María, la amiga más cercana de mi esposa, tiene el don de encontrarse en situaciones sumamente desagradables, sin siquiera buscarlo. No es que se lo proponga, sino que es una persona extrañamente desafortunada. El primer episodio inusual le ocurrió hace unos tres años.
Volvía del trabajo a medianoche, dejó su coche en el aparcamiento y, como de costumbre, se dispuso a emprender un rápido y emocionante maratón de cien metros hacia la puerta de su edificio. No llegó a recorrer tres metros.
De repente, aparecieron dos personas encapuchadas que le aconsejaron que no se moviera, le pidieron dinero, joyas y otras pertenencias de valor. Para que la víctima no entrara en una discusión inútil, le asestaron un golpe en la cabeza con un bate.
El resultado: conmoción cerebral, un hematoma grave y, además, le arrebataron el bolso con documentos serios, dinero, llaves y algunos documentos importantes. Despertada del aturdimiento, acudió a la comisaría a poner una denuncia. Los policías abrieron el caso de mala gana, pero pronto lo cerraron con la explicación: “Por la imposibilidad de identificar a los responsables”.
A María le dolió mucho y no se rindió fácilmente; fue puerta por puerta en su edificio preguntando si alguien había visto u oído algo. Finalmente, tuvo suerte. Encontró a una persona que tenía un coche estacionado con el registrador de vídeo encendido aquella noche. Incluso llevó el vídeo a la comisaría por su propia iniciativa, pero el caso fue cerrado de todos modos, ya que las imágenes no eran claras y los rostros apenas visibles.
Después de eso, su marido comenzó a intentar acompañarla al aparcamiento, mientras los hijos vigilaban desde la ventana. Sin embargo, su esposo también tenía un trabajo demandante, y a veces llegaba aún más tarde del trabajo. Así que de vez en cuando, María tenía que hacer el recorrido sola, y tarde o temprano, el mismo escenario se repitió casi en su totalidad. Las diferencias fueron pocas: después de un golpe similar en la cabeza, María esta vez se defendió con un spray de pimienta, aunque solo logró ralentizarlos un poco.
Los policías, manteniendo el mismo plan que antes, cerraron el caso todavía más rápido que el primero, ya que María no había visto las caras de los atacantes. Pasó un año lleno de angustia, en el cual su esposo se despidió y se fue a buscar una vida más fácil en el extranjero, mientras ella cambió de trabajo varias veces, se hizo un nuevo peinado y renovó el apartamento.
Un día, estando en un lavado de coches, reconoció a uno de sus atacantes. Era evidente que conocía bien a los empleados del lugar, pero cuando María lo reportó, la policía respondió que no podían hacer nada sin pruebas evidentes. Recomendándole que, por si acaso, usara un casco si tenía que salir de noche.
Otro año pasó maravillosamente hasta que, de repente, el caso se reabrió, y ambos atacantes fueron capturados inesperadamente y encarcelados durante doce años. Sin embargo, y a pesar de que su vida parecía mejorar, los pequeños incidentes continuaban persiguiendo a María.
Una vez, en hora punta, llegó tarde a una cita importante, dejó su coche y se metió en el metro. Al salir, notó un corte evidente en su bolso favorito; su cartera colorida, con todos los documentos, tarjetas de crédito y dinero para las vacaciones, había desaparecido. María, sin perder tiempo, llamó a su querido esposo (afortunadamente no le robaron el teléfono):
– “Oye, amor, no te lo vas a creer, pero me robaron otra vez, probablemente en el metro.”
Su esposo, una figura de autoridad, respondía rápidamente:
– “Tranquila, cariño, todo va a estar bien. ¿Dónde estás?”
– “Cerca de la estación de Atocha.”
– “Queda en línea, entra de nuevo al metro y busca a un policía, pásale el teléfono y relájate.”
En breve, María se encontró en la comisaría del metro, rodeada por policías agitados que le ofrecían té: verde, negro o negro con bergamota. Dos horas después, un capitán sudoroso pero contento apareció con su colorida cartera en mano.
Dentro estaba todo: documentos, tarjetas y hasta el dinero. Y es que tiene sus ventajas estar casada con un alto cargo de la policía.