Llegué muy tarde al trabajo por culpa del retiro corporativo. Mi jefe no quería que me fuera antes, porque lo pagaba todo de su bolsillo, y había niños pequeños esperándome en casa. Le escribí a mi marido que iba a llegar tarde, para que pudiera dar de comer a mis hijas y acostarlas. Mi marido respondió con un escueto “vale” y luego ignoró todas mis instrucciones sobre la comida que había en la nevera, las lecciones y todo en general. Supuse que sabía lo que estaba haciendo y que probablemente ya estaba ocupado.
Mientras el jefe celebraba y dejaba que todo el mundo se fuera a casa, se hacía tarde y esperaba que los niños ya estuvieran en la cama, pero mi hija de cinco años se reunió conmigo. Ya había llegado a mi bolsa de maquillaje y estaba probando mi rímel y mi sombra de ojos.
– ¿Dónde está papá? ¿Dónde está mirando? – me indigné mientras me quitaba los zapatos y colgaba el abrigo en el perchero.
– Y papá está durmiendo con Eva -respondió mi hija con una sonrisa desdentada.
Se me heló el corazón del susto. No conocía a ninguna Eva y, desde luego, no la esperaba en mi casa. Empecé a temblar de miedo y de rabia. Antes de que mi hija pudiera detenerme, y antes de que mi hijo mayor pudiera salir de la guardería, irrumpí en mi dormitorio con mi marido, encendiendo las luces. Como esperaba, mi marido estaba en la cama, y en sus brazos yacía Eva, la muñeca Barbie que le habíamos regalado a mi hija menor por su cumpleaños. Mi maquillaje llegó también a la muñeca, e incluso a mi marido. Tenía colorete rojo y azul en las mejillas, y sus labios estaban descuidadamente embadurnados de carmín rojo.
El marido siguió disculpándose durante mucho tiempo. Dijo que estaba muy cansado en el trabajo, y mientras daba de comer a las niñas y se sentaba a ver dibujos animados en nuestra habitación, se quedó dormido. Se despertó con una muñeca en los brazos y con maquillaje en la cara. Los niños pequeños son divertidísimos. Pueden hacer tales cosas con sus palabras y acciones…