Suegra ofendida porque rechazamos acoger a su hijo estudiante.

19 de octubre de 2023

Llevo once años casado con Isabel, y por fin logramos terminar de pagar el piso de dos habitaciones que compramos con tanto esfuerzo. Tenemos un hijo de ocho años, Jaime, y todo parecía llevar su curso… hasta que la «brillante» idea de mi suegra vino a alterar nuestra tranquilidad.

Mi hermano menor, Diego, tiene diecisiete años y, la verdad, nunca hemos tenido mucha relación. La diferencia de edad es grande y siempre me molestó cómo mis padres lo miman. Suspende casi todas las asignaturas, y en lugar de castigos, le regalan móviles nuevos o zapatillas de marca. A mí, en su lugar, me habrían tenido encerrado estudiando hasta reventar.

Isabel lo ve igual. Diego ni siquiera sabe calentarse la comida. Se sienta a la mesa y espera a que mi madre le sirva, le recoja el plato y lo lave. Nunca un «gracias». No distingue un calcetín de otro, ni sabe hacerse una infusión. Parece un niño pequeño, pero con barba. Intenté advertir a mi madre: «Vais a criar a un inúntil». Ella siempre respondía lo mismo: «No es como tú. Necesita más cariño».

Las discusiones terminaban en semanas de silencio, así que evitábamos el tema. Hasta que Diego decidió estudiar en Madrid, donde vivimos nosotros. Y entonces mi madre soltó la bomba: «¿Por qué no se queda con vosotros?». Argumentó que en la residencia no lo aceptarían, que un alquiler era muy caro y que él solo no podría. «¡Sois familia! ¡Tenéis espacio!», decía, como si fuera lo más natural del mundo.

Isabel intentó ser sutil: «En una habitación dormimos nosotros, en la otra, Jaime. ¿Dónde metemos a un chico de diecisiete años?». Mi madre, radiante, propuso: «Ponemos otra cama en la habitación de Jaime. ¡Serán como hermanos!».

Ahí perdí los papeles. «¡No soy su niñera, madre! ¿Quieres endosarnos a tu «niño»? ¡No! Es tu hijo, así que ocúpate tú. ¡Yo con su edad ya vivía solo y no me morí!».

Mi madre se echó a llorar, nos llamó desalmados y se marchó dando un portazo. Esa noche, mi padre llamó para reprocharme: «¡No es propio de una familia! ¡Le das la espalda a tu hermano!». Me mantuve firme. Le dije que podía visitar a Diego si ellos le alquilaban algo, pero que no se quedaría con nosotros. «Basta de tratarlo como a un bebé. Que madure».

«¡Solo tiene diecisiete!», protestó.

«Y yo tenía esa edad cuando me independicé. Nadie me protegió», contesté antes de colgar.

Mi madre llamó un par de veces más, pero no atendí. Luego llegó un mensaje: «Olvídate de la herencia». Francamente, si esa herencia implica cargar con un chico malcriado, prefiero no tocarla. Lo que tenemos lo hemos ganado nosotros, con esfuerzo y sin depender de nadie.

Al final, cada uno responde por sus actos. Si eliges criar a un niño sin responsabilidad, asume las consecuencias. Nosotros no le debemos nada a nadie.

*Lección del día: Nadie puede volar si otro le carga las alas.*

Rate article
MagistrUm
Suegra ofendida porque rechazamos acoger a su hijo estudiante.