Cuidando sola a mi nieta: el temor de perderla por un error del destino.

Hoy escribo estas líneas con el corazón apretado. La vida a veces nos coloca cargas que son difíciles de llevar en soledad. Me llamo Esperanza Martínez, y desde hace más de diez años crío sola a mi nieta Lucía. Ahora que tiene catorce años, siento que cada vez pierdo más el control. El miedo por su futuro no me deja descansar: temo que acabe en malos pasos y termine en un centro de acogida.

Mi hijo, Adrián, se casó a los veintidós años. Su matrimonio con Marta duró solo dos años, pero en ese tiempo nació mi adorada Lucía. Por desgracia, su vida juntos terminó de forma dolorosa: Marta le fue infiel en su propia casa. Tras el divorcio, se llevó a Lucía, que apenas tenía un año.

Adrián no pudo soportar estar lejos de su hija. La visitaba todos los días, le traía regalos, ropa, la llevaba al parque y a las revisiones médicas. Mientras, Marta seguía con su vida, dejando a la niña con él. Aun así, pidió la pensión alimenticia, alegando que no podía mantener a Lucía sin ayuda. Adrián, aunque sabía que el dinero no iba para su hija, siguió pagando para evitar conflictos y darle estabilidad.

Un fin de semana, Marta trajo a Lucía y dijo que la recogería el lunes. Pero no vino ni ese día ni el martes. Adrián llamó una y otra vez, pero el teléfono permaneció mudo. A la semana, Marta apareció: dijo que había encontrado trabajo como cocinera en un bar con turnos de noche y pidió que Lucía se quedara con nosotros hasta que encontrase algo mejor.

Pasaron meses, luego años. Lucía se quedó a vivir con nosotros. Marta apenas llamaba o visitaba. No había ayuda económica: la pensión seguía llegando a ella, pero no se usaba para la niña. Adrián no quiso ir a juicio, temiendo que Marta se la llevase y no quería que su hija creciera entre sus conocidos de paso.

Ahora Lucía tiene catorce años y los problemas no paran. Adrián empezó a beber en exceso, perdió interés en su hija. Intentó rehacer su vida, se fue a vivir con dos mujeres, pero ambas veces regresó con las manos vacías. Al final, el peso de cuidar a mi nieta cayó sobre mí.

La situación económica empeora. Mi pensión y la ayuda por discapacidad apenas alcanzan para medicinas y comida. Adrián sigue pagando la pensión a Marta, aunque Lucía vive con nosotros. Cuando intenté hablar con ella para que el dinero fuese para la niña, amenazó con llevársela. No puedo permitirlo, así que tuve que ceder.

Pero lo peor es el comportamiento de Lucía. Su tutora se queja de que falta a clase, discute con los profesores y no tiene interés en estudiar. Varias veces he notado olor a tabaco en ella. Las conversaciones no sirven: se encierra en sí misma, se pone agresiva. Temo que se junte con malas compañías y tome decisiones que arruinen su vida.

No puedo hacerme cargo legalmente por mi edad y salud. Si inicio un proceso para quitarles la custodia, podría terminar en un centro. Eso es lo que más temo.

Me siento atrapada. Los problemas económicos, la rebeldía de una adolescente, la falta de ayuda de mi hijo y su exmujer… Todo me ahoga. Quiero lo mejor para Lucía, pero no sé cómo ayudarla. ¿Cómo salir de esto sin perderla y darle una vida digna?

Rate article
MagistrUm
Cuidando sola a mi nieta: el temor de perderla por un error del destino.