Suegra criticaba a su nuera por pasar mucho tiempo en el ordenador, pero su opinión cambió en un instante tras recibir un regalo…

La suegra no dejaba de reprocharle a su nuera por estar siempre “enganchada” al ordenador, pero su opinión cambió en un instante cuando recibió un regalo muy especial…

—Pero ¿qué clase de mujer es esta? ¡No cocina, no limpia, se pasa el día delante de la pantalla como un zombi! Y encima hablando con hombres por internet, diciendo cosas raras: bugs, pythons, copipega… —se quejaba Doña Carmen, refunfuñando por toda la casa.

—Mamá, por favor, no empieces —respondió su hijo Javier con calma—. Lucía es programadora. Esos “hombres” son sus clientes. Les hace programas y gana dinero. Y, por cierto, gana más que yo.

—Que gane millones, da igual —insistía la suegra—. Una mujer debe ser una mujer, no una araña tecnológica en su tela. ¡Espero que para mi cumpleaños se despegue del teclado aunque sea una hora!

Doña Carmen decidió celebrar su cumpleaños de forma sencilla pero elegante, en un café acogedor con sus amigas más cercanas y familiares. Todos charlaban, reían, brindaban con copas de vino y, uno a uno, entregaban regalos: algunos comunes, otros más originales. Una caja de bombones, una manta, una olla nueva… lo de siempre.

Cuando llegó el turno de Javier y Lucía, la sala se quedó en silencio.

—Mamá —comenzó Javier con una sonrisa tierna—, Lucía y yo te deseamos salud, paz y muchos años de vida. Y para que no solo escuches nuestros deseos, hemos pensado en algo especial…

Sacó un sobre envuelto con una cinta y se lo entregó a su madre. Doña Carmen lo abrió, miró dentro y se quedó paralizada, sin creérselo.

—¿Esto es… un viaje a un balneario? —susurró.

—Sí —asintió Lucía—, un mes entero. Y no sola, claro, sino con papá. Lo tenemos todo organizado: la habitación, los tratamientos y hasta el transporte.

—¡Dios mío, esto debe haber costado un dineral! —exclamó Doña Carmen, llevándose las manos a la cara—. ¡Es increíble!

—Lo ha pagado Lucía —respondió Javier con tranquilidad—. Su trabajo en informática permite estos detalles. Dice que la salud no es algo en lo que se deba ahorrar.

Por primera vez en mucho tiempo, la suegra miró a su nuera sin prejuicios, sin irritación. Y en ese momento, no vio a una “friki del ordenador”, sino a una mujer joven con un buen corazón y una carrera digna.

—Sabes… —comenzó Doña Carmen, con la voz temblorosa—, nunca me imaginé lo lista que eres. Ganas bien, y encima te has acordado de mí… Perdóname, Lucía. Es que no lo entendía…

—No pasa nada —respondió Lucía con dulzura—. Sé que mi trabajo puede parecer raro. Pero quiero mucho a Javier, y os quiero a vosotros.

La suegra cambió en un abrir y cerrar de ojos. Sus labios dibujaron una sonrisa, sus ojos brillaron, abrazó a Lucía y, sin poder contener la emoción, exclamó:

—¡Esta sí que es una nuera! Se lo voy a contar a todo el mundo. No solo es lista y profesional, ¡tiene un corazón de oro! Ahora no me atrevo a decir ni una palabra mala. ¡De ahora en adelante os traeré cocido, tortilla y croquetas caseras!

Desde ese día, la casa volvió a la calma. Doña Carmen ya no regañaba a Lucía por el portátil, sino que presumía de ella ante las vecinas: «Mi Lucía es programadora, ¡una mujer del futuro!».

Y todo lo que hizo falta fue un poco de comprensión… y un regalo sincero del corazón.

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MagistrUm
Suegra criticaba a su nuera por pasar mucho tiempo en el ordenador, pero su opinión cambió en un instante tras recibir un regalo…