La suegra decidió mudarse a mi piso y ceder el suyo a su hija.
Mi marido creció y se crió en una familia numerosa. Mi suegra tuvo hijos hasta que nació su hija. Una táctica extraña, pero no para juzgar.
Cuando me casé, pensé que había tenido suerte. Víctor parecía responsable, valiente y fuerte. Sabía lo que significaba una familia, pero no podía desvincularse de su madre y su hermana. Si bien mi suegra no se preocupaba tanto por sus hijos, el bienestar de su hija siempre estaba en primer lugar.
Elena tenía 10 años cuando nos conocimos. Al principio no me molestaba, pero después de cinco años la situación empeoró. No quería estudiar, tenía amistades sospechosas, y mi esposo tenía que ayudar en su crianza. Mi suegra podía llamar en medio de la noche y pedirle ayuda.
Esperaba que Elena creciera, se casara y todo estuviera bien. ¡Pero no fue así! Cuando encontró un novio, mi suegra les pidió a los hermanos que contribuyeran a la organización de la boda, ya que no tenía dinero. El prometido de Elena no venía de una familia adinerada, así que los recién casados debían vivir con la suegra.
Sin embargo, se dio cuenta de que no se llevaban bien y era difícil convivir. Ideó una solución perfecta: mudarse con nosotros y dejarle el piso a su hija. Qué importa que yo comprara la propiedad con el dinero que gané con tanto esfuerzo, y mi esposo no diera ni un céntimo. Lo más curioso es que él también está contento con esta solución. Afirma que mamá nos aliviará de deberes.
Tenemos un piso de tres habitaciones, pero no quiero renunciar a la comodidad y compartir mi espacio vital. Mi suegra está convencida de que estamos obligados a acogerla, ya que mi marido es el hijo mayor, quien debe velar por el bienestar de sus padres.
Amo a mi esposo y no considero el divorcio. Pero, ¿cómo hablar con él? ¿Cómo explicar que vivir con su madre es un infierno? ¿Quizás tenéis algún consejo?