Claro y directo: ¡No necesito a un hombre al que tenga que arrastrar!

¡De manera clara y concisa: no necesito a un hombre que tenga que arrastrar conmigo!

Me llamo Catalina Navarro y vivo en Altea, donde la provincia de Alicante se extiende a lo largo de las costas del Mediterráneo. Llevamos casi tres años juntos con Marcos, y el último año hemos compartido techo. Conozco a su familia y él a la mía. Desde la primavera ambos comenzamos a trabajar, lo que nos inspiró a hacer planes valientes: hablamos de boda, de tener un hijo, de un futuro que parecía tan cercano y real. Pero todo se desplomó en un día negro a inicios de junio, cuando la vida de Marcos se hizo añicos. Su madre murió de repente y despiadadamente. Volvía del trabajo y cayó en plena calle por un infarto, falleciendo de camino al hospital. El golpe fue devastador y el dolor insoportable para todos.

No me separé de él ni un momento. Marcos es el hombre que amo, con quien decidí enlazar mi destino. Permanecí a su lado, compartiendo sus noches de insomnio, secando las lágrimas que surcaban sus mejillas, aguantando en silencio mientras intentaba ahogar su pena en alcohol, vaciando una copa tras otra. Apreté su mano mientras caía en el abismo de la desesperación, en un pozo negro donde no había luz. Incluso cuando me rechazaba, gritándome que no quería que viera su debilidad, yo me quedaba. No podía abandonarlo en ese infierno. Él era mi todo, y estaba dispuesta a cargar con su dolor junto a él.

Pero los meses pasan, y Marcos sigue igual: roto, perdido. Se ha encerrado entre las cuatro paredes, aislándose del mundo. No se encuentra con los amigos, pasa días sin decirme una palabra. Por más que le propongo salir, distraerse, seguir adelante, él se desentiende, mira con ojos vacíos y permanece en silencio. Pasa todo el día en casa, mirando un punto fijo, sin hacer nada. Incluso ha solicitado una excedencia no remunerada, arriesgando perder el empleo para siempre. No sé cómo sacarlo de este lodazal. Entiendo lo que significa perder a una madre, pero es como si hubiera muerto con ella. Cuando intento decirle que la vida continúa, que debemos luchar por los vivos, me lanza a la cara: «¡Eres insensible, cínica!» Tal vez tenga razón, pero no puedo dejar de pensar en algo más.

¿Qué sucederá si esto no es el final de nuestras pruebas? La vida no perdona—nos esperan nuevas desgracias, nuevos golpes. Si en cada revés él se rompe como una rama seca, ¿cómo lo superaremos? Si siempre tengo que ser yo la que lleva todo el peso, simplemente no podré aguantar. ¡No quiero ese destino! Necesito a un hombre a mi lado—fuerte, confiable, con quien podamos compartir las cargas por igual, no a uno al que deba arrastrar como un lastre pesado. Estoy harta de ser su apoyo, su salvavidas, mientras se sumerge en su mar de lágrimas sin siquiera intentar salir a flote.

Temo admitir esto incluso a los más cercanos. ¿Y si me juzgan, me llaman fría, sin corazón? Imagino a las amigas mirándome con reproche: «¡Su madre murió y tú piensas en ti misma!» Pero no soy de piedra—también sufro, también lloro por las noches viendo en qué se ha convertido Marcos, este extraño perdido. ¿Dónde está el chico que reía conmigo, que hacia planes, que soñaba con nuestro futuro? No queda rastro de él, y no sé si algún día volverá. Tengo miedo—miedo de perder nuestro amor, miedo de quedarme con él así, miedo de partir y luego arrepentirme.

No quiero dejarlo en la adversidad, pero tampoco puedo seguir siendo su niñera. Cada día lo veo desvanecerse, y siento que yo también me apago. El trabajo, la casa, su silencio—todo pesa sobre mí como una losa de hormigón. Soñaba con una familia, con felicidad, y he acabado con esto: una tristeza interminable y soledad compartida. ¿Cómo puedo salvar nuestro amor? ¿Cómo sacarlo de este pantano? ¿O quizá es momento de salvarme a mí misma? No sé qué hacer. Mi corazón se desgarra entre la compasión por él y el deseo de vivir mi vida. Por favor, ayúdenme con un consejo—¿cómo le devuelvo ganas de vivir o cómo encuentro la fuerza para irme si él ya no es el que amaba? Estoy al borde del abismo y necesito luz para encontrar la salida.

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