«Mamá necesita descansar»: Estas palabras las repetía cada día tras el nacimiento del hijo… y hasta el final.

«Mamá necesita descansar»: Esa frase la repetía cada día desde el nacimiento de nuestro hijo… hasta el final.

Cada tarde, al volver del trabajo, lo primero que hacía era lavarse las manos e ir directo a ver a nuestro pequeño. Ni el aroma de la cena ni su periódico favorito lograban distraerlo. Se acercaba a la cuna, se inclinaba, tomaba al niño en brazos, y en ese instante, volvía a enamorarme de él. Del hombre que no temía ser padre. Del esposo que no se olvidaba de mí.

—Mamá necesita descansar— decía con una sonrisa, meciendo suavemente a Lucas entre sus brazos mientras tarareaba una nana hasta que el pequeño se dormía.

—Mamá necesita descansar— susurraba en mitad de la noche, siendo él quien se levantaba primero para cambiar el pañal, pasándome luego al niño con cuidado, esperando a que lo amamantara antes de acostarlo de nuevo.

—Mamá necesita descansar— repetía cada tarde, atándose el delantal para dar de comer a nuestro hijo, testarudo y caprichoso, convirtiendo cada cucharada en una aventura.

—Mamá necesita descansar— me recordaba mientras preparaba al pequeño Lucas de un año para salir a pasear, solo para que yo pudiera ducharme tranquila o tener media hora para mí.

—Mamá necesita descansar— decía sentando en sus rodillas a un Lucas ya mayor, inventándole cuentos mágicos al vuelo, solo para darme un momento de silencio.

—Mamá necesita descansar— murmuraba mientras repasaba los deberes, explicando con paciencia las matemáticas que Lucas no lograba entender.

—Mamá necesita descansar— susurró aquella vez que Lucas, ya adolescente, volvió tarde del baile de graduación y pasó directo a la cocina sin decir nada.

Cada vez que escuchaba esas palabras, una oleada de ternura me invadía. El corazón se me encogía y los ojos se me llenaban de lágrimas, no de tristeza, sino de felicidad. Quería detener el tiempo y quedarme eternamente en ese amor.

Luego llegó la tercera etapa. Cuando «mamá» en su boca se convirtió en «abuela».

—¡La abuela necesita descansar!— sonreía al decirle a nuestro nieto, cuando el niño, quedándose con nosotros el fin de semana, empezaba a llorar pidiendo a sus padres. Y entonces, él volvía a tararear la misma nana, pero para otro niño.

—La abuela necesita descansar— me guiñaba el ojo mientras preparaba los aparejos de pesca y se llevaba a nuestro nieto y a Lucas al estanque.

—La abuela necesita descansar— decía con dulzura, dándole unos auriculares al pequeño para que bajara el volumen de la tablet.

No llegó a conocer a la nieta. Se fue demasiado pronto, demasiado en silencio. Mis hijos me llevaron a vivir con ellos; no querían que me quedara sola en la casa vacía.

Y cuando, por fin, tomé en brazos a la pequeña Lucía, no pude contener las lágrimas. Casi escuchaba su voz, como si estuviera detrás de mí, diciendo:
—La abuela necesita descansar…

Hasta me giré. Una esperanza tonta… ¿Y si…?

Más tarde, cuando la noche ya había caído y yo estaba a punto de dormirme, escuché un susurro desde el salón. La voz de mi hijo, de Lucas ya adulto, diciendo:

—Duérmete, mi vida, duérmete. Mamá necesita descansar…

Me levanté, entreabrí la puerta y lo vi mecer a su hija, tarareando la misma canción de cuna. La misma que una vez le cantó su padre.

Él ya no está. Pero esas palabras del «mamá necesita descansar» siguen vivas. Están en nosotros. En nuestro hijo. En sus hijos. Y en la memoria, que ni el tiempo se llevará.

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«Mamá necesita descansar»: Estas palabras las repetía cada día tras el nacimiento del hijo… y hasta el final.