Mi hija en desesperación: lágrimas y búsqueda de sentido en la vida

«Mi hija está deshecha: lágrimas y la búsqueda de sentido»

Soy madre de dos hijos: un varón y una mujer. Hace años que enviudé. Mi esposo llegó a conocer a sus nietos, pero, por desgracia, partió antes de que nuestros hijos decidieran formalizar sus relaciones.

En nuestra familia siempre honramos las tradiciones. Creemos que si dos personas se aman y desean compartir su vida, el matrimonio —ya sea civil o religioso— es imprescindible.

Sin embargo, mis hijos pensaban distinto. Cada vez que intentaba convencerlos de regularizar su situación, sonreían con indulgencia, tachando mis ideas de anticuadas. Insistían en que el amor no requería firmas ni rituales, que un papel no alteraría sus sentimientos.

Pero la vida, cruelmente, confirmó mis temarios.

Una madrugada, llamaron a mi puerta. Era mi hija Inés. En una mano llevaba una maleta, en la otra sujetaba a su niña de tres años, mientras en el cochecito dormía el bebé. Sus ojos brillaban entre lágrimas.

—Mamá, ¿podemos quedarnos hoy contigo? Javier nos ha echado… Tiene a otra —su voz temblaba.

Quedé consternada. ¿Cómo era posible? ¡Inés le había dado dos hijos maravillosos! Quise enfrentarme a él de inmediato, pero al verla tan frágil, la abracé y pospuse el tema.

Inés terminó la Facultad de Educación, pero nunca ejerció. Javier, su pareja de hecho, insistió en que se quedara en casa:

—No necesito tu sueldo. Prefiero llegar a un hogar acogedor, comer guisos caseros y llevar camisas impecables. Yo mantendré a la familia.

Decidí llamarle. Le pregunté por su compromiso, por el futuro. Respondió con frialdad:

—Mi corazón está con otra. Ayudaré económicamente a los niños, pero con Inés todo terminó.

Desde entonces, envía doscientos euros al mes. Mi pensión apenas cubre los gastos. Inés vive sumida en una tristeza profunda, llorando sin cesar y preguntándose qué sentido tiene seguir adelante.

Ahora comprende la importancia de legalizar una unión. El matrimonio no es solo un símbolo: es protección, especialmente para la mujer.

A todos los padres: insten a sus hijos a valorar las instituciones. Esta «moda» de convivir sin compromisos puede acabar en dramas. La familia debe cimentarse en tradiciones y leyes. Solo así evitaremos que nuestros hijos y nietos sufran igual desgarro.»

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