Después de 19 años de matrimonio y dos hijos: Óscar se fue con una joven compañera de trabajo.
Ya no es mi marido.
Escribo esta carta porque ya no puedo contener el dolor.
Tengo 42 años, y hace dos semanas mi mundo se derrumbó.
Mi marido, con quien compartí 19 años de vida, el padre de mis hijos, simplemente me dijo:
—Me voy.
Ni siquiera tuve tiempo de preguntar nada cuando añadió:
—Tengo a otra. Se llama Lucía, tiene 28 años y espera un hijo mío.
Me quedé paralizada, incapaz de moverme.
Pensé que había escuchado mal. Que no era mi Óscar, no era el hombre al que amé, con quien compartí cada día, cada alegría, cada dolor.
Pero era él.
Hablaba con calma, como si me estuviera diciendo que iba a comprar pan.
Y de repente lo entendí: yo no me había dado cuenta de nada.
Dos años de engaño
Resultó que llevaba dos años viéndose con ella.
Y yo…
Yo le esperaba con la cena lista.
Yo planchaba sus camisas para que siempre estuvieran impecables.
Me preocupaba porque ya no pasaba tiempo con los niños.
Me angustiaba que apenas ayudara en casa.
Le justificaba con su trabajo, su cansancio, su estrés.
Le inventaba excusas cuando cancelaba nuestros planes en familia.
Ni siquiera me pregunté por qué había dejado de tocarme.
Pero ahora todo cobraba sentido.
Simplemente ya no me amaba.
Y yo fui la última en enterarme.
¡Qué ciega fui!
Cuando volví a casa de un viaje con los niños a casa de mis padres, por primera vez lo vi de verdad.
Era otro.
No me miraba a los ojos.
No quería hablar.
No quería ni rozarme.
Sentí que entre nosotros había un abismo.
Y luego llegó ese día.
Noté un olor extraño en su camisa.
Era mi perfume.
Pero yo no lo había usado.
Ese día solo me puse desodorante.
Lo miré, y algo dentro de mí se encogió.
Por la noche vi rastros de pintalabios ajeno en su cuello.
Y entonces todo quedó claro.
Ni siquiera intentó justificarse.
Simplemente dijo:
—La amo. No quiero seguir mintiendo. Tenemos que separarnos.
Intenté recordarle todo lo que habíamos vivido.
A nuestros hijos.
A los 19 años que habíamos compartido.
A que Lucía podría ser su hija.
Pero él ya había tomado una decisión.
Quería una vida nueva.
Sin mí.
¡No quiero este divorcio!
Dos días después fuimos al abogado.
Óscar quería “divorciarse rápido y sin complicaciones”.
Pero, ¿y si yo no quiero?
¿Y si no estoy preparada para dormir sola en la mitad fría de la cama?
¿Y si todavía lo amo?
Algún día entenderá que cometió un error
Lucía no sabe que su plato favorito es la paella.
No sabe que sus camisas preferidas son las azul claro.
Aún no se da cuenta de que tiene problemas de espalda y no puede sentarse en sofás blandos.
Pero algún día lo sabrá.
Y algún día él lo entenderá.
Sé que se arrepentirá.
Pero también sé que, si alguna vez vuelve, yo nunca podré olvidar su traición.
Esas noches, esas lágrimas, esa sensación de que te han tirado como algo inservible.
Solo me queda esperar a que el dolor se calme.
Algún día podré dormir sin llorar.
Algún día despertaré y sabré que ya no lo amo.
Solo espero que ese día llegue antes de que los niños vuelvan de sus vacaciones.
Porque tengo que ser fuerte.
Por ellos.