Esposa trabajando en el extranjero mientras él tiene una joven amante

Mi nombre es Elena Martínez y vivo en Ávila, donde la comunidad de Castilla y León guarda su historia y paisajes tranquilos. Conozco a Óscar desde hace años. Siempre ha sido un bromista, amante de las mujeres y del placer fácil. Pero el destino le jugó una mala pasada, y ahora está atrapado en un agujero que él mismo cavó.

Su esposa, Silvia, lleva dos años trabajando en Alemania. Dejó en casa a sus dos hijos, ya adultos e independientes, y se fue a ganar dinero. Solo regresa una vez al año, en verano, por una o dos semanas como mucho, ya que no tiene más vacaciones. Aun así, cada mes envía dinero regularmente a la cuenta conjunta, de donde Óscar puede disponer de ellos. Recientemente, nos encontramos por casualidad en la calle, y me invitó a tomar un café. Entre sorbos, me contó su historia, amarga como el café barato, y tan absurda que aún no entiendo cómo llegó a eso.

Cuando Silvia se fue, Óscar aguantó un año de soledad, entreteniéndose con breves aventuras con antiguas amigas, pero luego decidió que ya era suficiente. Deseaba calor y pasión, alguien a su lado en la cama. “¡Solo se vive una vez!”, se decía. Y puso sus ojos en una joven, Ana, que hace tiempo lo atraía. Ella al principio se resistió, se mostraba distante, pero finalmente cedió y se convirtió en su amante. Hermosa como una fotografía, pero con un carácter terrible. Caprichosa, histérica, y con demandas interminables. Y Óscar, blando y bueno, cumplía todos sus deseos.

Él sabía perfectamente que de amantes así no se obtiene nada bueno, especialmente si eres débil y haces todo por una sonrisa suya. Ana lo dejó sin nada. Primero fue dinero para ropa y facturas, luego para reparar su casa de campo, celebrar la graduación de su hijo, y comprar un televisor nuevo. Llegó al extremo de comprarle un coche de segunda mano. Cuando se agotaron sus ahorros, empezó a sacar dinero de la cuenta de su mujer, pensando que nadie lo notaría. Pero lo oculto siempre sale a la luz. Silvia, gracias a “buenas personas” que le informaron incluso desde lejos, se enteró de la infidelidad. Le armó un escándalo por videollamada, gritaba tanto que parecía que las ventanas vibraban. Le amenazó con contarlo a las hijas, que adoraban a su padre y lo consideraban un héroe, pero que por tal traición le darían la espalda. Le dijo que regresaría y pediría el divorcio si no dejaba a esa chica.

Pero Ana se aferró a él como una lapa. No estaba dispuesta a perder a un “sugar daddy” tan generoso. Primero montó un teatro con un supuesto embarazo, jurando que tendría el niño, manipulando sus emociones. Óscar, en pánico, la llevó de vacaciones para convencerla. Ella aceptó abortar, pero le puso una factura de diez mil euros, que él no tenía. Tuvo que pedir un préstamo, hundiéndose en deudas. Apenas respiró aliviado, pensando que el caos había terminado, y Ana comenzó un romance con su jefe. Ahora su jefe, bajo su influjo, lo humilla en el trabajo, amenazándolo con despedirlo. Si pierde su empleo, ¿cómo pagará la deuda? Óscar está al borde; su trabajo pende de un hilo, el dinero se desvanece, y la conciencia lo atormenta como un perro hambriento.

Me confesó que está pensando huir con Silvia a Alemania, dejarlo todo, caer de rodillas ante ella y suplicar perdón. ¿Quizás así pueda salvar al menos los restos de su vida? Se despidió con una amarga sonrisa: “Sabía que el queso gratis no existe, pero mi trozo resultó demasiado amargo”. Y se fue, cabizbajo, mientras yo me quedaba mirando la taza vacía. Óscar se metió él solo en este infierno, por una pasión barata, por una joven que lo ha dejado vacío: de dinero, de orgullo, de familia. Silvia trabaja en el extranjero para que sus hijos tengan una vida digna, y él la cambió por una sanguijuela caprichosa. Si las hijas supieran la verdad, lo repudiarían, y con razón.

Veo cómo se hunde, pero no puedo dejar de pensar: ¿qué vendrá después? Ana exprimirá todo de él y lo dejará como una cáscara vacía. El jefe lo despedirá, y Óscar se quedará sin nada: sin familia, sin hogar, con una deuda que lo ahogará el resto de sus días. Pensó que la juventud se podía comprar, que el amor era un juguete en un envoltorio hermoso. Ahora está pagando el precio: amargamente, en soledad, con las manos vacías. Quizás Silvia lo reciba de nuevo, pero, ¿lo perdonará? Yo no lo haría. Óscar traicionó no solo a ella, sino también a sus hijos, a sus nietos, que podrían haber alegrado su vejez. En lugar de eso, una joven impertinente se ríe de él a sus espaldas. Así es la vida de un bromista; ahora es solo la sombra de lo que fue, y esta lección no la olvidará nunca.

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MagistrUm
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