Sorpresa y Conflicto: La Madre Molesta por Rechazar a Su Hijo Universitario

La suegra se ha ofendido porque no hemos querido acoger a su hijo estudiante

Llevamos once años juntos con mi marido. Vivimos en un piso de dos habitaciones que conseguimos pagar con esfuerzo gracias a una hipoteca. Tenemos un hijo de ocho años, y en teoría, todo marcha según lo planeado. Hasta que a mi suegra se le ocurrió otra de sus “geniales” ideas, rompiendo una vez más nuestra paz.

Mi marido tiene un hermano pequeño, Adrián. Tiene diecisiete años, y la verdad, en todo este tiempo apenas hemos tenido contacto con él. Mi marido casi no se relaciona con su hermano —la diferencia de edad es demasiado grande—. Además, siempre le ha molestado cómo sus padres lo miman, lo consienten y lo excusan de todo, permitiéndole no hacer nada.

Adrián va fatal en los estudios, al borde de repetir curso. Y aún así, por cada nota raspada, recibe un premio: un móvil nuevo, unas zapatillas de marca… Mi marido no para de decir: «A mí me hacían estudiar día y noche por un suspenso, y a él le regalan gadgets».

Yo estoy completamente de acuerdo. Hemos visto cómo Adrián se niega incluso a calentarse la comida. Se sienta a la mesa y espera a que su madre y su padre le sirvan, le den de comer y recojan por él. Después de comer, ni un “gracias”, ni un “hasta luego”. Se levanta y se va a su habitación. No sabe dónde están sus calcetines, no sabe hacerse un té, ni dónde guarda sus cosas. Todo lo hacen sus padres. Mi marido ha intentado hablar con su madre: «Vais a convertirlo en un inútil», pero ella se limitaba a decir: «No es como tú. Necesita más cariño».

Discusiones, enfados, semanas de silencio… Era lo habitual después de esas conversaciones. Intentábamos mantenernos al margen de todo ese drama. Hasta que, de repente, Adrián decidió estudiar en una universidad de nuestra ciudad. Y ahí empezó lo bueno.

Mi suegra, sin ningún pudor, propuso que Adrián se viniera a vivir con nosotros. Según ella, no lo aceptarían en una residencia —no tiene empadronamiento—, alquilar algo está fuera de su alcance y él solo no podría valerse. «¡Sois familia! ¡Tenéis un piso de dos habitaciones, hay sitio para todos!», insistía con total convencimiento.

Intenté explicarlo con delicadeza: en una habitación dormimos nosotros, en la otra, nuestro hijo. ¿Dónde, exactamente, cabe otro adulto? Entonces, mi suegra, con los ojos brillantes, soltó: «Ponemos una cama extra para el niño y que compartan habitación. ¡Así se harán amigos!».

Pero ahí mi marido no pudo más. La cortó en seco:
—¡No soy su niñera, madre! ¿Quieres echarnos a tu “niño” encima? ¡No! ¡Es tu hijo, y tú te ocupas! ¡Yo con diecisiete años ya vivía solo, y no me pasó nada!

Mi suegra se puso colorada, rompió a llorar, nos llamó desalmados y se fue dando un portazo. Esa misma noche, llamó mi suegro para recriminarnos:
—¡Esto no es de familia! ¡Abandonas a tu hermano!

Pero mi marido se mantuvo firme. Dijo que estaría dispuesto a visitar a Adrián si sus padres le alquilaban un piso. Pero que vivir con nosotros no. «Basta de tratarlo como a un bebé. Es hora de que madure».

—¡Solo tiene diecisiete años! —intentó protestar su padre.

—Yo tenía diecisiete cuando me fui a vivir solo. ¡Y aquí estoy! ¡Nadie me protegió bajo su ala! —replicó mi marido antes de colgar.

Después de eso, mi suegra llamó un par de veces, pero mi marido no cogió el teléfono. Luego llegó un mensaje: «No cuentes con la herencia». ¿Sinceramente? Si esa “herencia” significa cargar con un chico malcriado, no, gracias. Nosotros ya hemos ganado lo nuestro —con nuestro trabajo, nuestra familia y nuestra tranquilidad.

Cada uno debe responder por sus decisiones. Y si alguien eligió el camino del consentimiento y la sobreprotección, que ahora asuma las consecuencias. No le debemos nada a nadie.

Rate article
MagistrUm
Sorpresa y Conflicto: La Madre Molesta por Rechazar a Su Hijo Universitario