuchar penas ajenas. Y esto no es soledad. Es libertad.

Durante años fui «la cómoda». Escuchaba lamentos, me metía en dramas ajenos, prestaba euros que a mí me hacían falta. La gente venía, no por verme a mí, sino porque sabían que no diría que no. Siempre fui el «aeródromo de emergencia», el puerto seguro, el hombro donde llorar. Pero cuando todo se me vino abajo… solo hubo silencio. Ni un «ánimo», ni un «aquí estoy». Nada.

Y un día lo entendí: basta. Ya no quiero ser necesaria para todos. Quiero ser necesaria para mí misma.

Ahora tengo días que son solo míos. Me despierto y no salgo corriendo a ayudar a nadie. Voy a yoga. Tejo. Leo. Bordo. Hago tartas no porque alguien me lo pida, sino porque me apetece. Planto flores en el balcón y no tengo que justificar por qué gasté dinero en tierra y no en algo «útil». Vivo como quiero.

Tengo un nieto. Es un niño maravilloso. Nos vemos los fines de semana. Le adoro. Pero no me convierto en niñera gratis. No soy esclava del título de abuela. Soy una mujer que empezó un nuevo capítulo.

Sí, no tengo multitudes alrededor. Pero quienes vienen, vienen porque quieren. No por ayuda, no por interés, sino porque a mi lado se está bien.

No me asusta estar sola. No estoy sola. Me rodean silencio, paz y… yo misma. Al fin he aprendido a estar conmigo.

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MagistrUm
«¿Tengo 60 y no le importo a nadie? ¡Es lo mejor que me ha pasado!»