«Han pasado dos años. Desde entonces, mi hija no ha escrito una palabra»: Me ha borrado de su vida. Y pronto cumpliré 70…

Han pasado dos años. Desde entonces, mi hija no ha escrito ni una palabra. Me borró de su vida. Y a mí pronto me cumplirán 70…

A mi vecina, Valentina Martínez, la conoce todo el barrio. Tiene 68 años y vive sola. A veces me paso por su casa con algo para merendar, sin más, como buena vecina. Es una mujer amable, culta, siempre sonriente, a la que le encanta hablar de los viajes que hacía con su difunto marido. Pero de su familia casi nunca comenta nada. Sin embargo, en vísperas de las últimas fiestas, cuando fui como de costumbre con unos dulces, de pronto se decidió a abrirse. Fue la primera vez que escuché una historia que todavía me deja el corazón helado.

Cuando entré en su piso, Valentina no estaba de buen humor. Suelen serrírsele los ojos al hablar, pero aquella tarde estaba callada, mirando al vacío. No le pregunté nada, solo preparé el té, puse las galletas y me senté a su lado en silencio. Se quedó quieta un buen rato, como luchando contra algo. Y de repente, respiró hondo y soltó:

—Lleva dos años… Ni una llamada. Ni una postal, ni un mensaje. Intenté llamarla, pero el número ya no existe. Y ni siquiera sé dónde vive ahora…

Se calló un instante. Parecía que los años, las décadas, pasaban ante sus ojos. Y de pronto, como si se rompiera un dique, empezó a hablar.

—Teníamos una familia feliz. Jorge y yo nos casamos jóvenes, pero no nos apuramos con los hijos, primero queríamos disfrutar juntos. Su trabajo nos permitía viajar mucho. Éramos cómplices, nos reíamos constantemente, nos encantaba nuestro hogar, que decoramos juntos. Con sus propias manos construyó nuestro nido: un piso amplio en el centro de Valencia. El sueño de su vida…

Cuando nació nuestra hija, Lucía, Jorge floreció de nuevo. La cargaba en brazos, le leía cuentos, pasaba cada minuto libre con ella. Los miraba y pensaba que era la mujer más afortunada del mundo. Pero hace diez años, Jorge se fue. Estuvo enfermo mucho tiempo, luchamos hasta el final, gastamos cada ahorro. Y después… silencio. Vacío. Como si me arrancaran un trozo del corazón.

Tras la muerte de su padre, Lucía empezó a distanciarse. Se independizó, alquiló un piso. No me opuse, era su vida y tenía que vivirla. Me visitaba, hablábamos, todo dentro de lo normal. Pero hace dos años vino y, sin rodeos, me soltó que quería pedir una hipoteca y comprar su propio piso.

Suspiré y le expliqué que no podía ayudarla. De los ahorros que habíamos reunido con Jorge, ya casi no quedaba nada, todo se fue en su tratamiento. Mi pensión apenas cubre los gastos y las pastillas. Entonces me propuso… vender el piso. Según ella, podíamos comprarme un estudio en las afueras, y con lo sobrante ella tendría su entrada.

No pude aceptar. No era por el dinero, era por la memoria. Estas paredes, cada esquina… Jorge lo hizo todo con sus manos. Aquí pasé toda mi felicidad, toda mi vida. ¿Cómo podía desprenderme de eso? Ella gritó que su padre lo había hecho todo por ella, que el piso al final sería suyo, que era una egoísta. Intenté explicarle que solo quería que, algún día, viniera y nos recordara aquí… Pero no me escuchó.

Aquel día, cerró la puerta de golpe y se fue. Desde entonces, silencio. Ni llamadas, ni visitas, ni siquiera en Navidad. Luego me enteré por una conocida que al final sí sacó la hipoteca y ahora trabaja sin descanso, con dos empleos, siempre corriendo. No tiene familia ni hijos. Incluso su mejor amiga dice que no la ve desde hace medio año.

Y yo… yo solo espero. Cada día miro el teléfono, esperando que suene. Pero no lo hace. Y ya no puedo contactarla; debe de haber cambiado el número. Quizá no quiere verme. Ni oírme. Cree que la traicioné por no ceder en aquel momento. Pero pronto cumpliré 70. No sé cuánto tiempo me quedará en este piso, cuántas tardes me pasaré junto a la ventana con esperanza. Y no entiendo… qué hice para que se alejara así.

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MagistrUm
«Han pasado dos años. Desde entonces, mi hija no ha escrito una palabra»: Me ha borrado de su vida. Y pronto cumpliré 70…