Tengo 38 años, no estoy casada, no tengo hijos — y, sabes qué, me siento completamente feliz. No tengo ninguno de esos problemas de los que tanto hablan los demás cuando se enteran de mi situación. Vivo en una capital de provincia, tengo un buen trabajo, un piso propio y un coche — todo lo he conseguido sola, sin ayuda de nadie. Además, ayudo a mis padres, que viven en un pueblo. Y lo más curioso — nadie cree que tenga más de 28 años. Quizás porque parezco más joven y llevo la vida con ligereza.
Me llamo Lucía, y siempre he sabido lo que quería. Después del instituto, entré en la universidad, estudié marketing y luego empecé a construir mi carrera. Ahora soy jefa de departamento en una gran empresa. El trabajo es estimulante, me permite viajar, conocer gente y aprender constantemente. El sueldo no solo me da para vivir, sino también para ahorrar. Me encanta lo que hago, y quizá esa sea una de las razones por las que siempre estoy de buen humor.
Compré el piso hace cinco años — es moderno, con grandes ventanales, en el centro de la ciudad. Lo he decorado a mi gusto: mucha luz, muebles acogedores, algunos cuadros que traje de mis viajes. El coche es mi orgullo. No es de lujo, pero es fiable y cómodo — perfecto para moverme por la ciudad y visitar a mis padres en el pueblo. Allí paso muchos fines de semana, cuando necesito desconectar del bullicio urbano. Les ayudo en lo que puedo: llevo comida, arreglo cosas en la casa… A ellos les encanta que vaya, y a mí me alegra poder hacerles la vida un poco más fácil.
Muchos me preguntan por qué no estoy casada ni tengo hijos. A algunos les parece raro, especialmente a mi edad. Pero no siento que me falte nada. Estoy abierta al amor, pero sin prisas. Si encuentro a alguien con quien quiera compartir mi vida — estupendo. Si no — tampoco pasa nada. Tengo amigos con los que voy al cine, a conciertos o simplemente quedamos a charlar. Tengo hobbies: hago yoga, pinto acuarelas y a veces tomo clases de baile. Mi vida es tan intensa que no tengo tiempo para aburrirme.
A veces la gente cree que escondo algo, que en realidad no soy tan feliz como digo. Pero no es así. Simplemente vivo como me apetece. No quiero adaptarme a las expectativas de los demás ni casarme porque “toca”. Mis padres al principio se preocupaban, sobre todo mi madre. Soñaba con ser abuela, pero con el tiempo entendió que yo soy feliz a mi manera. Ahora incluso bromea: “Lucía, eres como una estrella de cine — siempre joven y libre”.
De vez en cuando alguien me suelta eso de: “A tu edad ya es tarde para pensar en familia”. Pero no creo en esa palabra, “tarde”. La vida no es un horario que se sigue al pie de la letra. He conocido mujeres que fueron madres después de los 40, y eran maravillosas. Si algún día quiero tener un hijo, lo pensaré. Por ahora, estoy bien así. Disfruto de mi libertad, de viajar cuando me apetece, de pasar los fines de semana como yo elija.
Mi apariencia juvenil quizá sea una mezcla de genética y hábitos. Me cuido: hago deporte, como bien, dedico tiempo a mi piel. Pero lo esencial es cómo me siento por dentro. No dejo que el estrés me amargue. Si algo sale mal, busco soluciones en lugar de quejarme. ¿Será por eso que la gente piensa que tengo 28? Cuando lo oigo, me río y digo: “Es que vivo sin cargas”.
Mis padres son mi mayor apoyo. Están orgullosos de lo que he logrado sola. Intento visitarles a menudo, llevarles regalos, ayudarles con los gastos. Mi madre siempre me prepara mis croquetas favoritas, y mi padre me cuenta historias de su juventud. Esos momentos no tienen precio. Le doy gracias a la vida por tenerlos y deseo que sigan sanos muchos años más.
¿Qué me depara el futuro? No lo sé, y no me asusta. Sueño con hacer un gran viaje — quizá a Italia o Japón. Quiero seguir creciendo profesionalmente, tal vez emprender algo propio. Y estoy pensando en adoptar un perro — un compañero peludo siempre alegra el día. Para mí, la vida es una aventura, y estoy lista para lo que venga. Lo importante es que hoy soy feliz. Y eso, al fin y al cabo, es lo que cuenta.
La vida no se mide por logros sociales, sino por la paz que llevamos dentro. Cada uno tiene su camino, y el mío, por ahora, es perfecto tal como es.