El destino tiene su camino: volví a abrazar a mi único amor después de 13 años

El destino sabe lo que hace: después de 13 años, volví a abrazar a mi única

Se acercaba mi fiesta de graduación. Esperaba con ansias esa noche, aunque no tenía pareja. Pero estaba seguro de que el destino pondría todo en su lugar. Cuando llegara el momento, simplemente sabría con quién debía pasar esa velada.

Ese día me puse un elegante traje oscuro, me peiné con esmero y, tras recibir la bendición de mis padres, me dirigí al restaurante donde celebraríamos.

Entre sonrisas radiantes y vestidos de colores, mi mirada se fijó en una chica que, al parecer, también estaba sola. La conocía, Elena estudiaba en la clase paralela, pero hasta ese momento nunca habíamos hablado.

Solo ahora vi cuán especial era. Esbelta, grácil, con profundos ojos grises y largos cabellos rubios cayendo sobre sus delicados hombros.

No recuerdo cómo reuní el valor, pero me acerqué a ella, extendí la mano y la invité a bailar. Y desde ese momento hasta el amanecer, solo bailé con ella.

Al día siguiente supe que era ella mi chica. Me había enamorado.

Pero el destino dispuso algo diferente.

Corazón roto
Elena no sentía lo mismo por mí. Descubrí que llevaba tiempo saliendo con un chico que estudiaba en otra ciudad y que debía regresar tras la graduación. Planeaban casarse.

No podía creerlo.

Durante dos años viví con la esperanza. Esperaba que cambiara de opinión, que me viera de otra manera. Me quedaba bajo su ventana, me escondía en la sombra cuando salía a la calle. Quería que me viera, pero temía que notara mi sufrimiento.

Cada mirada suya, cada palabra que no era para mí, me destrozaban.

Pero no podía hacer nada.

Y cuando Elena finalmente se casó, me mantuve a la distancia, observando su boda.

Entonces me hice una promesa: seguiría esperando.

Intenté comenzar relaciones con otras chicas, pero ninguna pudo ocupar su lugar. Todo era insatisfactorio, vacío y sin sentido.

Así pasaron largos 13 años.

La segunda oportunidad que me dio el destino
Pero un día ocurrió una desgracia.

Elena y su esposo tuvieron un accidente. Él murió en el acto. Ella sobrevivió milagrosamente, pero quedó con una lesión de por vida, obligada a usar un bastón.

El destino me dio otra oportunidad.

Pero sabía que no podía irrumpir en su vida así sin más.

Esperé.

Y solo cuando ambos cumplimos 35 años, pude por fin tomar su mano.

Me miró con una mirada larga, llena de cansancio, dolor, y quizás incluso remordimiento.

– ¿Por qué sigues aquí? – preguntó en voz baja.

No sabía qué responder. ¿Porque la amaba? ¿Porque nunca la olvidé? ¿Porque esperaba que algún día pudiera decírselo todo?

Simplemente la atraje hacia mí y la abracé.

Y desde ese momento estuvimos juntos.

Las pruebas que superamos
Vivimos 10 años llenos de felicidad. Por supuesto, no tuvimos hijos. Después del accidente, Elena ya no pudo tenerlos.

Pero no me importaba.

La amaba. Amaba la cana en su cabello que no cubría. Amaba su sonrisa cansada. La amaba, incluso cuando su rostro perdía color por el dolor.

Pero el destino volvió a arrebatármela.

Elena enfermó. Los médicos decían que había esperanza, pero ella rechazó el tratamiento.

– No tengo miedo, – me dijo una vez.

Solamente hizo una cosa: cortó su cabello.

– ¿Por qué? – pregunté, sorprendido.

– Quiero regalárselo a quien aún pueda luchar, – respondió.

Su hermoso cabello rubio se convirtió en una peluca para otra mujer que podía vencer la enfermedad.

Elena sabía que no tenía esperanza de ganar esa batalla.

Sostuve su mano hasta el final.

Y si pudiera vivir mi vida de nuevo, no cambiaría nada. La volvería a esperar. La volvería a amar.

Porque Elena fue mi corazón. Mi destino. Mi vida.

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El destino tiene su camino: volví a abrazar a mi único amor después de 13 años