Querido hijo, ves que envejezco… Por favor, ten paciencia.

Querido hijo, ves que me hago mayor… Te pido, por favor, ten paciencia conmigo.

Querido niño, comprendes cómo pasa el tiempo volando, cómo los años me transforman? Te ruego que tengas paciencia conmigo.

Trata de entenderme cuando necesite de ti y sé que habrá más momentos así.

Por favor, no te irrites si empiezo a repetir lo mismo una y otra vez, si te cuento una historia por segunda, tercera o quinta vez. Recuerda cómo con paciencia te enseñaba a pronunciar tus primeras palabras, cómo repetía el abecedario hasta que memorizaste las letras. PIensa cuántas veces te expliqué lo mismo hasta que lo comprendiste. Nunca me cansé, porque eras mi hijo, mi sangre.

Pues ahora, sólo escúchame, incluso si piensas que ya lo has escuchado todo.

No te enfades si camino despacio, si ya no puedo seguirte como antes, si mis piernas no me obedecen. Recuerda cómo te tomaba de la manita y te enseñaba a caminar. Cómo dabas pasos inseguros y yo te sostenía para que no cayeras. Recuerda cómo te perseguía corriendo, riendo, y te cogía justo a tiempo para evitar que te lastimaras.

Ahora es mi turno de no ser tan rápido, ni tan fuerte. Pero por dentro sigo siendo el mismo, tu padre.

No me juzgues si no puedo mantener la casa tan limpia como antes. Si olvido dónde pongo las cosas o no manejo los asuntos con tanta destreza. Recuerda cuántas noches no dormí cuidándote cuando estabas enfermo. Cómo te llevaba en brazos cuando tenías fiebre, cómo buscaba los mejores médicos para que te recuperaras pronto.

Me cansaba, pero nunca me quejé. Porque eras mi hijo.

Ten paciencia si no avanzo con las tecnologías, si no entiendo cómo funciona el nuevo móvil o el ordenador. Si pregunto lo mismo varias veces. Dame tiempo, explícamelo de nuevo, controla la impaciencia. Recuerda cómo te enseñé a atarte los cordones, cómo te mostré cómo usar la cuchara, cómo te expliqué cómo funciona el mundo. Lo hice despacio, con paciencia y amor.

No me culpes por seguir preocupándome por ti, aunque seas ya un hombre. Aún espero tus llamadas, pienso en ti, rezo para que todo te vaya bien. Y si te pregunto qué has comido, cómo ha ido tu día, si has descansado, no te molestes. Simplemente entiende: para mí siempre serás mi niño.

Algún día sabrás lo que se siente al esperar que tu hijo regrese tarde en la noche, escuchar sus pasos en la puerta y alegrarte porque ha vuelto sano y salvo.

Sé que un día llegará en que me vuelva demasiado débil, cuando no pueda cuidarme como antes. No sé cómo seré – quizás indefenso, tal vez olvidadizo, quizás caprichoso. Pero te pido, no te apartes de mí en ese momento.

Recuerda cómo te cambiaba los pañales cuando eras un bebé. Cómo te acunaba cuando llorabas. Cómo te protegía cuando tenías miedo.

Si empiezo a hacer las cosas de manera diferente, si mis hábitos cambian, si mis palabras se vuelven confusas, no te enojes, no te entristezcas, no pierdas la paciencia. Simplemente, permanece cerca.

Cuando llegue mi tiempo de dejar este mundo, no te entristezcas. Solo recuerda que fui feliz porque te tenía a ti, mi hijo, mi orgullo, mi amor.

Que en tu memoria queden nuestros mejores días. Que me recuerdes fuerte, cariñoso, protector.

Te agradezco por cada momento que pasamos juntos.

Mientras estemos aquí, mientras podamos mirarnos a los ojos, quiero que sepas – te quiero, hijo mío. Siempre.

Rate article
MagistrUm
Querido hijo, ves que envejezco… Por favor, ten paciencia.