Solo quería adoptar al hijo de su exesposa, pero resultó ser su propio hijo…

Solo quería adoptar al hijo de su exmujer. Y resultó ser su propio hijo…

Cuando Marina dejó a Sergio, él sintió como si su corazón se hubiera arrancado del pecho. Seis años juntos, cuatro de ellos viviendo bajo el mismo techo. La había amado con locura, con esa devoción que duele en las entrañas. Pero ella eligió a otro. Uno con más dinero. Le prometió un piso en un barrio nuevo, una vida sin estrecheces y libertad para gastar sin mirar los céntimos. Sergio se quedó solo. Destrozado, hecho añicos.

Se refugió en el trabajo. No pisaba su casa más que para dar de comer al gato. Los amigos quedaron olvidados, los hobbies también. Pero, al cabo de un par de años, ascendió a jefe de departamento y luego montó su propio negocio. Solo entonces el dolor empezó a ceder. Volvió a tener vida, gente, tiempo para sí mismo.

Hasta que un día le llegó la noticia más cruel: Marina había muerto. Su marido, aquel “rico” prometido, la maltrataba, y en una de las peleas, ella cayó… mal, fatal. Dejaba atrás un niño pequeño a punto de ser enviado a un orfanato. Sergio no lo dudó: fue a buscarlo.

El niño estaba sentado, arrinconado, llorando en silencio. Pequeño, frágil, roto por dentro. Como si el mundo entero se hubiera apagado en él. Sergio no pudo soportarlo. Empezó a visitarlo cada día: llevaba juguetes, chuches, se sentaba a su lado. El niño, poco a poco, se acercó. Y entonces Sergio lo decidió: lo adoptaría. Aún amaba a Marina. ¿Cómo iba a abandonar a su hijo en este mundo?

En dos semanas, el niño se mudó con él. Un año después, Sergio ya no concebía la vida sin aquel chiquillo. Era su hijo en todo menos en la sangre: alegre, listo, de corazón enorme. Paseaban, viajaban, subían a los caballitos de feria. Hasta que, en el cumpleaños de un amigo, alguien soltó:
—Oye, ¿estás seguro de que no es tuyo? Es clavado a ti…

Sergio se rio:
—No, Marina me lo habría dicho.
—¿Y si ella tampoco lo sabía?

La idea no lo soltó. Hizo una prueba de ADN. Y el resultado fue positivo. Era su hijo. Su sangre, su carne.

No supo qué sentir: alegría, dolor, culpa. No supo que tenía un hijo. Y Marina… quizá ella tampoco lo supo. O quizá calló.

Ahora entendía por qué el niño le había resultado tan familiar desde el principio. Por qué se aferró a él. No solo había salvado a un desconocido de la soledad. Había traído a casa a su propio hijo. El pasado no volvería, pero ahora tenía la oportunidad de enmendarlo todo… por el niño, por la memoria de Marina, por sí mismo.

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MagistrUm
Solo quería adoptar al hijo de su exesposa, pero resultó ser su propio hijo…