¡He dejado a mi esposa y he encontrado un nuevo amor! ¡Basta de dramas!
Saludos a todos los que leen estas líneas.
Quiero contarles una historia. Una historia que no tiene lágrimas, ni dolor, ni arrepentimientos.
No, no es la confesión de un hombre desgraciado, sino más bien un cuento. Porque aún no puedo creer que todo esto me haya sucedido.
Estuve casado durante diez años. Diez largos años con una mujer que me fue infiel, que me trataba como a un sirviente, y que no respetaba ni mis sentimientos ni mi dignidad.
Lo soporté. Pensé que era lo que debía hacer. Creí que la familia eran solo obligaciones, y no solo felicidad.
Pero un día comprendí que estaba cansado.
Y simplemente decidí irme.
Me fui para encontrar paz.
No monté escenas, ni armé escándalos. Simplemente empaqué mis cosas y me dirigí a un pequeño y acogedor hotel en las afueras de la ciudad.
Deseaba silencio. Quería sentirme libre, aunque fuera por unos días.
Apagué mi teléfono. No me importaba si mi esposa notaría mi ausencia o no.
Solo quería respirar.
Esa noche descender al restaurante del hotel, pedí la cena y disfruté de esos raros momentos de tranquilidad.
Y, de repente, la vi.
La conocí cuando menos lo esperaba.
Estaba sentada en una mesa cercana. Hermosa, pero visiblemente pensativa.
Su rostro era triste, su mirada, cansada.
Me di cuenta de que tal vez ella tenía sus propios problemas, mucho más serios que los míos.
No tenía intención de conocer a nadie. Pero el destino tenía otros planes.
Cuando se levantó de la mesa y se dirigió al ascensor, yo también me levanté.
Resultó que íbamos al mismo piso.
Pero el ascensor, de repente, se detuvo.
Un ascensor atascado y un encuentro que cambiaría mi vida.
Ella se asustó.
Vi cómo sus manos temblaron y su respiración se entrecortó.
Simplemente tomé su mano y le dije en voz baja:
— Está todo bien. Saldremos de esta.
Ella me miró.
Y luego la abracé.
Nos quedamos en silencio, simplemente parados en la oscuridad del ascensor atascado, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí realmente tranquilo.
Cuando nos liberaron, ambos reímos.
Nos presentamos.
Ella se llamaba Valeria.
Un nuevo capítulo en mi vida.
Antes de entrar a su habitación, se volvió y preguntó:
— ¿Te gustaría desayunar juntos mañana?
— Claro —respondí.
Y desde ese día, nunca más nos separamos.
Nunca pensé que encontrar el amor podría ser tan fácil.
Con ella me siento verdadero. Vivo. Libre.
Finalmente entendí que la vida no tiene que ser un drama constante.
A veces, solo se necesita atreverse a dar un paso — y el destino te mostrará hacia dónde ir después.
Ahora sé: mi cuento apenas comienza. Y espero que dure todo lo posible.