Cansada de una suegra que no acepta la independencia de su hijo.

Estoy al borde del colapso por mi suegra, que se niega a aceptar que su hijo formó su propia familia.
Llevamos cuatro años casados, pero Carmen sigue soñando con que su «niño» me abandone y regrese a su regazo. Sus actos rozan el absurdo. Intenté construir una relación cordial, ignorando sus desplantes, pero nada funciona. Me siento atrapada sin saber cómo actuar.

Todo comenzó hace siete años, cuando Alejandro y yo empezamos a salir. Éramos estudiantes viviendo con nuestros padres. Dos meses después de conocernos, lo presenté a mi familia, pero él evitaba llevarme a la suya. Siempre excusas: «Mamá está ocupada», «Ahora no es buen momento». No insistí. Cuando por fin la conocí, su hostilidad fue palpable. Quise pensar que eran nervios, pero sus gestos lo desmentían.

Durante la cena, me escudriñaba en silencio. Cuando Alejandro mencionó que queríamos irnos a vivir juntos, atragantó el agua. Intentó disuadirnos, alegando que su hijo era demasiado joven para independizarse (tenía 24).

Aun así, alquilamos un piso en Valencia. Entonces empezó el calvario. Me bombardeaba con mensajes: «Pela bien la naranja o no se la comerá». Le respondí que él sabía hacérselo. Me tachó de mala pareja.

Una vez fuimos a su casa en chándal. Al marcharnos, me escribió: «Parecéis mendigos. La gente decente no va así».

Al anunciar la boda, armó un drama. Invitaba a Alejandro a comer… ¡con vecinas y sus hijas solteras! Él dejó de visitarla. Entonces empezó a aparecer en nuestro portal, criticando desde la limpieza hasta el salmorejo que preparaba.

Antes de la ceremonia, me hizo llorar: «El menú es cutre y el vestido, de trapera». Exploté y le pedí que se fuera. Llamó llorando a Alejandro, fingiendo un infarto. Corrimos a su casa… y era mentira.

Él le dio un ultimátum: asistir con educación o no venir. Eligió lo segundo.

Tras nacer nuestro hijo Diego, solo lo conoció al año. Antes decía que era «un bebé prestado». Ahora evito verla: cada encuentro me deja temblando horas después.

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Cansada de una suegra que no acepta la independencia de su hijo.